24/1/12

LOS PRIMEROS DISCÍPULOS DEL CORAZÓN DE CRISTO

Leído en CRISTIANDAD
Isabel Montoliu  

Publicado en CRISTIANDAD en Junio de 1948, p. 242.

«Mas como muchos desconocen o desdeñan todavía aquellas quejas del amantísímo Jesús a Sta. Margarita María de Alacoque y lo que indicó esperar y querer de los hombres, plácenos, Venerables Hermanos, deciros algo acerca del deber de dar una digna satisfacción al Corazón de Jesús...»

«Entre todo cuanto atañe al culto del Sacratísimo Corazón, descuella la Consagración. Después que Nuestro Salvador enseñó a la inocentísima discípula de su Corazón, Santa Margarita María, cuánto deseaba que los hombres le rindiesen este tributo de devoción, ella fue, junto con su director espiritual P. Claudio de la Colombière, la primera en rendírselo.»
Pío XI, Encl. «Miserentissimus Redemptor»

En el Monasterio de la Visitación de Paray-le-Monial, la hermana Margarita María a la sazón de veintisiete años de edad, hállase oprimida de grandes angustias. Sus vías extraordinarias, imposibles de ocultar, son objeto de recelo y desconfianza por parte de la comunidad. Vése humillada y lo es hasta por su misma Superiora la M. de Saumaise, a la que el Divino Maestro le obliga a comunicar las gracias de que le colma, y que, aun admirando secretamente la virtud de la Hermana, juzga prudente recibirla con frialdad y con "desprecio" sus confidencias. Hácela tener varias consultas con eclesiásticos y religiosos:

“Me hicieran hablar con algunas personas doctas -dice la Santa- las cuales, muy lejos de asegurarme en mis caminos, aumentaron todavía mis penas”.

“Menearon la cabeza” y explica pintorescamente Monseñor Languet, su biógrafo contemporáneo- miraron a la Hermana Margarita María como una visionaria, ordenaron que se hiciera tomar sopa a aquella joven, y el oráculo que pronunciaron fue condenar su atractivo por la oración y prohibir a la Hermana y a su Superiora ocuparse de todas aquellas maravillas por evidentes que fueran: y felicitáronse luego por la pretendida cordura de su decisión".

Esta fue para Margarita María causa de verdadera tortura, que la hizo caer enferma, llegándose a temer por su vida. Luchaba con todas sus fuerzas, por obediencia, contra el Espíritu de Dios que la guiaba.

“Pero cuanta más resistencia le hacia yo para alejarle de mi, más presente le tenía. Me hicieron caer en grandes temores que me movían a desear y a pedirle, que me sacará de ellos. El me lo prometió, añadiendo que me enviaria a su fiel siervo y perfecto amigo que me enseñaría a conocerle y a abandonarme a él sin más resistencia. Y en efecto me envió al Rndo. P. de la Colombière...”.

Nacido este siervo de Dios el 2 de febrero de 1641 en San Sinforiano de Ozón, en el Delfinado, Francia, de una familia llamada en los anales de la Visitación "la familia de santos", había entrado en la Compañía de Jesús en 1658, después de terminados todos sus estudios de letras y dos años de filosofía, Antes y después de cursar la teología ejercitóse en el magisterio; enseñando humanidades y retórica y destacando por su elocuencia. Fue durante algún tiempo preceptor, de los hijos de Calbert, el Ministro de Luis XIV, y esta circunstancia afinó en él el conocimiento de la sociedad y la exquisitez de trato. Hizo la profesión solemne en 2 de febrero de 1675, antes de terminar la tercera probación, siendo inmediatamente nombrado Superior de la Residencia de Paray-le-Monial, a donde llegó hacia el 15 del mismo mes.

A los pocos días, fue a saludar a las Religiosas de la Visitación.

Relata la Santa en su autobiografía: “Finalmente envió aquí Nuestro Señor al Padre de la Colombière... a quien quería manifestase, según la inteligencia que sobre ello se me daría, todos los secretos de su Sagrado Corazón que Él me había confiado; pues me le enviaba para asegurarme en mis caminos y para repartir con él las extraordinarias gracias de su Sagrado Corazón, las cuales derramaría abundantemente en nuestras conferencias”.

