27/8/12

LA COMUNIÓN QUE SANTIFICA EL ALMA


La Comunión que santifica el alma y la que la deja indiferente
"El fruto de una buena comunión consiste en el temor al pecado, al interior;
en la bondad para todos, en lo exterior”
La comunión es por sí sola santificante; pero no produce estos efectos más que cuando el alma está bien dispuesta. El fuego, por naturaleza es consumidor y abrasador; pero no produce estos efectos sino cuando los cuerpos donde se arroja pueden ser consumidos o abrasados. Echadlo sobre el mármol, no se consumirá; echadlo en el agua se apagará…
El alma a quien santifica la comunión es:
El alma fervorosa que se afianza observando los mandamientos de Dios con la práctica habitual de sencillos consejos, que no vacila jamás cuando se trata de cumplir un deber.
El alma que con frecuencia se da cuenta de lo que está permitido, a fin de precaverse contra lo prohibido.
El alma que no trata de averiguar si lo que le prohiben es pecado, pues se contenta con saber que no puede hacerlo, o sencillamente que tal acto o tal pensamiento pueden desagradar a Dios.
El alma a quien la gracia encuentra dócil a su voz, y casi insensible a los encantos del mundo; que se habitúa en los momentos de duda a volverse rápidamente a Dios, y que por santa costumbre, tiene su corazón constantemente levantado hacia Dios.
El alma caritativa y pacífica que se compadece fácilmente de todo lo que sufren las almas que la rodean; que olvida pronto lo que la hacen sufrir; a quien edifican las virtudes de los demás; que no se escandaliza de las flaquezas de que se da cuenta.
El alma humilde y modesta que da buen ejemplo sin pretender ser alabada; que en todo anhela agradar a Dios y vivir ignorada de todos; que no le atormenta ver que se engrandecen los demás, mientras ella permanece en la esfera modesta en donde Dios la ha colocado.
El alma que sigue rectamente su camino llorando algunas veces, sufriendo otras, a menudo, pero sin inquietarse jamás, porque está en manos de Dios.
El alma que después de una falta grave, se humilla, se mortifica, se vuelve más vigilante, se confiesa, y torna a reanudar su vida tranquila y habitual.
*
El alma a quien la comunión deja indiferente; es el alma disipada que está llena de frivolidades y que ocupa su espíritu en bagatelas y vanidades, que se divierte en conversaciones fútiles, y que no encuentra momento para recogerse; alma curiosa, indiscreta, satírica, que emplea su caridad en censura de los vicios y todo su celo en publicarlos.
Alma tan acostumbrada a juzgar mal al prójimo como bien a sí misma, demasiado modesta para ver en ella algún defecto que reprocharse, y excesivamente envidiosa al hallar algún mérito que tener que elogiar en las otras.
Alma floja, ociosa, delicada, vanidosa, pronta, impaciente, caprichosa, que deja siempre por donde pasa, una idea falsa de lo que es la devoción.
Alma presuntuosa que no estima santo más que lo que ella quiere, bueno lo que ella hace, juicioso lo que ella piensa, prudente lo que ella aconseja.
Alma cuya devoción es completamente externa, que multiplica las prácticas piadosas sin pensar en reformar su interior; cuya devociónes afectuosa, más que nada, no deseando ni buscando sino sentimientos tiernos y conmovedores, y desesperándose cuando no se siente emocionada.
Alma rutinaria, que comulga por que las demás comulgan, que hace una cosa porque la ha hecho siempre, y que se jacta de ser siempre la misma, porque no altera ni el número de sus oraciones ni las veces que comulga.
*
Examínate, hija mía; no es preciso tener todas las virtudes indicadas, para que la comunión santifique; uno solo de estos actos que acabas de leer, practicados fielmente durante mucho tiempo bastará para preparar tu alma  y para que saque frutos copiosos de la comunión.
FUENTE: Abate Silvano. “El libro de piedad de la juventud femenina en el colegio y en la familia”. Aviñon. Aubanel Hermanos, editores. Págs.504-507

25/8/12

A NUESTRO SEÑOR EN EL CALVARIO




En esta tarde, Cristo del Calvario, 
vine a rogarte por mi carne enferma; 
pero, al verte, mis ojos van y vienen 
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados, 
cuando veo los tuyos destrozados? 
¿Cómo mostrarte mis manos vacías, 
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad, 
cuando en la cruz alzado y solo estás? 
¿Cómo explicarte que no tengo amor, 
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada, 
huyeron de mí todas mis dolencias. 
El ímpetu del ruego que traía 
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada, 
estar aquí, junto a tu imagen muerta, 
ir aprendiendo que el dolor es sólo 
la llave santa de tu santa puerta.

