30/10/11

UNA HERMOSA MEDITACIÓN





EL ALMA AMANTE ACOMPAÑA A JESÚS A TODAS PARTES



Tenuisti manum dexteram meam et in voluntate tua deduxisti me (Salmo 72, 24)

1.- Nada hay más apacible que un alma que poseída de Jesús vive de su vida.

Jesús escribe en ella su Santo Evangelio, día por día y hora por hora, y la considera como continuación de la vida admirable por Él vivida en la tierra.

Aquella vida era entonces muy sencilla y lo es aún ahora, puesto que nada hay de extraordinario en la existencia del justo.

El alma cumple suavemente con Jesús las obligaciones del día impuestas por el estado de vida, por la necesidad, la caridad y las conveniencias.

2.- El alma no elige entre estas ocupaciones porque sabe que ante Dios todo tiene el mismo valor. Por eso le es completamente indiferente vivir con Él en Egipto o en Nazareth, en el taller del trabajador o en el templo, acompañarle en su vida pública o sentarse tranquilamente a sus pies con María y José. No vive el alma la propia vida sino la vida de Jesús.

¡Cuán tranquila, dichosa y fuerte se siente al estrechar la mano de Jesús y no dar un paso sin Él.

3.- Con Él va a la oración; se une a la Víctima divina que se inmola sobre el altar, uniendo el propio al divino sacrificio. Con él pide al Padre celestial perdón para los pecadores y con él ruega por la iglesia de la tierra y por la del Purgatorio. 

¡Cuán respetuosa se halla el alma en esta santa ocupación! En torno suyo y de Jesús adivina la augusta compañía de los ángeles y de los santos y se representa al Cielo abierto atento su oración.

Con Jesús va a sus ocupaciones de caridad, a cuidar desgraciados, a instruir ignorantes, a socorrer pobres. ¡Con cuánta delicadeza se acerca a todas estas miserias para aliviarlas ¡y, al aliviarlas, llevar las almas a Dios!

Con Jesús también va a sus mil otras ocupaciones sin importancia a los ojos de los hombres: a la conversación, a la comida, a la visita, a la recreación, al descanso. todas estas ocupaciones las toma con inmenso respeto porque la acercan a Dios.

4.- Y cuanto más humildes y ocultas son, tanto más las venera y las acoge con amor, ya que sabe que Jesús tiene preferencias por lo pequeño, ignorado y sin brillo.

Imita gozosa al divino Artista que le plugo dotar a las criaturas de tanta mayor perfección cuanto más pequeñas e ignoradas habían de ser.

Y así, sólo Jesús sabrá el empeño con que se consagra a realizar sus más insignificantes acciones y los tesoros de amor que confía a cada una de ellas.

¡Qué le importa que pasen desapercibidas! ¡Qué importa que toda su vida quede oculta con un velo! ¡qué importa que no sea, a la mirada de los hombres, más que un átomo en la inmensidad del universo.

5.- Después, Jesús irá con el alma no ya al templo a predicar, ni a Betania a descansar, sino a Gethsemaní a sufrir, con lo cual gozará el alma.

No se maravilla de la multiplicidad ni de la variedad de los sufrimientos; no examina lo que hay al fondo del cáliz, ni busca quién se lo presente, sino que con Jesús lo acepta y lo apura.

No especifica al Maestro la cruz que preferentemente quisiera llevar, ni siquiera le explica el deseo que tiene de sufrir, a menos que Jesús no le invite a ello, porque tiene inmenso respeto a la vida del Maestro divino que va escribiendo en su corazón, sin que nada profano la estorbe, ni trazo alguno humano pueda desfigurar en ella el Rostro del divino Crucificado.

Grande es el consuelo que el alma siente al estar tan estrechamente unida a su Divino Amigo y ser para Él como prolongación de su misma Humanidad para que pueda perpetuar su Pasión, y convertirse en canal por el que haga correr su amor hacia las almas.

¡Cuán hermosa es un alma sencilla así entregada a Jesús y cómo debe esforzarse por vivir tan plenamente como lo permita su condición humana!

6.-  Para conseguirlo, debe trabajar por ser dueña a cada momento de su atención y de toda su energía.

Cierto es que cuando el alma se halla en estado de gracia, todo lo que hace o manda la voluntad pertenece a Jesús, excepción hecha del pecado. El alma no necesita cerciorarse de que vive la vida de Jesucristo para que sea esa vida verdadera, ni necesita comprobar la bondad de sus actos para que pertenezcan a Jesús. Le ha entregado ya su voluntad y por eso el árbol pertenece completamente al Maestro con todas sus ramas, con sus hojas, flores y frutos.

Grande consuelo el presente para las almas sujetas a divagaciones involuntarias de espìritu o de imaginación.

7.- Con todo, ¡cuánto bello y consolador fuera que el alma acompañase a su Divino amigo durante todo el día, no sólo con la voluntad a menudo distraída, sino con todas las facultades a la vez!

El alma debe tender incesantemente hacia ese ideal de recogimiento, sin afligirse ni inquietarse por no haber llegado a él con la perfección que pudiera.

8.- Para llegar, en algún modo al menos, a concentrar toda la energía y atención posibles en el momento actual, ha de tratar sus facultades, y en particular su inteligencia con moderación.

No hay que exigir del espíritu lo que no puede dar, ni hay que imponerle tarea que sobrepuje sus fuerzas. De no hacer esto se le incapacitaría para prestar grandes servicios.

No hay que pedirle que se ocupe a la vez de lo pasado y lo futuro; bástale con lo presente, y en este presente hay que prestar al deber una atención tranquila y moderada.

Para contener el ímpetu de tu actividad, recuérdate a menudo que obras de concierto con Jesús, que eres instrumento y que el Maestro no tiene necesidad alguna de prisas.

9.- Dios creó el tiempo, y quiere que su criatura emplee en cada acción el que le ha enseñado desde toda una eternidad. La santidad final habrá de resultar del conjunto de estas ocupaciones cumplidas por amor con Jesús.

Dios quiere santificar las almas, pero gradualmente. en la naturaleza todo crece y se desarrolla lentamente y por grados; también en el orden de la gracia las almas siguen el mismo modo de perfeccionamiento.

Dios es eterno y no tiene por qué apresurarse: ve el principio y el fin de todas las cosas y nada se pierde ni desaparece sin su consentimiento.

10.- El alma inexperimentada se disgusta a la vista de la lentitud con que adelanta la obra de su santificación. Esta impaciencia es indicio de una virtud muy débil y de poca confianza en la divina Providencia. 

Preciso es reprimir estos apremiantes deseos y adapatarse al paso de Dios. El rápido camino lleva al precipicio.

Para construir las catedrales, que no habrán de durar más que un tiempo limitado, emplearon siglos nuestros antepasados y para construir el templo espiritual del alma, santuario vivoy eterno de la Santísima Trinidad, Dios tiene sobrado derecho de emplear varios años.

Por otra parte, mucho tiempo se necesita para que el fuego de la divina caridad llegue a derretir el hielo de todos nuestros defectos y a penetrar con su bienhechor influjo todos los pliegues y repliegues de nuestro corazón pecador.

Mucho tiempo se necesita para que la gracia, que ha sido difundida en el alma por el Espíritu Santo como aceite precioso, impregne nuestra voluntad, inteligencia y facultades con todos sus actos.

11.- No te preocupe nunca el saber a qué punto del camino hacia la eternidad has llegado, sino conténtate con ocuparte a diario de tus cosas con Jesús.

Olvídate a ti misma para no pensar más que en Cristo que vive en tí y que escribe en tu alma su Evangelio.

(Fragmento de "El Amigo Divino", de Jos. Schrijvers)

28/10/11

CIERTO RECONOCIMIENTO PARA UN GRAN PAPA

10/28/2011 

Un museo para Pío XII

Un museo en Roma, dedicado a Pío XII, el papa de la II Guerra Mundial, una figura que se antoja controvertida dentro de la historiografía contemporánea

Marco TosattiRoma

 
Un museo en Roma, dedicado a Pío XII, el papa de la II Guerra Mundial, una figura que se antoja controvertida dentro de la historiografía contemporánea, a causa de "una leyenda negra", por su así llamado "silencio" a propósito de las persecuciones nazis a los judíos; tesis por otro lado, puesta fuertemente en duda por muchos estudiosos, gran parte de ellos de cultura y religión judía. Y también un Pontífice en vías de beatificación.