“Cuando vino aquí este santo varón, y mientras hablaba a la comunidad, oí interiormente estas palabras: He ahí al que te envío!”

En cuanto al Padre de la Colombière, como estuviese hablando a las Religiosas unos días más tarde ante la reja del Coro descubierta, llamóle la atención una de sus oyentes por su recogimiento y un algo sobrenatural que emanaba de ella. Al terminar, preguntó a la Madre de Saumaise:

“¿Quién es esa joven Religiosa? Sin duda es una alma escogida”.

Nombrósela la Superiora sin añadir comentario alguno. Nada sabía pues de ella el Padre, cuando volvió por aquel entonces con ocasión de Témporas a confesar a la Comunidad.

Mas prosigue la Santa en su autobiografía:

“Le reconocí al instante en la primera confesión de témporas, pues, sin habernos visto ni hablado jamás, me retuvo largo tiempo, y me habló como si hubiera comprendido cuanto en mí pasaba; más no quise por esta vez abrirle en modo alguno el corazón, y viendo él que quería retirarme para no molestar a la Comunidad, me dijo que si lo tenía a bien, vendría a verme de nueva para hablarme en el mismo sitio. Pero me obligó mi natural timidez que esquiva tales comunicaciones, a responderle que, no pudiendo responder de mi, haría lo que la obediencia ordenase.”

“Me retiré después de haber estado allí como una hora y media. Poco tiempo después volvió, y aunque conocía ser voluntad de Dios que le hablase, no dejé de sentir terribles repugnancias cuando me fue preciso ir, y esto fue lo primero que le dije. Me respondió que le era muy grato haberme dado ocasión de hacer a Dios un sacrificio. Entonces, sin pena ni forma alguna, le abrí mi corazón, y le descubrí el fondo de mi alma, tanto lo malo como lo bueno. Sobre este punto, me consoló extraordinariamente, asegurándome que no había motivo alguno de temor en la conducta de este Espíritu, pues en nada me separaba de la obediencia, y que debía seguir todas sus inspiraciones, abandonándole todo mi ser, para sacrificarme e inmolarme según su beneplácito”.

A continuación explica Santa Margarita una gracia extraordinaria recibida, que manifiesta de maravilloso modo la común vocación de aquellas dos grandes almas, respecto a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús:

“Un día, -dice- que vino a decir Misa en nuestra Iglesia, le hizo nuestro Señor, y a mi también, grandísimos favores. Al aproximarme a recibir la Sagrada Comunión, me mostró su Corazón como un horno ardiente y otros dos corazones que iban a unirse y abismarse en Él, diciéndome: “—Así es como une para siempre mi puro amor estos tres Corazones.” Y después me dio a conocer que esta unión era exclusivamente para la gloria de su Sagrado Corazón, cuyos tesoros quería descubriese yo al Padre para que él los diera a conocer y publicara todo su precio y utilidad. Con este objeto quería que fuésemos como hermano y hermana, igualmente participantes en los bienes espirituales; y representándole respecto de esto mi pobreza y la desigualdad que había entre un hombre de tan elevada virtud y una pobre miserable pecadora como yo, me dijo: “Las riquezas infinitas de mi Corazón suplirán e igualarán todo: háblale sin temor”.

“Así lo hice en nuestra primera entrevista; y su manera humilde y reconocida de recibir esta y otras varias cosas que, en cuanto a él se referían, le dije de parte de mi soberano Maestro, me conmovió grandemente y me aprovechó más que todos los sermones que hubiera podido oír”.

El Corazón de Jesús, en visiones sucesivas había manifestado a su Confidente, su amor a los hombres, el deseo de que fuera adorado su Corazón de carne, que se le devolviera amor por amor, que se expiara por los pecados del mundo; pidiéndole la Comunión de los Primeros Viernes y la práctica de la Hora Santa. Y he aquí que hallándose ante el Santísimo Sacramenta el día 16 de junio de aquel año 1675, aparécesele nuevamente el Divino Corazón y le pide que el viernes después de la Octava de Corpus se celebre una fiesta particular parar honrar su Corazón “comulgando ese día para reparar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto sobre los altares”.