22/8/12

DEVOCIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA




Por devoción al Inmaculado Corazón de María, en latín cor immaculatum, los católicos entienden una especial consagración (devoción viene del latín devovere que significa consagrarse, ofrecerse) que está relacionada con las apariciones - que la Iglesia Católica considera verdaderas - que se produjeron en la localidad portuguesa de Fátima.

Sin embargo, hay indicios y menciones al corazón de la madre de Jesús de Nazaret en diversos padres de la Iglesia, textos que son retomados en el siglo XVII, como consecuencia del movimiento espiritual que procedía de San Juan Eudes (1601-1680), misionero francés fundador de los Eudistas.

Historia de la devoción al Inmaculado Corazón de María


Tres pastores de Portugal llamaron la atención declarando que la Virgen María se les presentó dejando mensajes que luego serían dados a conocer al mundo entero de boca de Sor Lucía, estas presentaciones de la Virgen fueron en seis oportunidades.

En diciembre del año 1925 la Virgen Santísima se le apareció a Lucía dos Santos, vidente de Fátima, y le prometió asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confesasen, recibieran la Sagrada Comunión, rezasen una tercera parte del Rosario, con la intención de darle reparación.

En la tercera aparición, la Virgen de Fátima le dijo a Lucía:
Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra... Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes... Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz... Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz.

La pequeña Jacinta presentía que llegaría su final en el mundo y, en una conversación con Lucía, ella, que apenas contaba con diez años, dijo:
A mí me queda poco tiempo para ir al Cielo, pero tú te vas a quedar aquí abajo para dar a conocer al mundo que nuestro Señor desea que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Diles a todos que pidan esta gracia por medio de ella y que el Corazón de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre. Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo.

Consagración del mundo e institución de la fiesta


El 31 de octubre de 1942 cuando estaba en pleno auge la II Guerra Mundial, el papa Pío XII, al clausurarse la solemne celebración en honor de las apariciones de Fátima, conforme al mensaje de éstas, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.

Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en mérito y número.

San Juan Eudes fue quien promovió la celebración litúrgica del Inmaculado Corazón de María; los papas León XIII y Pío X dieron a este santo el nombre de padre, doctor y primer apóstol de la devoción, en especial al culto litúrgico de a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Este santo consagró de manera particular a los religiosos de su congregación.

La fiesta del Corazón de María se celebró de manera pública y por primera vez en la historia el 8 de febrero de 1648 en la catedral de la ciudad de Autun: la misa y los oficios fueron compuestos por Juan Eudes y aprobados por el obispo diocesano. Varios obispos de Francia aprobaron los textos litúrgicos pero los jansenistas estaban en completo desacuerdo.

Para el año 1668, el día 2 de junio la fiesta y también los textos litúrgicos tuvieron la aprobación del cardenal legado para Francia, aunque al año siguiente se pidió a Roma la ratificación, pero la Congregación de Ritos dio una respuesta negativa.

En diferentes ocasiones se pidió a la Santa Sede la aprobación de la fiesta, una de ellas fue hecha como petición formal por el padre jesuita Gallifet en el 1726; esta causa fue tratada por Prospero Lambertini. La Congregación de Ritos llegó a responder por primera vez en 1727 con un non proposita, pues presentaba dificultades doctrinales. Luego de esta respuesta, Gallifet sin perder esperanzas vuelve a enviar la petición, pero para esta ocasión la respuesta fue oficialmente tajante y negativa, era el 30 de julio de 1729.

Siendo papa Pío IX, en 1855, la Congregación de Ritos aprobó para la celebración del Corazón de María nuevos textos para la misa y el oficio, utilizando algunas partes de los de san Juan Eudes. En 1914, con ocasión de la reforma del misal romano, la fiesta del Corazón de María fue trasladada del cuerpo del misal a un apéndice del mismo, entre las fiestas pro aliquibus locis.

Hubo muchas peticiones para que esta fiesta se extendiera a toda la Iglesia, en especial las peticiones de los Claretianos.

El 31 de octubre de 1942 y luego, de manera solemne, el 8 de diciembre en la Basílica de San Pedro, cumpliéndose el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, Pío XII consagró la Iglesia y el género humano al Inmaculado Corazón de María.

El 4 de marzo de 1944, con el decreto Cultus liturgicus, el pontífice extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, y asigno como día propio el 22 de agosto, que es la octava de la Asunción, y elevándola a rito doble de segunda clase.

Oración (acto de consagración al Inmaculado Corazón de María)


Oh, Virgen mía, Oh, Madre mía, yo me ofrezco enteramente a tu Inmaculado Corazón
y te consagro mi cuerpo y mi alma, mis pensamientos y mis acciones.
Quiero ser como tú quieres que sea, hacer lo que tú quieres que haga.
No temo, pues siempre estás conmigo.
Ayúdame a amar a tu hijo Jesús, con todo mi corazón y sobre todas las cosas.
Pon mi mano en la tuya para que esté siempre contigo. Amén.