Es la solicitud realizada por la biógrafa de Eugenio Pacelli, sor Margherita Marchione, de la cual se ha hecho portavoz el presidente de la Comisión  Turismo y  Moda de Roma Capitale, Alessandro Vannini. "Ha sido solicitada a la Administración de Roma Capitale y al Gobierno Italiano la creación un museo para recordar a este ilustre pontífice - se lee en una nota del representante del Popolo della Libertà (PDL). El Museo pretende acoger la herencia espiritual cristiana y de fraternidad universal del Papa Pío XII, además de profundizar y reconsiderar su espíritu profético inspirándose en ese ideal cristiano, hoy más actual que nunca.

 Como representante de Roma Capitale, he escuchado las peticiones de Sor Margherita Marchione y me pondré en marcha ante los organismos de competencia, para que la Administración se comprometa a encontrar una sede en la cual alojar el Museo del Papa Pío XII. La realización del Museo, será acompañada por la organización de una exposición sobre el Pío XII, que iniciará en el Campidoglio y luego se trasladará a Nueva York y más tarde a la Ciudad del Vaticano donde podrá ser visitada en el Corredor de Carlo Magno.

La exposición itinerante- concluye el comunicado- hará un recorrido por Europa, América del Norte y Argentina, por los lugares simbólicos visitados por Eugenio Pacelli hasta llegar a Jerusalén, para concluir en Roma con ocasión de su Beatificación".

María está pronta para ayudar a quien la invoca

Fragmento de LAS GLORIAS DE MARÍA


1. María es nuestro socorro

¡Pobres de nosotros que siendo hijos de la infeliz Eva, y por lo mismo reos ante Dios de la misma culpa, condenados a la misma pena, andamos agobiados por este valle de lágrimas, lejos de nuestra patria, llorando afligidos por tantos dolores del cuerpo y del alma! Pero ¡bienaventurado el que, entre tantas miserias, con frecuencia se vuelve hacia la consoladora del mundo y refugio de miserables, a la excelsa Madre de Dios y devotamente la llama y le ruega! “Bienaventurado el hombre que me escucha y vigila constantemente a las puertas de mi casa” (Pr 8, 34). “¡Dichoso –dice María– el que escucha mis consejos y llama constantemente a las puertas de mi misericordia, suplicando que interceda por él y lo socorra!”
La santa Iglesia nos enseña a sus hijos con cuánta atención y confianza debemos recurrir a nuestra amorosa protectora, mandando que la honremos con culto muy especial. Por esto cada año se celebran muchas fiestas en su honor; un día a la semana está especialmente consagrado a obsequiar a María; en el Oficio divino, los sacerdotes y religiosos la invocan en representación de todo el pueblo cristiano; y todos los días a la mañana, al mediodía y al atardecer los devotos la saludan al toque del Ángelus. En las públicas calamidades quiere la santa Iglesia que se recurra a la Madre de Dios con novenas, oraciones, procesiones y visitas a sus santuarios e imágenes.
Esto es lo que pretende María de nosotros, que siempre la andemos buscando e invocando, no para mendigar de nosotros esos obsequios y honores, que son bien poca cosa para lo que se merece, sino para que al acrecentarse nuestra confianza y devoción pueda socorrernos y consolarnos mejor. “Ella busca –dice san Buenaventura– que se le acerquen sus devotos con veneración y confianza; a éstos los ama, los nutre y los recibe por hijos”.

2. María está pronta a socorrernos

Dice el mismo santo que Ruth quiere decir “la que ve y se apresura”, y ella fue figura de María porque viendo nuestras desgracias se apresura a socorrernos con toda su misericordia. A lo que se añade lo que dice Novarino: que María, viendo nuestras miserias, ansiosa y llena de amor y deseo de hacernos bien, se dispone a socorrernos; y como no es tacaña en derramar las gracias, como madre de misericordia, no se demora en desparramar entre sus hijos los tesoros de su generosidad.
¡Qué pronta está esta buena madre a ayudar a quien la invoca! Explicando Ricardo de san Lorenzo las palabras de la Sagrada Escritura: “Tus pechos, como dos gamitos mellizos”, dice que María está pronta a dar la mística leche de su misericordia al que la pide, con la celeridad con que van los gamos veloces. Y dice: “A la más leve presión de un Ave María, derrama sobre quien la invoca oleadas de gracias”. Así que, dice Novarino, María no corre, sino que vuela en auxilio de quien la invoca. Ella, dice el mismo autor, al ejercer la misericordia es semejante a Dios; como el Señor, al instante alivia al que le pide ayuda, porque es fiel a la promesa con que se ha comprometido: “Pedid y recibiréis”, así María, en cuanto se siente invocada, al instante se presenta con su ayuda. Por esto mismo podemos entender quién es la mujer del Apocalipsis a quien se le dieron las alas del águila grande para volar al desierto (Ap 12, 14). Ribera entiende que estas alas son el amor con que María voló a Dios. Pero el beato Amadeo dice a nuestro propósito que esas alas del águila son la celeridad con que María, superando la velocidad de los serafines, socorre siempre a sus hijos.
Por eso se lee en el Evangelio de San Lucas que cuando María fue a visitar a santa Isabel y a colmar de gracias a toda aquella familia no anduvo con demoras, sino que, como dice el Evangelio: “Se levantó María y se marchó con prontitud a la montaña” (Lc 1, 39). Lo cual no se dice que hiciera a la vuelta. Por eso también se lee que las manos de María son como torneadas, porque, como dice Ricardo de San Lorenzo, así como labrar a torno es la manera más fácil y rápida, así María está más pronta que los demás santos a ayudar a sus devotos. Ella tiene supremos deseos de consolar a todos, y en cuanto se siente invocada, al instante, con sumo placer, acepta las plegarias y socorre al instante. Con razón, san Buenaventura llamaba a María “salvación de los que la invocan”, queriendo decir que para salvarse basta invocar a esta Madre de Dios. Ella, al decir de San Lorenzo, se manifiesta siempre pronta a ayudar a quien la llama. Y es que, como dice Bernardino de Busto, más desea tan excelsa Señora darnos las gracias de lo que nosotros deseamos recibirlas.

3. María nos dispensa su ayuda a pesar de nuestros pecados

Ni la muchedumbre de nuestros pecados debe disminuir nuestra confianza de ser oídos por María. Cuando ante ella nos postramos, encontramos a la madre de misericordia, y para la misericordia sólo hay lugar si encuentra miserias que aliviar. Por lo que como una amorosa madre no siente repugnancia de curar al hijo leproso, aunque la cura fuera molesta y nauseabunda, así nuestra maravillosa Madre no nos abandona cuando recurrimos a ella, por muy grande que sea la podredumbre de nuestros pecados que ella tiene que curar. Esta idea es de Ricardo de San Lorenzo. Esto mismo quiso dar a entender María apareciéndose a santa Gertrudis con el manto extendido para acoger a todos los que a ella acudían. Y vio la santa, a la vez, que todos los ángeles se dedican a defender a los devotos de María de las tentaciones diabólicas.
Es tanta la piedad que nos tiene esta buena Madre y tanto el amor que siente, que no espera nuestras plegarias para socorrernos: “Se anticipa a quienes la codician, poniéndoseles delante ella misma” (Sb 6, 14). Estas palabras san Anselmo se las aplica a María y dice que ella se adelanta a ayudar a los que desean su protección. Con lo cual debemos comprender que ella nos impetra de Dios innumerables gracias antes de que se las pidamos. Que por eso dice Ricardo de San Víctor que María, con razón, es asemejada a la luna: “Hermosa como la luna”, porque no sólo es veloz cual la luna para ayudar a quien la invoca, sino que además está tan ansiosa de nuestro bien que en nuestras necesidades se anticipa a nuestras súplicas y está presta a socorrernos antes que nosotros listos para invocarla. De esto nace, dice el mismo Ricardo de San Víctor, el estar tan lleno de piedad el pecho de María que, apenas conoce nuestras miserias, al instante derrama la mística leche de su misericordia, pues no puede conocer las necesidades de cualquiera sin acudir al punto a socorrerlo.
Esta inmensa piedad que tiene María de nuestras miserias, que la impulsa a compadecerse y aliviarnos aun antes de que la invoquemos, bien lo dio a entender en las bodas de Caná, como lo refiere el Evangelio de San Juan en el capítulo segundo. Se dio cuenta esta piadosa Madre de la confusión y vergüenza de aquellos esposos que estaban del todo afligidos al ver que faltaba el vino en el banquete; y sin que nadie se lo pidiera, movida solamente de su gran corazón que no puede ver las aflicciones de nadie sin compadecerse, fue a pedir a su Hijo, exponiéndole la necesidad de aquella familia para que los consolara. Y le dijo simplemente: “No tienen vino”. Después de lo cual el Hijo, para consolar a aquella buena gente, pero mucho más para contentar el corazón tan compasivo de su Madre que así lo deseaba, hizo el conocido milagro de transformar el agua de las ánforas en el mejor de los vinos. Y argumenta Novarino: “Si María, aunque nadie se lo pida, está tan pronta a adivinar y socorrer nuestras necesidades, cuánto más lo estará para socorrer a quien la invoca y suplica que le ayude”.