Como la Santa representase al Señor su indignidad e incapacidad para el cumplimiento de sus designios: “Dirígete a mi siervo, el P. de la Colombière -repuso el Señor- y dile de mi parte que haga cuanto pueda para establecer esta Devoción y dar este gusto a mi Corazón. No se desaliente por las dificultades que para ello encontrará y que no le han de faltar. Pero debe saber que es todopoderoso aquél que desconfía enteramente de sí mismo para confiar únicamente en Mi”.

Esta consagración al Divino Corazón la realizó el Beato la Colombière muy pocos días más tarde: el 21 del mismo mes de junio, fecha en que coincidió aquel año con la fiesta de San Luis Gonzaga -el Santo que según Santa Magdalena de Pazzi, “lanzaba saetas al Corazón del Verbo”- el viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento. “Siervo fiel”, había resuelto en su Retiro de treinta días de noviembre anterior, "ser fiel aún en las cosas más pequeñas". Y he aquí que el Señor le ayudaba para serlo en las grandes. Contestó pues prontamente, como vemos, al llamamiento del Amor. “Hombre de una virtud eminente y dotado por Dios de un raro discernimiento de los espíritus para dirección de las almas” como le juzga el insigne P. Gallifet (el cual añade que por haber tenido la dicha de vivir con él y bajo su dirección puede dar de ello testimonio cierto) (LA DÉVOTION AU SACRÉ COEUR, p. 13), estaba convencido de la santidad de Margarita María y de la autenticidad y carácter divino de sus visiones, sobre todo después de tres meses de tratar confidencialmente con ella y con su Superiora, la M. de Saumaise. Aquel mismo día, en el coro bajo de la Capilla de la Visitación, la dichosa Confidente del Corazón de Jesús pronunciaba asimismo su consagración. He aquí cómo fue celebrada íntimamente, por aquellas dos santas almas la primera fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

Poco debía durar aquella estancia en Paray del P. de la Colombière. A los 18 meses de su llegada, fue nombrado Predicador de S. A. R. la Duquesa de York, María de Este, católica como su esposo el Duque, más tarde Rey de Inglaterra -con el nombre de Jacobo II. Debía partir para Londres. Esta noticia causaría gran impresión en el Monasterio de las Salesas. Es de creer lo muy sensible que sería aquel traslado para la M. de Saumaise, quien ganada por la autoridad y virtud eminente del Beato, le consultaba en todas las cosas. Pero para nadie sería tan sensible como para nuestra Santa. Presentando ésta sus quejas al Señor, recibió de Él esta respuesta: “Y qué, ¿no te basto Yo que soy tu principio y tu fin?”.

El P. de la Colombière abandonó pues Paray en la segunda quincena de septiembre de 1676. Providencial en grado sumo había sido su estancia allí. Había asegurado en sus caminos a la Hermana Margarita y héchole más llevadera su situación -dentro del Monasterio, sobre todo por haber inclinado a la M. de Saumaise a aprobar el espíritu que la conducía y dar fe a sus revelaciones. En cuanto a él, tan directamente llamado por el Corazón salía de allí convertido en infatigable apóstol de esta Devoción. Desde aquella época, Santa Margarita y él, a la vez que Dirigida y Director, fueron según la palabra divina, como hermano y hermana. La misma Historia no puede ya separarles.

De la alta estima que en todos conceptos profesaba nuestro Beato a la Santa, darán idea estas palabras dichas a su dirigida Mlle. de Bisefranc que se lamentaba de su marcha: "Os harán conocer a una persona en Santa María, cuyos consejos debéis seguir coma si os hablara yo, porque yo mismo la consulto en lo que me concierne y sigo su parecer". Así lo depuso bajo juramento la citada señorita en el proceso de 1715.