Visto en WIKIPEDIA 

16/8/12

EXCELENCIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Del libro "El Sagrado Corazón de Jesús", del P. Julio Chevalier MSC

EXCELENCIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



Resumen del capítulo

 I. Resumen de las maravillas percibidas en el Corazón de Jesús. - Corazón de un Dios, abismo de perfecciones, sede y órgano de su amor, fuente de sacramentos, causa meritoria de la redención, parte eminentemente noble de la sagrada Humanidad del Salvador, principio de su vida natural, propulsor de la sangre que lavó nuestros pecados, sede de la Caridad infinita, de todas las virtudes, como también de dolores inexpresables, tal es el Sagrado Corazón, donde todo es incomprensible, puesto que es el Corazón de un Dios.- Es María que lo formó de su propia sangre, y es allí que ella consigue, de donde obtiene todas las gracias que reparte entre nosotros.- Bendita seas Nuestra Señora del Sagrado Corazón! 

 II. Atribuimos gran importancia el demostrar que el Sagrado Corazón de Jesús, es verdaderamente la sede del amor.- Razón de esta importancia.- Influencia desastrosa de la filosofía de Descartes.- Esta filosofía rehúsa al corazón cualquier injerencia en la virtud.- Según él, el hombre no podría ser virtuoso sin la ciencia.- La doctrina cartesiana hace del cerebro el centro de las afecciones.- Los partidarios de esta doctrina, protestan contra la devoción al Sagrado Corazón, que afirman lo contrario.- Hicieron rechazar la proposición de los obispos y fieles piadosos que pedían a la Santa Sede la aprobación de esta devoción y causaron el retardo en la beatificación de la bienaventurada Margarita-María.- ¿Por qué se realizó durante el Pontificado de Benedicto XV (1914-1922). Más tarde Pío XI, puso su fiesta en el calendario universal) 



I. Excelencia del Corazón de Jesús

(Terminemos este Capítulo, recopilando las maravillas que he­mos contemplado en el Corazón de Jesús).
Este Corazón, unido indisoluble e íntimamente al alma y a la Persona sagrada del Salvador, es el Corazón de un Dios, donde re­side, en su plenitud la caridad divina; y que merece las adoraciones de los ángeles y de los hombres. Es un abismo insondable de todas las perfecciones y de todas las virtudes posibles, el tesoro inexhaustible de todas las gracias. Está lleno de inteligencia, de sentimiento y de vida; se le considera como el principal órgano de los afectos del Verbo Encarnado, la sede de su amor y de sus misericordias, el centro de todos los sufrimientos interiores que soportó para nuestra salvación, la fuente de donde la Iglesia y los Sacramentos han emanado' y la causa meritoria de la Redención.2 Este es el objeto que se ofrece a nuestro culto! No puede haber otro más santo, más sublime, más divino y al mismo tiempo más dulce, más amable y más tierno.

Lo propio del corazón es difundir en todo el cuerpo una dulce y saludable influencia, que aporta a todos los tejidos el calor, el movimiento y la vida. Si cesa esa influencia del corazón, todo cesa en el hombre; si el corazón languidece, todo languidece. La fun­ción del Corazón de Nuestro Señor, en su vida mortal, fue pues la de sostener, por una acción continua, el cuerpo del Hombre-Dios, de comunicar a todos sus órganos, a todos sus sentidos, el calor, la vida, el movimiento y el vigor necesarios a sus funciones. La vida de Jesús dependía necesariamente de la influencia perpetua de su Corazón sagrado, y, en consecuencia, todas las acciones de este divino Salvador, todas sus palabras, todas sus miradas, todos sus pasos, todas sus sensaciones, todas sus operaciones, todas sus alegrías y penas, tenían por principio natural su Corazón adorable.

Jesucristo, como hombre, fue en todo semejante a nosotros, menos en el pecado3. El amó pues a la manera de los otros hom­bres y conforme a la naturaleza del hombre; su Corazón partici­pó por lo tanto en su amor; y tuvo que sufrir sus impresiones, co­mo los otros corazones, y aún más vivamente, si uno juzga por el sudor de sangre, en el huerto de los Olivos.