4. María jamás desoye una invocación

Y si alguno aún dudase de ser socorrido por María cuando a ella acude, vea cómo lo reprende Inocencio III: “¿Quién la invocó y no fue por ella escuchado?” ¿Dónde hay uno que haya buscado la ayuda de esta Señora y María no lo haya escuchado? “¿Quién –exclama ahora Eutiques, oh bienaventurada, acudió en demanda de tu omnipotente ayuda y se vio jamás abandonado? ¡Nadie, jamás!” ¿Quién, oh Virgen la más santa, ha recurrido a tu materno corazón que puede aliviar a cualquier miserable y salvar al pecador más perdido y se ha visto de ti abandonado? De verdad que nadie, nunca jamás. Esto no ha sucedido ni nunca ha de suceder. “Acepto –decía san Bernardo– que no se hable más de tu misericordia ni se te alabe por ella, oh Virgen santa, si se encontrara alguno que habiéndote invocado en sus necesidades se acordara de que no había sido atendido por ti”. Dice el devoto Blosio: “Antes desaparecerán el cielo y la tierra que deje María de auxiliar a quien con buena intención suplica su socorro y confía en ella”.
Añade san Anselmo para acrecentar nuestra confianza que cuando recurrimos a esta divina Madre no sólo debemos estar seguros de su protección, sino de que, a veces, parecerá que somos más presto oídos y salvados acudiendo a María e invocando su santo nombre que invocando el nombre de Jesús nuestro Salvador. Y da esta razón: que a Cristo, como Juez, le corresponde castigar, y a la Virgen como madre, siempre le corresponde compadecerse. Quiere decir que encontramos antes la salvación recurriendo a la Madre que al Hijo, no porque sea María más poderosa que el Hijo para salvarnos, pues bien sabemos que Jesús es nuestro exclusivo Redentor, quien con sus méritos nos ha obtenido y él únicamente obtiene la salvación, sino porque recurriendo a Jesús y considerándolo también como nuestro Juez, a quien corresponde castigar a los ingratos, nos puede faltar (sin culpa de él) la confianza necesaria para ser oídos; pero acudiendo a María, que no tiene otra misión más que la de compadecerse como madre de misericordia y de defendernos como nuestra abogada, pareciera que nuestra confianza fuera más segura y más grande. “Muchas cosas se piden a Dios y no se obtienen, y muchas se piden a María y se consiguen porque Dios ha dispuesto honrarla de esta manera”. Y eso ¿por qué? Y responde Nicéforo que esto sucede no porque María sea más poderosa que Dios, sino porque Dios ha decretado que así tiene que ser honrada su Madre.
Qué dulce promesa le hizo el Señor a santa Brígida. Se lee en el libro primero de sus Revelaciones, capítulo 50, que un día oyó la santa que hablando Jesús con su Madre le decía: “Madre querida, pídeme lo que quieras que nada te negaré; y bien sabes que a todos los que me buscan por amor a ti, aunque sean pecadores, con tal que deseen enmendarse, yo prometo escucharlos”. Lo mismo fue revelado a santa Gertrudis cuando oyó que nuestro Redentor decía a María que él, con su omnipotencia, le había concedido tener misericordia con los pecadores que la invocaban y tenía licencia para usar de esa misericordia como le pareciere.
Que todos los que invoquen a María con total confianza, como a madre de misericordia, le hablen como san Agustín: “Acuérdate, oh piadosísima Mará, que jamás se ha oído decir que nadie de los que han implorado tu protección se haya visto por ti abandonado”. Y por eso perdóname si te digo que no quiero ser este primer desgraciado que recurriendo a ti se vaya a ver abandonado.

26/10/11

¿BASTARÁ CON TALES CORRECCIONES?

Puede leerse en CHIESA

Asís se repite. Pero revisado y corregido

La invitación extendida a los no creyentes y la oración en las habitaciones a puerta cerrada. Son las dos novedades de la nueva edición del encuentro. Como trasfondo: el año de la fe y el martirio de los cristianos en el mundo

por Sandro Magister


ROMA, 26 de octubre del 2011 – En la "jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo" que ha lanzado para mañana en Asís —a veinticinco años de la primera y discutida edición por obra del Papa predecesor suyo— Benedicto XVI ha introducido dos novedades.

La prima es la extensión de la invitación, aparte de los exponentes de las religiones de todo el mundo, a los no creyentes. Con su presencia, la jornada de Asís tomar la forma de un simbólico "patio de los gentiles", animado no sólo por "temeroso de Dios" sino también por quien no cree en Dios, sin por ello dejar de buscarlo.

Los no creyentes que han aceptado participar en la jornada de Asís son el filósofo italiano Remo Bodei, el filósofo mejicano Guillermo Hurtado, el economista austriaco Walter Baier y la filósofa y psicoanalista francesa Julia Kristeva, que tomará la palabra en la fase inicial del encuentro, al último, después de una secuencia de ocho intervenciones por parte de exponentes religiosas entre los cuales está el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I y el rabino David Rosen del Gran Rabinato de Israel.

Después de Julia Kristeva hablará Benedicto XVI, su único discurso en la jornada.

*

La segunda novedad es que no habrá ningún momento de oración visible y organizada, por parte de los presentes, ni en común ni en paralelo, como en cambio ocurrió en 1986 con los varios grupos religiosos reunidos en oración en varios lugares de la ciudad de san Francisco.

Mañana, simplemente, después del "almuerzo frugal" en el convento de Santa María de los Ángeles, serán asignadas a los cerca de trescientos invitados sendas habitaciones individuales, en los alojamientos adyacentes al convento, para un "tiempo de silencio, para la reflexión y/o rezo personales".

Este espacio de silencio durará cerca de una hora y media. El pensamiento se remite al pasaje del Discurso de la Montaña en el cual Jesús dice: "Tú en cambio, cuando ores, entra en tu habitación y, a puerta cerrada, ora al Padre tuyo en secreto; y el Padre tuyo, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6, 6)

*

Ambas novedades hacen diferente la jornada de Asís lanzada por Benedicto XVI respecto a la original de Juan Pablo II y sus subsiguientes ediciones, sea por parte del Papa, en 1993 y en el 2002, sea por parte de la Comunidad de San Egidio, casi una al año, la última en Munich el pasado setiembre.

Como cardenal, Joseph Ratzinger no participó en el encuentro de Asís de 1986. Nunca lo criticó en público, pero su ausencia fue interpretada como una toma de distancia de los equívocos que la iniciativa indudablemente produjo, dentro y fuera de la Iglesia católica.

Después del encuentro del 1986 nació una fórmula que encendía tanto el entusiasmo de una parte del mundo católico y como serias reservas de muchos otros: el "espíritu de Asís".

Juan Pablo II usó por primera vez esta fórmula poco después del primer encuentro de Asís y a continuación la volvió a utilizar de manera repetida.

Benedicto XVI, en cambio, ha hecho uso de ella muy de pasada: salvo error, no más de dos veces, y la primera vez precisamente para librarla de malas interpretaciones.

Era el mes de setiembre del 2006 y la Comunidad de San Egidio había lanzado su reunión interreligiosa anual precisamente en Asís, en el octavo centenario de la muerte de san Francisco.