Sin duda empezaría el P. de la Colombière ya en Paray a difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Pero fue en Londres donde se dio de lleno a esta tarea, con tanto éxito que él mismo estaba admirado. Llegó a predicar públicamente acerca de esta Devoción el día de Corpus, en la Capilla del Palacio de Saint-James y conquistó para la misma en tan alto grado a la piadosa Duquesa de York, que en 1697, años después de muerto el Beato, siendo ya Reina de Inglaterra, fue la primera en presentar a la Santa Sede la petición de que fuese instituida la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, y aún desterrada a Francia, continuó allí trabajando por la nueva Devoción.

Al llegar a este punto, comprendemos claramente con S. S. Pío XI, cuán providencial para la gloria del Beato fue la fecha y circunstancias en que vino a recaer la ceremonia de su Beatificación.

“Rabiaba Satanás”, como dice Santa Margarita, -al ver extenderse la devoción al Sagrado Corazón, y pronto se vio envuelto el P. de la Colombière en las olas de la tempestad deshecha que se levantó en Inglaterra contra los católicos con motivo de una pretendida “Conjuración Papista”, inventada por el ministro anglicano Tito Oates. Encarcelado el Beato y conducido ante los jueces, de nada pudo acusársele en definitiva más que de haber logrado conversiones al catolicismo, abjuraciones del protestantismo, organización de un monasterio oculto en Londres y haber proporcionado sacerdotes para Virginia. Además hallábase bajo la protección especial de Luis XIV como enviado suyo, de manera que la sentencia se limitó a ser la de destierro de la Isla y sus dominios, por su actuación en pro del Catolicismo, “de naturaleza peligrosa y opuesta, a la paz y buen gobierno del Reino”.

Regresó pues a Francia el valiente confesor de la fe, más con la salud perdida. Teníala ya resentida por sus admirables austeridades en el Palacio de Saint-James, donde residía, y los padecimientos crueles sufridos en varías semanas de cárcel en Londres acabaron de destruírsela, provocando en él nuevas hemoptisis.

De paso para Lyón a donde fue destinado, detúvose diez días en Paray-le-Monial, donde, después de tantas penalidades sufridas, tuvo el gozo de volver a entrevistarse con la Hermana Alacoque oyéndola en confesión. Momentáneamente mejorado de salud después de una temporada en su villa natal, ejerció en Lyón la dirección espiritual de los estudiantes jesuitas de Filosofía en el Colegio de la Trinidad. Inmenso fue el bien que este cargo le permitió hacer, difundiendo grandemente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Baste decir que ganó para ella a los entonces discípulos suyos PP. Croiset y de Gallifet, más adelante apóstoles insignes de la misma con sus palabras y con sus escritos. El primero fue luego Director de Santa Margarita María, recibiendo de ella interesantísimas y admirables cartas. En cuanto al P. de Gallifet, ya más arriba citado encomiando al P. de la Colombière, decía de él: “De este siervo de Dios he recibido las primeras instrucciones acerca del Sagrado Corazón y comencé desde entonces a amarle y estimarle”.

El día de Pascua de 1681, precisamente el 6 de abril, aniversario de su ordenación sacerdotal, le sobrevino al Beato Claudio una grave crisis de su enfermedad, por lo que los Superiores determinaron enviarle a Paray esperando que aquel clima sería beneficioso a su salud. Así fue al principio, en efecto, teniendo el buen Padre nuevamente el consuelo de entrevistarse varias veces en la Visitación con la Hermana Margarita María.

Agravóse de nuevo a principios de invierno y los médicos le aconsejaron un nuevo cambio de aires. Decidióse que su hermano Floris de la Colombière, arcediano en Viena (Delfinado) le iría a buscar. Todo estaba preparado para su marcha que debía verificarse el 29 de enero, fiesta de San Francisco de Sales, cuando recibió un billete de la Hermana Margarita María concebido en estos términos: “No os vayáis, si podéis hacerlo sin faltar a la obediencia, porque muy pronto tendréis que hacer otro viaje de mucha mayor importancia”. “¿En qué se apoya este consejo?” –preguntó por escrito el siervo de Dios. “Él me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida”, fue la respuesta. Por orden del Superior, suspéndese la marcha. El “viaje de mucha mayor importancia” no se hizo esperar mucho. Diez y siete días más tarde, el 15 de febrero de 1682, a las siete de la tarde, el P. de la Colombière, moría santamente. Acababa de cumplir los cuarenta y un años de edad.

