12/8/11

SAN JUAN EUDES Y EL SAGRADO CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS


Elevación a Dios para el comienzo de la misa

¡Mi Dios y Señor soberano! Me postro ante tu divina
misericordia; dígnate echar una mirada de bondad sobre esta
criatura tuya que se reconoce la más indigna e ingrata de todas.
Me acuso ante ti, Padre de las misericordias, ante tus ángeles y
santos, de las vanidades de mi vida pasada, de las ofensas
cometidas contra tu divina Majestad, de mi frialdad en tu santo
amor, de mi negligencia en tu servicio y en seguir tus
inspiraciones, y de infinidad de faltas que tú conoces. Y, sobre
todo, Dios mío, al pensar que tu Hijo amadísimo, al que vengo a
adorar, me ha dado aún el primer instante de su vida, me
considero inmensamente culpable por no haberte consagrado el
primer uso de la razón que recibí de tu Majestad.
Tú, Señor Jesús, pasaste todos tus días en la pobreza y en el
sufrimiento y los terminaste en la cruz por mi amor. Dedicaste
tu vida a obras y ejercicios continuos de ardiente y excesiva
caridad hacia mí. Yo, en cambio, creyendo que mis días y mi
tiempo eran plenamente míos. los vivo de ordinario inútilmente,
con despreocupación. y a menudo ofendiendo a tu divina
Majestad. Detesto, Salvador mío, todas mis fallas. la menor de
las cuales te ha hecho nacer en un establo y morir en una cruz
para expiarla ante la justicia del Padre.
La menor de tus acciones humanamente divinas y divinamente
humanas amado Jesús. que has hecho y reiterado tantas veces por
mi bien mientras vivías en la tierra. tiene tanto valor y mérito
que aunque sólo hubiera sido realizada una vez. reclamaría
justamente como reconocimiento y acción de gracias y a manera
de reciprocidad. el empleo y la dedicación de mi vida a cumplir tu
voluntad. Y eso nunca lo hago: al contrario. parece que no he
nacido sino para ofenderte y afrentarle. Me arrepiento de haber
sido tan infiel y tan ingrato y de haber pagado tan mal tu
inmenso amor por mí. Dios mío. arrojo todos mis pecados en tu
preciosa sangre. en el piélago de tus misericordias y en el fuego
de tu divino amor. Bórralos y consúmelos enteramente. Repara
todas mis fallas. oh Jesús. y acepta en satisfacción este santo
sacrificio de tu cuerpo y sangre que ofreciste en la cruz y que
ahora te ofrezco con el mismo fin. El amor desordenado a mí
mismo y al mundo han sido el origen de todas mis ofensas:
renuncio a él para siempre y con todas mis fuerzas. amadísimo
Jesús: destrúyelo en mí y establece el reino de tu divino amor.

Elevación a Jesús durante la misa

¡Oh Jesús. mi Señor y mi Dios! Tú te haces presente en este
altar para que yo te contemple y adore. te ame y glorifique y
para comunicarme y aplicarme tus méritos. También para
recordarme el gran amor que te hizo padecer y morir por mí en
una cruz. Te adoro. te bendigo y glorifico en todas las formas
posibles. ¡Cuánto deseo ser todo amor por ti y amarte
perfectamente! ¿Quién me concediera verme transformado en
fuego ardiente y en purísima llama de amor a ti? Ángeles. santos
y santas del paraíso. dadme vuestro amor para emplearlo en amar
a mi Jesús. Oh hombres. criaturas todas capaces de amar. dadme
vuestros corazones para sacrificarlos a mi Salvador. Si yo
tuviera, Salvador dulcísimo. todo el amor del cielo y de la tierra
gustoso lo dirigiría hacia ti. ¡Cuán adorado. amado y glorificado
eres sobre este altar. tú el Hijo amadísimo del Padre eterno, por
los millares de ángeles que te rodean! ¡Pero cuánto más deberían
honrarte, alabarte y amarte los hombres, ya que es por ellos y no
por los ángeles que allí te haces presente! Que todos los ángeles
y los hombres. todas las criaturas del cielo y de la tierra se
conviertan en adoración, glorificación y amor a ti. Y que todos
los poderes de tu divinidad y humanidad te magnifiquen y amen
eternamente.
Adoro, Jesús poderosísimo, el poder de tus palabras que cambian
la naturaleza grosera y terrestre del pan y del vino en la sustancia
de tu precioso cuerpo y sangre. Me entrego totalmente a ese
mismo poder para que cambie la pesadez, frialdad y aridez de mi
corazón terrestre y árido por el ardor, la ternura y agilidad de los
afectos y disposiciones de tu Corazón celestial y divino. Que me
transforme de tal manera en ti que ya no tenga sino un corazón,
un espíritu, una voluntad, un alma y una vida contigo.
Tú, mi Redentor, estás presente sobre este altar para recordarnos
y hacer presente tu dolorosa pasión y tu santa muerte.
Concédeme hacer memoria continua y tener un vivo sentimiento
de lo que has hecho y padecido por mí; concédeme sufrir con
humildad, sumisión y amor a ti las contrariedades que me
ocurrirán hoy yen toda mi vida. Tú, buen Jesús, odias tanto el
pecado, que mueres para darle muerte; y tanto aprecias y amas mi
alma, que pierdes tu vida para devolverle la vida. Te pido,
Salvador mío, no temer ni aborrecer ya nada fuera del pecado y no
buscar y estimar cosa distinta de tu gloria.