Benedicto XVI, invitado a participar del encuentro, no aceptó. Pero escribió al obispo de Asís una carta, en concomitancia con la apertura del encuentro.

En su carta a cierto punto se lee:

"Para que no haya equívocos con respecto al sentido de lo que Juan Pablo II quiso realizar en 1986, y que se ha calificado con una expresión suya como 'espíritu de Asís', es importante no olvidar el cuidado que se puso entonces para que el encuentro interreligioso de oración no se prestara a interpretaciones sincretistas, fundadas en una concepción relativista.

"Precisamente por este motivo, desde el primer momento, Juan Pablo II declaró: 'El hecho de que hayamos venido aquí no implica intención alguna de buscar entre nosotros un consenso religioso o de entablar una negociación sobre nuestras convicciones de fe. Tampoco significa que las religiones puedan reconciliarse a nivel de un compromiso unitario en el marco de un proyecto terreno que las superaría a todas. Ni es tampoco una concesión al relativismo de las creencias religiosas'.

"Deseo reafirmar este principio, que constituye el presupuesto del diálogo entre las religiones que recomendó hace cuarenta años el concilio Vaticano II en la Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (cf. Nostra aetate, 2).

"Aprovecho de buen grado la ocasión para saludar a los exponentes de las demás religiones que participan en algunas de las conmemoraciones de Asís. Al igual que nosotros, los cristianos, también ellos saben que en la oración se puede hacer una experiencia especial de Dios y encontrar estímulos eficaces para trabajar por la causa de la paz.

"En este aspecto también es preciso evitar confusiones inoportunas. Por eso, también cuando nos reunimos para orar por la paz es necesario que la oración se desarrolle según los distintos caminos que son propios de las diversas religiones. Esta fue la opción que se hizo en 1986, y sigue siendo válida también hoy. La convergencia de personas diversas no debe dar la impresión de que se cae en el relativismo que niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla".

*

Pero no es todo. Para comprender el significado que Benedicto XVI quiere dar a la jornada de Asís es necesario tener presente al menos otros dos hechos.

El primero es que en la víspera de la cita de Asís el Papa Ratzinger ha anunciado un "año de la fe". El Papa lo hará coincidir no sólo con los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II sino también y más aún con los veinte años de la inauguración de aquel abecedario de la doctrina de la fe que es el Catecismo de la Iglesia católica, audazmente querido por Juan Pablo II y todavía demasiado desatendido.

El lanzamiento del "año de la fe" va a la par paso a paso con otra decisión característica de este pontificado: la de la "nueva evangelización". Que no se refiere solamente a los países de antigua tradición cristiana investidos por la ola de secularismo, incluida América latina, sino también los lugares donde el cristianismo no ha llegado nunca, y que están necesitados de un nuevo impulso misionero.

Es evidente que este objetivo prioritario del pontificado de Benedicto XVI es incompatible con un "espíritu de Asís" que por amor de paz se traduzca en un desarme del anuncio de la fe en Cristo único Salvador.

*

Además, la pacífica reunión de Asís, de representantes de las religiones no elimina que en varias localidades del mundo los credos estén en conflicto y los cristianos en particular estén entre los que están más en peligro.

Dos hechos recientes son emblema de esta dramática realidad: la masacre de decenas de cristianos coptos en el Cairo por parte de extremistas musulmanes y del mismo ejército y el asesinato en Filipinas de un misionero, el padre Fausto Tentorio.

El abrazo de paz de Asís vale más con este trasfondo.

Así como valen otros signos de paz análogos. Uno de estos se ha tenido en Milán el pasado 21 de octubre.

Precisamente mientas en tantas ciudades del mundo se enardecían los "indignados", cuatro mil jóvenes recorrieron pacíficamente las calles de Milán para solicitar a los Estados iniciativas para los pueblos con hambre.

Y levantaban la imagen del padre Tentorio, el último de los mártires, una vida gastada por el anuncio del Reino de Dios a los pobres, un san Francisco de hoy.

17/10/11

PARA QUE ÉL REINE

De Jean Ousset
 
CRISTO REY


" Cuanto mayor es el indigno silencio con que se calla el dulce nombre de nuestro Redentor en las conferencias internacionales y en los Parlamentos, tanto más alta debe ser la proclamación de ese nombre por los fieles y la energía en la afirmación y defensa de los derechos de su real dignidad y poder."
S.S.Pío XI, Quas primas

CAPÍTULO I

Alfa y Omega



CRISTO REY, AUTOR Y FIN DE LA CREACIÓN

« En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y et Verbo era Dios. El estaba en el principio en Dios. Todas las cosas han sido hechas por El y nada de lo que existe ha sido hecho sin El » (1).


Pero si es principio del universo, el Verbo es también su Fin.

« Nada tiene esto de extraño escribe Dom Delatte (2). La primera « causa eficiente es también la última causa final; la armonía de las cosas quiere que el Alfa sea el Omega, principio y fin, y que todo se termine y vuelva finalmente a su primer principio. ¿Cómo no había de ser el heredero y el término de los siglos Aquél por quien los siglos comenzaron?»

Ya desde el segundo versículo de su Epístola a los Hebreos, San Pablo lo enseña vigorosamente. « Los términos son de una rigurosa precisión; nunca se ha hablado de este modo: es el mismo Hijo de Dios quien ha hecho los siglos y en quien los siglos terminan como en el heredero de su obra común: en verdad han trabajan, para El... » (3) «y que todas las cosas se acaben en El, que en el encuentren su término y su consumación, proviene de que el Padre le ha instituido heredero de todas las personas y cosas. Filiación y herencia van juntas: la una es consecuencia de la otra. Pero esta concepción de la herencia no quiere tan sólo decir que las almas y los pueblos son suyos; significa igualmente que toda la historia se orienta hacia El, que es el término de la creación, pero también « de la historia, que los sucesos se encaminan hacia El, que es el heredero del largo esfuerzo de los siglos, y que todos han trabajado para El.

¿Acaso Sócrates, Platón y Aristóteles no han pensado para El? ¿Es que la Iglesia no ha venido, a su hora, para recoger como bien suyo, como una riqueza preparada por Dios para ella, todo el fruto de la inteligencia antigua? ¿Para quién sino para la Iglesia, han hablado la ley y los profetas, la religión judía se ha desarrollado, las escuelas socráticas han discutido, la escuela de Alejandría balbuceado su « logos », los pueblos se han mezclado, los judíos han sido puestos en contacto sucesivamente con todas las grandes monarquías, el Imperio Romano adquirió su poderosa estructura?

El Señor es el heredero de todo; a El, primero en el pensamiento de Dios, se han ordenado todas las obras de Dios» (4).

Esto es lo normal, lo prudente. Porque un querer perfectamente ordenado quiere, desde el comienzo, el Fin (5). El orden consiste, pues, en que todo el universo gravite hacia el Verbo como hacia su término.

Y el Verbo, es Jesucristo nuestro Señor.


Dios quiere primero Su gloria.

«Dios quiere crear porque quiere Su glorificación fuera de Sí mismo. Y queriendo Su glorificación exterior, El quiere, en primer lugar y principalmente, lo que, en la historia actual de la humanidad es el primero y universal medio de procurarla: la Encarnación Redentora, obra de Cristo, cumplida con la cooperación de Su Madre. Así Jesús y María son principalmente queridos por Dios como aquellos de quienes dependen todas sus otras obras... Tienen sobre la Creación « entera la preeminencia y una verdadera realeza... (6) .

Frecuentemente se representa al Creador en la obra de los seis días, trabajando en función del hombre... Esto es cierto. Pero el primer hombre y la primera mujer para quienes prepara estas maravillas no son Adán y Eva, son Jesucristo y María.

En la historia del mundo, Adán y Eva están bajo la dependencia de Jesús y de María, por quienes ellos y sus descendientes han recuperado la Gracia. Jesús y María son, en efecto y en el orden actual de las cosas, los primeros en la intención divina y las verdaderas cabezas de la humanidad » (7).

CRISTO ES REY


Por tanto, Jesucristo es Rey.