Enterrósele en la capilla misma de los Padres Jesuitas. En 1763, con motivo de la supresión de la Compañía de Jesús y hasta el restablecimiento de ésta, sus restos reposaron junto a los de Santa Margarita María (que había fallecido ocho años más tarde que él, en 17 de octubre de 1690), en el Monasterio de la Visitación.

Aconteció que siendo la Hermana Margarita Maestra de Novicias en 1686, fue enviado a la Visitación de Paray un ejemplar del “Retiro Espiritual” del P. La Colombière, apuntes de dos distintos Retiros practicados por el Beato y editados dos años después de su muerte. Con el piadoso interés que es de suponer por parte de una Comunidad que tanto había tratado a aquel varón insigne cuya fama de santidad se iba extendiendo, hízose su lectura en el refectorio. ¡Con qué devoción escucharía nuestra Santa! El libro tocaba ya a su fin; la lectora proseguía: “He reconocido que Dios quiere servirse de mí, procurando el cumplimiento de sus deseos respecto a la devoción que ha sugerido a una persona a quien Él se comunica muy confidencialmente y para la cual ha querido servirse de mi flaqueza. Ya la he inspirado a muchas personas en Inglaterra y he escrito a Francia a uno de mis amigos rogándole que dé a conocer su valor en el sitio en que se encuentra. Esta devoción será allí muy útil y el gran número de almas escogidas que hay en esa Comunidad me hace creer que el practicarla en dicha Santa Casa será muy agradable a Dios. ¡Que no pueda yo, Dios mío, estar en todas partes y publicar lo que Vos esperáis de vuestros servidores y amigos!

Habiéndose pues Dios descubierto a la persona que hay motivo para creer que es persona según su corazón, por las grandes gracias que le ha hecho, ella se manifestó a mí y yo la obligué a poner por escrito lo que me había dicho. Y esto es lo que he querido copiar de mí mano en el Diario de mis Retiros, porque quiere el buen Dios valerse de mis débiles servicios en la ejecución de ese designio.” “Estando, dice esta santa alma, delante del Santísimo Sacramento...”. Y a continuación ¡el relato de la Gran Revelación de 16 de junio de 1675! “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres... Te pido que el primer viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento se dedique una fiesta particular para honrar mi Corazón...”. Las Religiosas seguían comiendo y escuchando con los ojos bajos, en cumplimiento de la Regla; pero ¡cuántos corazones debieron palpitar más fuertemente ante tan clara e inesperada alusión a la Hermana Alacoque! Y ¿quién podrá explicar la sorpresa y confusión de ésta? Sin poderse contener, la lectora le dirige una mirada a hurtadillas, y observa su anonadamiento. Otra Hermana le dice luego en el recreo a boca de jarro “Mi querida Hermana, bien claramente os ha designado el P. La Colombière, no podéis negarlo. –No tengo sino motivos para gozarme de mi abyección"— le contesta la Santa.

Hecha pues pública la Gran Revelación por medio del libro del Beato Claudio, dióse un gran paso en la propagación por todo el mundo de la Devoción al Corazón de Jesús. La misma Hermana Margarita María, venciendo su natural timidez y olvidada de sí misma, hablaba de este libro con entusiasmo y lo recomendaba en muchas de sus cartas. Escribía por ejemplo a la M. de Soudeilles, en Moulins: “Hemos encontrado esta devoción (del Sagrado Corazón) en el libro “Retiros” del R. P. de la Colombière, a quien se venera como a un santo. No sé si V. lo conoce; si tiene el libro que le hablo, porque tendría gusto en procurárselo” (4 de julio de 1686).