Elevación a Jesucristo, sumo sacerdote que se
sacrifica a sí mismo en la misa

Te adoro, oh Jesús, como sumo sacerdote. De continuo estás
ejerciendo ese ministerio, así en el cielo como en la tierra,
sacrificándote a ti mismo por la gloria de tu Padre y por amor
nuestro. Bendito seas mil veces por el honor infinito que das a
tu Padre y por el extremado amor que nos testimonias en este
divino sacrificio. No te contentas con sacrificarte tantas veces
por nosotros: quieres, además, asociamos contigo a esta obra
egregia al hacemos a todos partícipes de tu cualidad de sumo
sacerdote y al confiarnos el poder de sacrificarte contigo y con tus
santos sacerdotes a la gloria del Padre y por nuestra salvación.
Úneme, pues, a ti, pues te agrada que yo te ofrezca ahora contigo
este santo sacrificio. Haz que lo ofrezca también con tus
disposiciones santas y divinas. ¡Con qué devoción, pureza y
santidad, con qué caridad hacia nosotros y con cuánta aplicación y
amor hacia tu Padre realizas esta acción! Dígnate imprimir en mí
esas disposiciones, para hacer contigo, y como tú, lo que haces
tan santa y divinamente.
Oh Padre de Jesús: tú nos has dado a tu Hijo y lo has puesto en
nuestras manos mediante este misterio. Te lo ofrezco, pues,
como algo que es verdaderamente mío, en unión con la humildad,
la pureza, la caridad, el amor y demás disposiciones con que él se
ofrece a ti.
Deseo también ofrecértelo por las mismas intenciones con que él
se sacrifica. Te lo ofrezco, pues:
l. En honor de lo que eres, Dios mío, en tu esencia divina, en tus
perfecciones, en tus Personas eternas, y en todo lo que realizas
fuera de ti mismo. Te lo ofrezco en honor de cuanto tu Hijo
Jesús es en sí mismo, en sus estados, misterios, cualidades,
virtudes, acciones y sufrimientos, de cuanto realiza fuera de sí
mismo, por misericordia o por justicia, en el cielo, en la tierra y
en el infierno.
2. Te lo ofrezco en acción de gracias por los bienes temporales y
eternos que has comunicado siempre a la humanidad sagrada de tu
Hijo, a su santa Madre, a los ángeles y a los hombres y
especialmente a mí la más indigna de tus criaturas.
3. Te lo ofrezco en satisfacción por la afrenta que te han causado
y te causarán los pecados pasados, presentes y futuros,
especialmente los míos y los de aquellas personas por quienes
estoy particularmente obligado a orar, tanto vivos como difuntos.
4. Te lo ofrezco para que se cumplan tus designios,
especialmente los que tienes sobre mí y sobre aquellos que me
atañen. No permitas que pongamos el menor obstáculo a ellos.
S. Te suplico, Dios mío, que por el aprecio y la virtud de esta
santa oblación, de este don precioso que te ofrezco y te devuelvo,
nos otorgues las gracias espirituales y corporales que necesitamos
para servirte y amarte perfectamente y para ser entera y
eternamente tuyos.