«No hay—escribe Monseñor Pie—ni un profeta, ni un evangelista, «ni uno de los apóstoles que no le asegure su cualidad y sus atribuciones de rey. »

«Un niño nos ha nacido y un hijo nos ha sido dado », escribe Isaías en su visión profética. « El imperio ha sido asentado sobre sus hombros... » Daniel es aún más explícito: « Yo miraba en las visiones de la noche y he aquí que, sobre las nubes, vino como un Hijo de hombre; él avanzó hasta el anciano y le condujeron ante él. Y éste le dio el poder, gloria y reinado, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su dominación es una dominación eterna que no acabará minea y su reino no será nunca destruido... »

Pero en este sentido podría invocarse toda la Sagrada Escritura y la Tradición toda. La unanimidad es absoluta.

«Príncipe de los reyes de la tierra» le llama San Juan en el Apocalipsis, y sobre sus vestiduras como sobre El mismo, pudo leer el Apóstol: «Rey de los reyes y Señor de los señores. »

CRISTO ES REY UNIVERSAL


Por tanto, Jesucristo es Rey.

Rey por derecho de nacimiento eterno, puesto que es Dios...

Rey por derecho de conquista, de redención, de rescate.

Y esta realeza se comprende que es universal. Nada, en efecto, puede ser más universal, más absoluto que esta realeza, puesto que Cristo es, El mismo, el principio y el fin de toda la Creación.

Para que no quepa duda alguna, no obstante, Nuestro Señor se cuidó de precisar: «Omnia potestas data es mihi in coelo et in térra.» «Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra.»

En el cielo y en la tierra..., que es como decir: en el orden sobrenatural y en el orden natural.

«Ahí está efectivamente, escribe Monseñor Pie, el nudo de la cuestión... No olvidemos ni permitamos que se olvide lo que nos enseña el gran Apóstol: que Jesucristo después de haber descendido de los cielos, ha ascendido a ellos, a fin de cumplir todas las cosas: ut impleret omnia. No se trata de su presencia en cuanto Dios, puesto que esta presencia ha existido siempre, sino de su presencia como Dios y hombre a la vez. De hecho Jesucristo se halla, desde entonces, presente en todo, así en la tierra como en el cielo; llena el mundo con su nombre, su ley, su luz, su gracia. Nada existe fuera de su esfera de atracción o de repulsión; ninguna cosa, ni ninguna persona, pueden serle del todo extrañas e indiferentes; se está con El o contra El; ha sido colocado como piedra angular: piedra de edificación para unos, piedra de tropiezo y de escándalo para otros, piedra de toque para todos. La historia de la humanidad, la historia de las naciones, la historia de la paz y de la guerra, la historia de la Iglesia sobre todo, no es sino la historia de Jesús que todo lo colma: ut impleret omnia » (8).

«Ni en su persona, ni en el ejercicio de sus derechos, puede ser Jesucristo dividido, disuelto, fragmentado; en El, la distinción de las naturalezas y de las operaciones no puede ser jamás la separación, la oposición; lo divino no puede repugnar a lo humano, ni lo humano a lo divino. Al contrario, El es la paz, la aproximación, la reconciliación; es el engarce que de dos cosas hace una... Por eso San. Juan nos dice: « Todo espíritu que disuelve a Jesucristo no es de Dios, sino que es justamente ese anticristo de quien habéis oído que está para llegar y que al presente se halla ya en el mundo...» Así cuando yo oigo, concluye Monseñor Pie, ciertos rumores que crecen, ciertos aforismos que prevalecen de día en día y que introducen en el corazón de las sociedades, el disolvente bajo la acción del cual debe perecer el mundo, lanzo este grito de alarma: guardaos del anticristo» (9).


CRISTO ES REY TODOPODEROSO


Sí, todo poder ha sido dado a Cristo en el cielo y en la tierra.

Esta verdad está en la base misma del catolicismo.

La encontramos en las epístolas y los discursos de San Pedro. La volvemos a encontrar, subyacente en toda la enseñanza de San Pablo. Su fórmula «non est potestas nisi a Deo», no es, en el fondo, otra cosa que la expresión de la misma idea, de una manera más particular.

Jesucristo ha pedido y su Padre le ha concedido. Todo desde entonces le ha sido entregado. Está a la cabeza y es el jefe de todo, de todo sin excepción. « En El y rescatados por su sangre», escribía San Pablo a los Colosenses (10), «tenemos la redención y la remisión de los pecados; que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en El fueron creadas todas las cosas del Cielo y de la Tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades; todo fué creado por El y para El. El es anterior a todo y todo subsiste en El. El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia. El es el principio, el primogénito de los muertos; para que tenga la primacía sobre todas las cosas. Y plugo al Padre que en El habitase toda plenitud de la divinidad y por El reconciliar consigo, pacificando por la sangre de su Cruz todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo en Jesucristo Nuestro Señor». Tal es la enseñanza del Apóstol.

«No establezcáis, pues, en modo alguno excepción allí donde Dios no ha dejado lugar a la excepción, exclama monseñor Pie. El hombre individual y el jefe de familia, el simple ciudadano y el hombre público, los particulares y los pueblos, en una palabra, todos los elementos de este mundo terrestre, cualesquiera que sean, deben sumisión y homenaje al nombre de Jesús».

CRISTO ES REY DE LAS NACIONES


Jesucristo rey universal... y, por tanto, rey de los reyes, rey de las naciones, rey de los pueblos, rey de las instituciones, rey de las sociedades, rey del orden político como del orden privado.

Después de lo que se acaba de decir, ¿cómo se concibe que pueda ser de otro modo?

Si Jesucristo es rey universal, ¿cómo podría esa realeza no ser también realeza sobre las instituciones, sobre el Estado: realeza social? ¿Cómo se la podrá llamar universal sin ella?

Si las discusiones son tan vivas sobre este punto, es porque tocamos el terreno de aquel a quien la Escritura llama precisamente «el príncipe de este mundo». He aquí que perseguimos al dragón hasta su último reducto, que lo acosamos donde pretende hacer su guarida... ¿qué hay de extraño que redoble la violencia escupiendo llamas y humo para intentar cegarnos?

¡Cuántos se dejan engañar!

«Hay hombres en estos tiempos, observaba ya monseñor Pie, que no aceptan y otros que sólo aceptan a duras penas los juicios y decisiones de la Iglesia... ¿Cómo dar el valor de dogma (dicen o piensan) a enseñanzas que datan del «Syllabus» o de los preámbulos de la primera constitución del Vaticano?

Tranquilizaos, responde el obispo de Poitiers, las doctrinas del «Syllabus» y del Vaticano son tan antiguas como la doctrina de los apóstoles, de las Escrituras... A quienes se obstinan en negar la autoridad social del Cristianismo, San Gregorio Magno da la respuesta (11). En el comentario del Evangelio en que se cuenta la Adoración de los Magos... al explicar el misterio de los dones ofrecidos a Jesús por estos representantes de la gentilidad, el santo doctor se expresa en estos términos:

Los Magos—dice—reconocen en Jesús la triple cualidad de Dios, de hombre y de rey. Ofrecen al rey oro, al Dios incienso, al hombre mirra. Ahora bien—prosigue—, hay algunos heréticos: sunt vero non nulli hoeretici, que creen que Jesús es Dios, que creen igualmente que Jesús es hombre, pero que se niegan en absoluto a creer que Su reino se extiende por todas partes: sunt vero nonnulli hoeretici, qui hunc Deum credunt, sed ubique regnare nequaquam credunt.

Hermano mío, continúa Monseñor Pie, dices que tienes la conciencia en paz, y al aceptar el programa del catolicismo liberal, crees permanecer en la ortodoxia, ya que crees firmemente en la divinidad y humanidad de Jesucristo, lo que basta para considerar tu cristianismo inatacable. Desengañaos. Desde el tiempo de San Gregorio, había «algunos heréticos» que, como tú, creían en esos dos puntos; pero su herejía consistía en no querer reconocer en el Dios hecho hombre una realeza que se extiende a todo... No, no eres irreprochable en tu fe, y el Papa San Gregorio, más enérgico que el «Syllabus», te inflige, la nota de herejía, si eres de los que considerando un deber ofrecer a Jesús el incienso, no quieren añadirle el oro... » (12), es decir, reconocer y proclamar Su realeza social.

Y, en nuestros días, Pío XI, con particular insistencia ha querido recordar al mundo la misma doctrina en dos encíclicas especialmente escritas sobre este tema: Ubi Arcano Dei y Quas Primas.