“La alta idea -dice Mons. Lauguet- que en el mundo se tenia de la santidad de este Padre (de la Colombière); la reputación que había adquirido por la elocuencia de sus sermones en las Cortes de Francia e Inglaterra y en otras partes, previnieron en favor de su devoción favorita. El libro de sus Retiros, recibido en todas partes con admiración, ganó tantos adoradores al Corazón de Jesucristo cuantos lectores tuvo. “En todas partes no se hablaba más que de esta Devoción y los que supieron que la Hermana Margarita era la persona favorecida del Sagrado Corazón; animáronse más y más a seguir la devoción recomendada por la sierva de Dios”.

La colaboración de aquellas dos grandes almas fué en efecto más intensa que nunca después de la muerte del P. de la Colombière. El Señor consoló a la Santa en varias visiones en que le fue dado contemplar la gloria de que gozaba el Beato y el poder de su intercesión tocante a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El día de la Visitación (2 de julio de 1688) hallándose ante el Santísimo Sacramento: “Se me representó -dice- un lugar eminente, espacioso y admirable por su belleza, en cuyo centro había un trono de llamas que despedía rayos tan encendidos y luminosos que todo aquel espacio quedaba iluminado y caldeado con ello. La Santísima Virgen estaba a un lado y San Francisco de Sales del otro, con el santo P. de la Colombière; y se veía en aquel lugar a las Hijas de la Visitación acompañadas de sus Ángeles Custodios, cada uno de los cuales tenía un corazón en la mano”. Después de haber recomendado la Virgen a sus Hijas de la Visitación la devoción del Sagrado Corazón de Jesús “volviéndose hacia el buen P. de la Colombière, le dijo esta Madre de bondad: En cuanto a vos, fiel siervo de mi divino Hijo, tenéis gran parte en este precioso tesoro; porque si fue dado a las Hijas de la Visitación conocerlo y distribuirlo a los demás, está reservado a los Padres de vuestra Compañía demostrar y dar a conocer su utilidad y valor, a fin de que se aprovechen de él con el respeto y agradecimiento debidos a tan gran beneficio... Y a medida que le proporcionen este contento, al divino Corazón, manantial de bendiciones y de gracias, las derramará tan abundantemente sobre las funciones de su ministerio, que producirán frutos que sobrepujen a sus trabajos y esperanzas, aún para la salvación y perfección de cada uno de ellos en particular”.

“No os podéis figurar -escribe a la M. de Soudeilles en 1686- los excelentes afectos que esto produce (la Consagración al Corazón de Jesús) en las almas que tienen la dicha de conocerle por medio de este santo varón (el P. de la Colombière), el cual se había consagrado enteramente a este Corazón, y no suspiraba más que por hacerle amar, honrar y glorificar. Tengo para mi que esto fue lo que le elevó a tanta perfección en tan breve tiempo”.

Muchas otras citas podríamos aducir, pero cerraremos esta exposición de textos con un fragmento de una carta de Santa Margarita María a su entonces Director el citado P. Croiset. Dice así: “Conviene dirigirse a su fiel amigo (del Sagrado Corazón) el buen P. de la Colombière, al cual Jesús ha otorgado un gran poder, encargándole por decirlo así de la concerniente a esta devoción. Confidencialmente os confieso haber recibido de él grandes socorros, siéndome aún más favorable que cuando estaba acá en la tierra. Si no me engaño, esta devoción del Sagrado Corazón le ha hecho muy poderoso en el cielo y le ha elevado más en la gloria que todo lo restante que hubiera podido hacer durante toda el curso de su vida”.

* * *

Sería de desear fuera pronto un hecho la publicación de una Vida extensa del Beato P. de la Colombière, en español. Su eminente figura lo merece; y al llenarse con ello un verdadero hueco de nuestra bibliografía hagiográfica, se satisfaría el interés de cuantos en nuestro país quieran documentarse debidamente sobre la Devoción al Corazón de Jesús y su historia, por medio de los Santos más representativos de la misma.

Isabel de Montoliu

Barcelona, mayo 1948.


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