17/7/12

CON MOTIVO DEL 16 DE JULIO

LAS PROMESAS DE LA VIRGEN DEL CARMEN SOBRE EL ESCAPULARIO

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Decía el Papa León XIII, “Su misma nobleza de origen, su venerada antigüedad, su extraordinaria propagación, así como los saludables efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento”. A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:
Primera promesa…
 Es la gran promesa, el privilegio de preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano. Orando con fervor a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana, apareciósele circundada de ángeles la Stma. Virgen (15 de Julio de 1251) y entregándole, como prenda de su amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometióle que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían.
Para merecer esta Promesa de la perseverancia final, se requiere haber recibido el Escapulario de manos de sacerdote, llevarlo siempre puesto, especialmente en la hora de la muerte, e inscribir el nombre en el libro de la cofradía.
Segunda promesa
Estando orando el Papa Juan XXII, se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano, y le prometió sacar el purgatorio del sábado después de la muerte al que muriese con el Escapulario. María dijo al Papa: “Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario”.
Tal es el privilegio Sabatino, otorgado por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas, el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina (3 de Marzo de 1322) aprobada después por más de veinte Sumos Pontifices.
Por él, el Sábado siguiente a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según declaración de Paulo V, la Virgen del Carmen, con cariño maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce en el Paraíso.
El Papa Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el Sgte. Decreto: “Permítase a los Padre Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intececiones continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección, ayudara después de la muerte, principalmente el sábado, día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren el habito carmelitano”.
En 1950 recordaba Pío XII: “Ciertamente, la piadosa Madre no dejará de hacer que los hijos que expían en el Purgatorio sus culpas, alcancen lo antes posible la patria celestial por su interseción, según el llamado privilegio sabatino, que la tradición nos ha trasmitido”.
Para ganar esta Promesa, el privilegio Sabatino, sobre los tres requisitos anteriores, se exige: usar el escapulario con fidelidad; observar castidad de acuerdo al estado de vida;.rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.

9/7/12

CATECISMO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nació en el mismo Calvario como uno de los más preciados frutos del árbol de la Cruz, del que dice un himno litúrgico “no hay selva que produzca otro igual en lozanía, en flor o en fruto” (Himno de Laudes de la Santa Cruz). “Uno de los soldados le abrió el costado con su lanza, y al punto salió sangre y agua” Comentando este texto de San Juan exclama admirado San Agustín: “¡Qué palabra más adecuada usa el Evangelista!

Pues no dice que el soldado golpeó o hirió el costado, sino que lo abrió para manifestar que así quedaba abierta aquella puerta de vida de donde dimanan los Sacramentos y todas las gracias.”

Honda impresión dejó en la primitiva Iglesia el recuerdo de la sangre y agua brotadas del costado de Cristo.

Ya en los toscos grabados de las catacumbas se observan las piadosas miradas fijas en el costado del Salvador.

6/7/12

UNA PRESENCIA MUY REAL


Publicado en ECCE CHRISTIANUS 

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: PRESENCIA REAL

6 de julio de 2012
El Corazón de Jesús vive en la Eucaristía, supuesto que su cuerpo esta allí vivo. Es verdad que este Corazón divino no está allí de un modo sensible, ni se le puede ver, pero lo mismo ocurre con todos los hombres. Este principio de vida conviene que sea misterioso, que esté oculto: descubrirlo sería matarlo; sólo se conoce su existencia por los efectos que produce.
El hombre no pretende ver el corazón de un amigo, le basta una palabra para cerciorarse de su amor. ¿Que diremos del Corazón divino de Jesús? El se nos manifiesta por los sentimientos que nos inspira, y esto debe bastarnos. Por otra parte ¿quién sería capaz de contemplar la belleza y la bondad de este Corazón? ¿Quién podría tolerar el esplendor de su gloria ni soportar la intensidad del fuego devorador de su amor… capaz de consumirlo todo? ¿Quién se atrevería a dirigir su mirada a esa arca divina, en la cual está escrito con letras de fuego su evangelio de amor, en donde se hallan glorificadas todas sus virtudes, donde su amor tiene su trono su bondad guarda todos sus tesoros? Quién querría penetrar en el propio santuario de la divinidad? ¡El Corazón de Jesús! ¡Ah, es el Cielo de los cielos, habitado por el mismo Dios, en el cual encuentra todas sus delicias!

El Corazón de Jesús nos guarda: mientras el Salvador, encerrado en una débil Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, su Corazón vela: Ergo dormio et cor meum vigilat

Vela, tanto si pensamos como si no pensamos en Él; no reposa: continuamente está pidiendo perdón por nosotros a su Padre. Jesús nos escucha con su Corazón y nos preserva de los golpes de la cólera divina provocada incesantemente por nuestros pecados; en la Eucaristía, como en la cruz, está su Corazón abierto, está su Corazón abierto, dejando caer sobre nuestras cabezas torrentes de gracias y de amor.
Está también allí este Corazón para defendernos de nuestro enemigos, como la madre que para librar a su hijo de un peligro lo estrecha contra su corazón, con el fin de que no se hiera al hijo sin alcanzar también a la madre. Y Jesús nos dice: «Aún cuando una madre una madre pudiera olvidar a su hijo, yo no os olvidaré jamás».
La segunda mirada del Corazón de Jesús es para su Padre. Le adora con sus inefables humillaciones, con su adoración de anonadamiento; le alaba y le da gracias por los beneficios que concede a los hombres sus hermanos; ofrécese como víctima a la justicia de su Padre, y no cesa su oración el favor de la Iglesia, de los pecadores y de todas las almas por Él rescatadas.

¡Oh Padre eterno! Mirad con complacencia el corazón de vuestro Hijo Jesús. Contemplad su amor, oír propicio sus peticiones y que el corazón eucarístico de Jesús sea nuestra salvación.


San Pedro Julián Eymard. Obras Eucarísticas.