Esta es, pues, la enseñanza eterna de la Iglesia, y no una determinada prescripción de detalle, limitada a una sola época. En los comienzos de la Era Cristiana, como más tarde, lo relativo a la conducta ha podido venir a mezclarse con lo relativo a los principios. «Pero el derecho, señala Monseñor Pie (13), el principio del estado cristiano, del príncipe cristiano, de la ley cristiana, que yo sepa jamás han sido discutidos hasta estos últimos tiempos, ni escuela católica alguna pudo nunca entrever en su destrucción un progreso y un perfeccionamiento de la sociedad humana…», como hoy se oye repetir tantas veces.

NOTAS:

1 Comienzo del Evangelio de San Juan.
2 Dom Paul Delatte, Les èpitres de saint Paul, t. II, p. 288.
3 Dom. Paul Delatte, idem, p. 287.
4 Idem, p. 287-8.
5 ...quiere, ante todo, el fin, en el orden de la intención. El enfermo quiere, en primer lugar, curarse; tal es su intención. Para esto tomará la medicina... «Finís primun in intentione, ultimatum in executione». «El fin primero en el orden de la «intención, es el último en el orden de la realización».
6 San Francisco de Sales...: Dios «eligió crear a los hombres y a los Ángeles como para acompañar a su Hijo, participar de sus gracias y de su gloria y adorarle y alabarle eternamente». (Traité de l'Amour de Dieu, t. II, cap. IV, página 100.)
7 René Marie de la Broise, «Etudes-» de los Padres jesuitas, t. LXXIX, 301.
8 Op. cit., t. V, p. 166.
9 Card. Pie, Œuvres, t. IV, p. 588 (cit. San Juan: 1.a Epístola. IV. 3). 
10 Epístola de San Pablo a los Colosenses, I, 12-20 ... Epístola de la Fiesta de Cristo Rey.
11 Excelente ocasión para destacar cuán perfectamente ilustra este pasaje la doctrina de Pío XII en Humani Generis. «Ni puede afirmarse que las enseñanzas de las Encíclicas no exijan, de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los «Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema potestad de su Magisterio. «Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El que a vosotros oye, a Mí me oye, y, la mayor parte de las «veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece—por otras razones— « al patrimonio de la doctrina católica... »
12 Op. cit., t. VIII, p. 62 y 63.
13 Op. Cit., t. V, p. 179-180.
(Fragmento)
Puede leerse completo en CENTRO SAN BENITO 
 

12/10/11

JESÚS, MISTERIO DE LOS SIGLOS


                                                                   

Misterium quod absconditum fuit a saeculis
et generationibus (Colosenses 1, 26)


1. Sólo Jesús tiene las llaves de la ciencia y las llaves del abismo. Él sólo puede romper los siete sellos que cierran el libro del porvenir para leer y descubrir sus secretos.

La naturaleza creada, el espíritu y el corazón del hombre, la sociedad, la historia, la Iglesia de Cristo, todo esto es un libro lleno de enigmas. dios ha abandonado todo esto a la investigación y a la discusión de los hombres, pero sin Jesús nada se esclarece y nada se explica.

2. ¿Qué significa en la naturaleza esta muerte aparente que dura los prolongados meses de invierno, qué la germinación, descomposición del grano en la tierra para producir la planta, como si la vida debiera salir de la muerte?

¿Qué significan esta multitud de seres infinitamente pequeños, esta profusión de poder y esta riqueza para crear lo que no debe vivir más que un instante, esta serie interminable de seres lanzados como en confusión y al azar al mundo visible, cual si del desorden pudiera nacer la armonía?

¿Qué significan estas anomalías, estas contradicciones y lagunas aparentes en el gobierno del mundo material, y esta admirable finalidad jamás frustrada, esta Provindencia que nunca falla?

3.- ¿Cómo explicar, después de aquella necesidad de amistad que atormenta el corazón del hombre y el egoísmo que doquiera le persigue; la aspiración universal hacia la soledad, hacia la unión, hacia el amor, y las guerras, las revoluciones con las oposiciones, las luchas y los odios que son consecuencia suya?

¿Qué significa esta necesidad invencible de justicia y de equidad, estas permanentes desigualdades, estas flagrantes injusticias, esta opresión de los débiles y esta explotación del indigente?

Se alaba la hermosura de la virtud, querríase poseerla, y sin embargo se la calumnia y se la persigue.

Se reconoce la necesidad del bien, y sin embargo se asiste impotente a la victoria del mal.

4.- La historia, a su vez, está llena de enigmas. Los hombres deciden libremente de los sucesos; forman y transforman los imperios, crean los pueblos, gobiernan libremente, disponen de todo según su capricho y su ambición.
Y, con todo, la historia del mundo obedece a leyes invariables. Una mano invisible tiene los hilos de esta trama tan libremente urdida. El ser a quien no se ve, a quien no se quiere ver, a quien se quisiera rechazar, se halla doquiera dirigiendo a su merced los sucesos, y disponiendo para sus fines de las pasiones humanas.

Cuanto más libre e independiente se cree el espíritu humano, tanto más esclavo es de sus prejuicios y de sus caprichos, y tanta mayor necesidad siente de dependencia y aprendizaje.

Cuanto más extraviada se halla la humanidad por los caminos del error, con tanta mayor presteza puede ser conducida, por el exceso mismo de sus desvaríos, a la vida y la virtud.

5.- Y todas estas aparentes contradicciones no son más que los aspectos particulares del problema universal con que a cada paso se choca en el mundo visible, en el arte, en la ciencia y en la vida individual, familiar y social, en la vida espiritual de cada alma y en la vida de la Iglesia.

Dos elementos hay en pugna que es preciso conciliar: dos términos opuestos que hay que unir: lo mudable, lo caprichoso y la ley invariable; la actividad y la inercia, la materia y la forma, el poder y el obrar, la libertad y la autoridad.

Doquiera que el hombre lleva sus investigaciones, en el orden de la naturaleza o en el de las ideas, en el mundo moral, político, económico o en el de la gracia, doquiera encuentra estos dos principios.

Si suprime uno, produce en el orden filosófico un error, en el terreno teológico o moral una herejía, en la política o en la economía una perturbación, y en el mundo de la naturaleza un malestar o un cataclismo.

La libre concurrencia ilimitada, bajo el punto de vista material, produce el liberalismo económico; la intervención exagerada del Estado, el socialismo.

La libertad sin freno, en política, engendra la anarquía; la autoridad sin endulzamiento produce la tiranía.

La libertad sin límites en moral, es el laxismo; la autoridad no limitada por la libertad es el rigorismo.

A través de los siglos, los teólogos, los filósofos, los políticos, los economistas, los dueños de todas las ciencias naturales, se han dividido en escuelas opuestas para resolver este problema y para conciliar estos dos elementos siempre incompatibles bajo algún punto de vista.

6.- Este mismo problema se halla planteado en la vida espiritual de todo hombre.

¿Cómo conciliar la extrema debilidad del alma, sus perpetuas caídas, con su progreso incesante; su impotencia para todo bien con el continuo heroísmo de su vida; sus infidelidades, renovadas a cada paso, con la invencible ternura que Dios le manifiesta; el precepto que tiene de obrar como si todo dependiera de ella con la convicción de que por sí misma nada puede; esta absoluta desconfianza de sí misma y la persistente confianza de llegar a la santidad; la insignificancia de sus obras, la imperfección de su vida, los desfallecimientos en la lucha y la persuasión de tan alta recompensa; los sufrimientos físicos y morales que destruyen su ser y la certidumbre que de esta muerte surgirá la vida para otras almas;  las vicisitudes interiores, el continuo caminar por el desierto de la vida espiritual y la confianza de arribar a la tierra prometida?

7.-  Y, sobre todo esto,  se cierne un misterio aún mayor, el hecho único en la historia: la Iglesia Católica.

La Iglesia siempre combatida en su doctrina, en su moral, en su gobierno... y siempre en pie.

La Iglesia siempre inmutable en sus dogmas, siempre adaptada a las necesidades de los tiempos, siempre intransigente y siempre flexible, sufridora y triunfante, enferma y hallando siempre en su enfermedad fuerza y vigor.

La Iglesia perpetuamente odiada y siempre temida, despreciada o ignorada a sabiendas, y sin embargo siempre en el primer plan de las preocupaciones del mundo.