Elevación a Jesús como a hostia que se sacrifica a
Dios en la misa

Te contemplo y adoro, oh Jesús, en este misterio, como hostia
santa que toma sobre sí y borra los pecados del mundo y que tú
mismo aquí sacrificas para gloria de Dios y la salvación de los
hombres. Tu apóstol me ha dado a conocer tus deseos de que
seamos hostias vivas y santas y dignas de ser sacrificadas contigo
a la gloria de tu Padre•
En honor y unión de la oblación y sacrificio que de ti mismo
haces a tu Padre, me ofrezco a ti para ser por siempre víctima
inmolada a tu gloria y a la gloria de tu Padre. Úneme a ti en esta
condición, inclúyeme dentro de tu sacrificio, para que me
sacrifiques contigo.
y pues es preciso que la hostia que se sacrifica sea muerta y
consumida por el fuego, hazme morir a mí mismo, a mis vicios
y pasiones y a cuanto te desagrada. Consúmeme enteramente en
el sagrado fuego de tu divino amor y haz que, en adelante, toda
mi vida sea un sacrificio continuo de alabanza y de amor a tu
Padre y a ti.

Elevación a Jesús para la comunión espiritual

Oh Jesús, no soy digno de pensar en ti ni de que pienses en mí y
mucho menos de comparecer ante ti y de que te hagas presente a
mí. Sin embargo, no solamente piensas en mí y te presentas a
mí sino quieres darte a mí con el deseo infinito de hacer tu
morada en mi corazón.
¡Cuán admirables son tus misericordias, Señor! ¡Cuán excesivas
tus bondades! ¿Qué hay en mí que pueda atraerte? Ciertamente a
ello sólo te lleva el exceso de tu caridad. ¡ Ven, ven, pues, mi
amadísimo Jesús, porque te amo y te deseo infinitas veces!
¡Ojala me viera convertido en deseo y en amor por ti! Ven, mi
dulce luz, ven, mi queridísimo amor, apresúrate a venir a mi
corazón que renuncia a todo lo demás y nada quiere ya sino a ti.
¡Rey de mi corazón, vida de mi alma, mi precioso tesoro, mi
única alegría!
Tú que eres mi todo, ven dentro de mi espíritu, de mi corazón y
de mi alma para destruir mi orgullo, mi amor propio, mi propia
voluntad y mis demás vicios e imperfecciones. Ven a establecer
en mí tu humildad, tu caridad, dulzura, paciencia obediencia, tu
celo y demás virtudes. Ven a mí para amarte y glorificarle
dignamente y para unir perfectamente mi espíritu con tu divino
Espíritu, mi corazón con su sagrado Corazón, mi alma con tu
alma santa, y para que este corazón, este cuerpo y esta alma que
están a menudo tan cercanos y unidos con tu corazón, tu cuerpo
y tu alma por la santa Eucaristía, no tengan jamás otros
sentimientos, afectos, deseos y pasiones que los de tu santo
Corazón, de tu sagrado cuerpo y de tu alma divina. Finalmente,
ven, oh mi Jesús, ven a mí para vivir y reinar en mí en forma
absoluta y para siempre. Ven, Señor Jesús.

Elevación a Jesús para el final de la misa

Te alabo, amabilísimo Jesús, y sin cesar te doy gracias y ruego a
los ángeles, a los santos y a todas las criaturas que te bendigan y
glorifiquen conmigo por las gracias que me has concedido en este
divino sacrificio.
Te pido que conserves y aumentes en mí los deseos,
pensamientos, afectos y sentimientos que has suscitado en mí
durante esta misa y que me des la gracia de producir los efectos
que esperas de mí.
Tú te has rebajado y te has hecho presenta a mí por este santo
misterio. Concédeme que durante el día de hoy no deje pasar una
hora sin elevarme y hacerme presente a ti por los afectos de mi
corazón. Tú has venido a este altar para tomar posesión de
nuestros corazones y para recibir de nosotros el homenaje que te
debemos como a nuestro Señor soberano. Toma, pues, posesión
de mi corazón: te lo entrego y consagro para siempre. Te
reconozco y adoro como a mi rey y soberano. Te hago el
homenaje de mi ser, de mi vida y de todas mis acciones,
especialmente de las que realizaré en el día de hoy. Dispón de
todo ello según tu beneplácito. Dame la gracia de morir antes
que ofenderte: que sea yo una hostia muerta y viva al mismo
tiempo: muerta a lo que no eres tú, viva en ti y para ti. Que toda
mi vida sea un perpetuo sacrificio de alabanza y de amor a ti.
Que, finalmente, me inmole y consuma por tu pura gloria y por
tu santo amor. Dame para ello, te lo ruego, oh buen Jesús, tu
santa bendición.

Extracto de sus OBRAS ESCOGIDAS

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