La Iglesia siempre tras un fin espiritual y procurando a los hombres la felicidad y el bienestar material.


La iglesia proclamada la enemiga de toda cultura y llevando consigo la civilización.

La Iglesia proponiendo dogmas increíbles y cautivando bajo su yugo a las más privilegiadas inteligencias, imponiendo a sus discípulos la abnegación y la cruz, y siempre escuchada y siempre obedecida.

La Iglesia estableciéndose a fuerza de persecuciones, renovándose en el tiempo de los combates y el sufrimiento, y regenerándose en la sangre de sus propios hijos.

La Iglesia, en apariencia más débil que los imperios que la rodean, y a todos los cuales sobrevive.

La Iglesia reducida a impotencia, despojada de todo auxilio humano, encadenada, sin dominio sobre los cuerpos, pero fuerte, libre y dueña de los corazones.

8. Por fin llegamos a Jesús, en quien hallamos acumulados todos los problemas desparramados por la naturaleza, en el corazón y el espíritu del hombre, en la sociedad, en la historia y en la Iglesia universal.

Jesús es el problema por excelencia y quien lo comprenda habrá hallado la solución de todos los demás. Es el misterio que Dios ha ocultado desde el principio de los siglos y cuyas huellas ha dejado esparcidas por toda la creación. Y ¿cuál es ese misterio?

Es la unión que se obra en Jesús de lo finito con lo infinito, de la Humanidad con la Divinidad, de la debilidad con la fuerza, de la muerte con la vida, de la pobreza con la riqueza, de la obediencia con la libertad, del sufrimiento ilimitado con la infinita felicidad.

Jesús, Hombre-Dios, lo une todo en una síntesis magnífica, la ciencia y la fe, el principio inmutable y su fecunda aplicación, la inmovilidad y el progreso, las leyes eternas y los hechos particulares.

él armoniza entre Sí lo finito con lo infinito, la unidad en la distinción, la entera libertad del hombre y el soberano dominio de Dios, la responsabilidad de la criatura y la moción todopoderosa de la Causa Primera, el mérito y la predestinación, el interés del hombre y la gloria de Dios, los derechos de la justicia y las condescendencias de la misericordia.

Sólo Jesús concilia en Sí mismo el homenaje finito que la criatura tributa a su Autor y la exigencia de una gloria infinita; la necesidad de amor sensible con el deber de amar soberanamente a la espiritual Beldad, la sed de felicidad infinita que atormenta a todo hombre y la capacidad limitada del corazón humano, la aspiración a la inmutabilidad, al descanso, a la vida sin fin, con el problema del dolor y la muerte.

Jesús es perfecto y lo esclarece todo. Está en el centro del mundo creado e increado, y responde a todas las necesidades del alma. Vive en toda la naturaleza que prefigura y simboliza su vida, su muerte y su resurrección.

Es el alma de la sociedad, la llave de la historia, el jefe de la Iglesia que continúa acá abajo su vida humillada y triunfante a la vez. Vive en cada alma y en cada alma continúa su pasión y la obra de la Redención.

9.- Y, lo que es más de admirar, es que al paso que ilumina todos los misterios, ninguno de ellos lo explica a fondo a nuestros ojos mortales.

Hace que adivinemos su profundidad, y cómo en Él se halla la solución fecunda, pero no descubre ninguno, sino que nos deja bajo las sombras de la fe. Levanta el velo, pero sin rasgarlo. Nos da la certeza, pero sin la visión; nos da el goce, pero sin disminuir el mérito; los transporta al mundo divino, pero sin quitarnos de la tierra.

Y el problema supremo que es la clave de todo, la unión de lo finito con lo infinito en una sola Persona Divina, continúa siendo el problema más oscuro, y el más incomprensible aquí abajo.

10.- ¡Oh Jesús, misterio de los siglos, yo os adoro, os amo e inclino con respeto mi frente ante vuestra grandeza y me oculto confiado en vuestro Sagrado Corazón.

Esta majestad soberana aliada a una ternura infinita, esta santidad sin tacha unida a una incansable compasión para con mi debilidad humana, es el misterio que aún encuentro doquiera, que hace que me enamore de Vos en la tierra, y que será mi admiración eterna en el Cielo.
                                                                              
(Fragmento de "El Amigo Divino", de Jos. Schrijvers)



7/10/11

LA ENCARNACIÓN DE CRISTO

San Cirilo de Jerusalén


El Hijo de Dios se ha hecho hombre
1. Como alumnos de la pureza y discípulos de la prudencia, celebremos con labios castos al Dios nacido de la Virgen. Quienes nos consideramos dignos de alimentarnos del cordero racional2, comamos de él tanto la cabeza como las patas3, significando la divinidad mediante la cabeza y la humanidad mediante las patas. Los que escuchamos los Evangelios oigamos al teólogo Juan, que tras escribir: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn I,1), añadió después: «Y la Palabra se hizo carne» (1,14). Tampoco se debe adorar a un simple hombre4 ni tampoco a sólo Dios sin hacer referencia a la humanidad. Pues si Cristo es Dios, como sucede en realidad, pero no asume la naturaleza humana, no tenemos la salvación. Adóresele, por consiguiente, como Dios, pero créase también que se ha revestido de la naturaleza humana. Tampoco es aceptable que se le llame hombre dejando aparte la divinidad ni lleva a la salvación separar la humanidad de la confesión de la divinidad. Reconozcamos la presencia del rey y del médico. Jesús es rey que aportará salvación ciñéndose con el lienzo de la humanidad y tras haber sanado lo que estaba enfermo. Como perfecto maestro de niños, se ha hecho niño con ellos «para enseñar a los simples la prudencia» (Prov 1,4). El pan del cielo ha descendido a la tierra para alimentar a los que tienen hambre.
No rechazar a aquél en quien se cumple la profecía de la encarnación
2. Pero los judíos, cuando rechazan a aquel que ha venido, esperan a aquel que ha de venir con dureza: ellos repudiaron a Cristo, pero acogerán, inducidos a error, al impostor que venga. Así se hará verdadera la palabra del Salvador: «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis» (Jn 5,43). Sería estupendo hacer esta pregunta a los judíos: ¿dice verdad o mentira el profeta Isaías cuando señala que el Emmanuel nacerá de una virgen? (cf. Is 7,14). No es de extrañar que lo acusen de mentiroso, pues es costumbre para ellos no sólo acusar a los profetas de mentir, sino incluso lapidarlos. Ahora bien, si el profeta dijo la verdad, señalad quién es el Emmanuel. Más todavía: el que ha de venir, y al que esperáis, ¿ha de nacer de una virgen o no? Si no nace de una virgen argüís al profeta de falsedad. Y si esperabais que ello sucediera en el futuro, ¿por qué lo rechazáis cuando ya se ha cumplido?
Verdadera humanidad plena y concepción virginal de Cristo
3. De su error serán sacados los judíos cuando lo permitan5, y será glorificada la Iglesia de Dios, pues nosotros acogemos verdaderamente al Dios que es Palabra hecha hombre. Esto ha sucedido, no por la voluntad de hombre y de mujer, como dicen los herejes, sino que se ha hecho hombre de una virgen y por el Espíritu Santo, como dice el Evangelio. Y no en apariencia, sino en verdad. Y me gustaría que te dieras cuenta de que ahora es el tiempo de transmitir la doctrina de que él ha recibido la naturaleza humana de una virgen. Ahora recibirás las pruebas de esta realidad. El error de los herejes es múltiple, pues éstos negaron de modo total que él hubiera nacido de una virgen6; otros concedían la realidad de su nacimiento, pero no de una virgen, sino de la unión de un hombre y una mujer. Otros dicen que no es el Mesías Dios quien se ha hecho hombre, sino un hombre deificado7. Estos se atrevieron a decir que no una Palabra preexistente se hizo hombre, sino que fue coronado (como Dios) un hombre con méritos propios8.
Haremos frente a las objeciones
4. Pero tú acuérdate de las cosas que ayer se dijeron sobre la divinidad. Cree que el Hijo unigénito de Dios es el que a su vez ha nacido de la Virgen. Cree al evangelista Juan cuando dice: «La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros. Es realmente Palabra eterna, engendrado del Padre antes de todos los siglos, aunque en el tiempo ha tomado carne por causa nuestra. Muchos están en contra de esto y dicen: ¿Qué es lo que ha pasado tan grave para que Dios descendiese hasta lo humano? A lo que puede decirse: «Después apareció ella9 en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3,38). O bien (se plantean): ¿es posible que una virgen dé a luz sin un hombre? Al encontrarnos, pues, que se nos contradice ampliamente y que se nos presenta batalla en diversos frentes, se hace preciso que aniquilemos todo ello mediante la gracia de Cristo y mediante los discursos que aquí ofrecemos.
El Hijo asumió la carne de la más excelente de las criaturas
5. Preguntémonos, en primer lugar, por qué vino Jesús. Y no repares en mis razonamientos, a los que quizá podría contradecirse mediante sofismas. Ahora bien, si no aceptas los testimonios de los profetas acerca de cada una de estas cosas, no creerás en lo que digamos. Si no aprendes por las Escrituras lo referente a la Virgen, al lugar, al tiempo y al modo, tampoco recibas testimonio de hombre alguno10. Pues sobre éste que ahora está aquí y os instruye puede recaer alguna sospecha, pero sobre el que pronunció las profecías, hace mil años e incluso más tiempo, ¿quién puede tener reticencias si está en su sano juicio? Por tanto, si buscas la causa de la venida de Cristo, acude simplemente al primer libro de la Escritura. En seis días hizo Dios el mundo. Pero éste existe para el hombre. Resplandezca el sol con sus fulgores espléndidos: fue hecho para que luzca en favor del hombre. Todos los animales fueron hechos para nuestro servicio; y las hierbas y los árboles fueron creados para que los utilizásemos. Son todas criaturas buenas11, pero ninguna de ellas es imagen de Dios excepto únicamente el hombre. Una simple orden hizo el sol, mientras que el hombre fue formado por las manos de Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como nuestra semejanza» (Gén 1,26)12. Y si se tributa honor a la imagen de madera de un rey terreno, ¿cuánto más deberá hacerse con la imagen de Dios? Pero ésta, la más excelsa de las criaturas de Dios, que estaba feliz en el paraíso, fue expulsada de allí por la envidia del diablo (Gén 3,23-24; Sab 2,24). Feliz se encontraba el enemigo al ver postrado a aquel a quien había envidiado. ¿Querrás tú acaso ser como ese enemigo que se alegraba?
Este no se había atrevido a acercarse al hombre a causa de su tuerza, pero sí, por ser más débil, se dirigió a la mujer cuando ésta todavía era virgen. Fue después de su salida del paraíso cuando «conoció el hombre a Eva, su mujer» (Gén 4,1 ) .
El pecado se había extendido por la tierra
6. Sus sucesores en la progenie humana fueron Caín y Abel, y Caín fue el primer homicida. Más tarde tuvo lugar el diluvio a causa de la multiplicación de la maldad de los hombres13. Un fuego del cielo cayó sobre los habitantes de Sodoma a causa de su impiedad (cf. Gén 19). En épocas posteriores Dios eligió a Israel, pero también éste cayó en la perversión y el pueblo elegido quedó herido de muerte: Moisés se encontraba en el monte ante Dios, y el pueblo, en lugar de a Dios, adoró a un becerro (Ex 32,1-6). Mientras que en la ley de Moisés se decía: «No cometerás adulterio» (Ex 20,14), un hombre se atrevió a pecar entrando en un lugar de prostitución (cf. Núm 25,1-9). Posteriormente a Moisés, fueron enviados profetas que cuidasen de Israel. Pero cuando éstos traían la medicina, se lamentaban vencidos por la fuerza de la enfermedad, de tal manera que alguno de ellos clamaba: «¡Ay de mí, que ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los hombres!» (Miq 7,2); o también: «Todos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera» (Sa 14,3). Y, a su vez: «Tiene pleito Yahvé con los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre» (Os 4,1-2). Y: «Sacrificaban sus hijos y sus hijas a los demonios» (Sal 106,37). Se ocupaban con hechicerías sagradas y con la vanidad de sus vergüenzas. Así dice: «Sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar» (Am 2,8; cf. Dt 24,12-13).

Puede leerse completo en: CATEQUÉSIS DE SAN CIRILO DE JERUSALÉN

5/10/11

En la prensa oficial de El Vaticano

Puede leerse en Osservatore Romano


 
En la datación la BBC ha decidido ignorar el nacimiento de Cristo

Una hipocresía
históricamente insensata

La noticia de que la BBC ha decidido cambiar la definición de la fecha —sustituyendo las usuales siglas que evocan el antes de Cristo y después de Cristo con un genérico «era común» para no ofender a los creyentes de otras religiones— no ha suscitado grandes reacciones. Aparte de las de muchísimos no cristianos, que mediante varios portavoces han hecho saber que no se sentían para nada ofendidos por la datación tradicional. Pero estas moderadas y respetuosas tomas de posición no han importado a los dirigentes de la emisora británica, como ya ha sucedido en casos análogos. En realidad, es ya muy claro que el respeto de las demás religiones es sólo un pretexto, porque aquellos que quieren eliminar toda huella de cristianismo de la cultura occidental son sólo algunos laicos occidentales.
Y no es ciertamente la primera vez que esto ocurre. El intento de cambiar la datación viene de la Revolución francesa, que impuso un nuevo calendario en el que el cómputo del tiempo comenzaba desde el 14 de julio de 1789, día tradicional del inicio de los movimientos revolucionarios, e inventó nuevos nombres para los meses, obviamente borrando las fiestas cristianas, sustituidas por otras «revolucionarias». Las semanas, para borrar el domingo, fueron sustituidas por las décadas. El calendario duró poco, eliminado en 1806 por Napoleón: las nuevas fechas tenían algo de postizo y de ridículo incluso para los más orgullosos ilustrados.
El segundo intento lo realizó Lenin, que cambió el calendario sustituyéndolo con una datación que partía del golpe de Estado del 24 de octubre de 1917. Este calendario, que permaneció en vigor desde 1929 hasta 1940, sustituía las semanas con una escansión de cinco días, y naturalmente abolía las fiestas cristianas, reemplazándolas con las nacidas Alegoría del mes de Frimario según el calendario introducido por la Revolución francesade la revolución. Pero tampoco este intento tuvo mucho éxito, como demuestra el hecho de que se usó paralelamente al calendario gregoriano, también para mantener relaciones con el resto del mundo. Así fue también para la datación a partir de la marcha sobre Roma, con la que comenzaba la Era fascista, impuesta por Mussolini y que, sin embargo, se aunaba a la tradicional, sin pretender sustituirla.
En resumen, la idea de remover el calendario cristiano tiene pésimos antecedentes, con numerosos fracasos a la espalda. Es necesario decir que esta vez la BBC se limita a cambiar la dicción y no el cómputo del tiempo, pero, haciendo así, no se puede negar que haya realizado un gesto hipócrita. La hipocresía de quien finge no saber por qué precisamente desde aquel momento se comienzan a contar los años.
Negar la función históricamente revolucionaria de la venida de Cristo a la tierra, aceptada también por quien no lo reconoce como Hijo de Dios, es una enorme tontería. Y desde el punto de vista histórico, lo saben tanto los judíos como los musulmanes.
¿Cómo se puede fingir no saber que solamente desde aquel momento se afirmó la idea de que todos los seres humanos son iguales en cuanto son todos hijos de Dios? Principio sobre el que se fundan los derechos humanos, en base a los cuales se juzga a pueblos y gobernantes. Principio que hasta ese momento nadie había apoyado, y sobre el que en cambio se basa la tradición cristiana.
¿Por qué no reconocer que desde aquel momento el mundo cambió? ¿Que desaparecieron tabúes e impuridades materiales y que la naturaleza fue liberada de la presencia de lo sobrenatural precisamente porque Dios es trascendente? De estas realidades nació la posibilidad para los pueblos europeos de descubrir el mundo y para los científicos de iniciar el estudio experimental de la naturaleza que ha llevado al nacimiento de la ciencia moderna.
¿Por qué entonces negar incluso las deudas culturales que la civilización tiene con respecto al cristianismo? No existe nada más anti-histórico ni más insensato, como judíos y musulmanes han comprendido claramente. No es cuestión de fe, sino de razón. También esta vez.
  Lucetta Scaraffia
5 de octubre de 2011