Hecho principalmente para amar, ese Corazón divino debía ser por su naturaleza, más especialmente sensible al amor, que a las otras afecciones del alma; y en consecuencia los efectos del amor sobre él, debían ser normalmente más vivos, que los de la tristeza, por ejemplo. Se puede decir del Corazón de Jesús, más verídicamente que de ningún otro corazón, que se abrasaba de amor. Es que, en realidad, es la función para la que había sido formado; des­de el primer instante de la Encarnación, estaba inflamado de lla­mas, las más puras y ardientes, de la caridad; y no cesaron duran­te toda su vida; y seguirán ardiendo durante toda la eternidad. Hay que comprender cual es la excelencia del amor divino, para com­prender cual debe ser la excelencia de un Corazón, cuya función es la de recibir las impresiones de este amor y de producir actos, de los que uno solo, hemos dicho, honra más a Dios, que el amor de todas las criaturas juntas, incluso las posibles, podrían honrarle durante toda la eternidad. Si, de acuerdo con el sentimiento uni­versal y el lenguaje ordinario de los hombres, dictado por la natu­raleza y sancionado por el Espíritu Santo, el corazón tiene una re­lación tan íntima y real con las virtudes del alma, que esas mismas virtudes son atribuidas al corazón como particularmente propias ¿qué diríamos aplicándolo al Corazón de Jesús?

¿Cuál debió ser la sublimidad de los sentimientos de un Corazón, en el que todo era digno de Dios y dónde está necesariamente reunido todo lo que es exigido por la excelencia de este Ser su­premo?

¡0h Corazón Sagrado de Jesús! ¿Quién comprenderá jamás vuestras grandezas, la inmensidad de vuestro amor, el ardor de vuestro celo por la gloria del Altísimo, vuestra sumisión a su voluntad y vuestro dolor a la vista de los ultrajes cometidos contra la divina Majestad?

Y con relación a los hombres, ¿quién hará conocer las disposi­ciones de este adorable Corazón, quiero decir su Caridad, su bondad, su dulzura, su compasión, su paciencia, su misericordia? Y en cuanto a las virtudes, que tenemos el hábito de admirar más a me­nudo, como el coraje, la fuerza, la constancia, la generosidad, ¿quién podrá jamás expresar en qué grado de perfección las posee todas el Sagrado Corazón de Jesús? Todo es inefable, todo es incomprensible en este divino Corazón, porque es el Corazón de un Dios!

¡Qué magnífica visión nos ha hecho descubrir este estudio! Hemos visto esta cadena misteriosa que une el corazón del hombre al Corazón de Cristo, y el Corazón de Cristo, al Corazón mismo de Dios! Y el anillo sagrado que sirve de eslabón de unión... Es María, la que formó con su propia sangre, por la virtud el Espíritu Santo, el Corazón sagrado de Jesús... Comprendo la grandeza de su dig­nidad y el poder inefable que su divino Hijo le ha dado sobre su Corazón adorable. Comprendo también todo el interés que ella siente hacia los hombres, que son sus hijos.

¡Oh Corazón de Jesús! ¡Qué resplandores no arrojáis sobre los misterios de nuestra humanidad! Vos extraéis vuestra vida divina y vuestras bendiciones del seno del Padre Eterno, de las profundida­des inaccesibles de su esencia, desde lo más recóndito de su perso­na. Esta vida y estas bendiciones, vos las ponéis en manos de Ma­ría, para que de ellas lleguen hasta nosotros.

¡Oh Virgen Inmaculada, vos sois pues a justo título NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN! Seáis por siempre bendita!



II. Conclusión

El lector atento, que nos haya seguido en el curso de este estudio, habrá quedado impresionado por el pensamiento, casi único, que nos ha dominado: Mostrar y probar que el Corazón de Jesús es verdaderamente la sede de sus afectos sensibles y el órgano de su amor. Tal vez se ha sorprendido de nuestra insistencia, y nos habrá recriminado de haber insistido tanto sobre este punto, juzgando que es una cuestión de poca importancia y totalmente secundaria. Sin embargo, no es este nuestro punto de vista.

Hace más de dos siglos que se discute sobre ello. La ciencia moderna, impregnada de la desastrosa doctrina de Descartes, se ha adentrado en un camino deplorable, cuyos resultados tal vez no preveía. Con el célebre filósofo, hizo del cerebro el centro de todo, la sede única de la inteligencia y del amor. Pronto concibió falsos principios. A causa de ello, el alma pronto fue arrinconada y hasta negada; pero ¿cómo explicar las facultades intelectuales? Nada más fácil, dijeron: Es el resultado de una combinación quí­mica, cuyos elementos son fabricados por el cerebro. ¿Y el mismo cerebro, qué es? Dijeron: Una especie de pila eléctrica, que hace brotar en todo el cuerpo la luz de la vida. Desde entonces, el hom­bre no es más, a los ojos de nuestros sabios, que un animal perfeccionado. Atribuyendo al corazón solamente el cometido puro y simple de bomba aspirante-impelente, le niegan con Descartes toda injerencia en la virtud. Para ellos, como para el filósofo, "todos los vicios no proceden más que de la incertidumbre y flaqueza que acompaña a la ignorancia"4. De donde se colige que la ciencia tiene la primacía y que sin ella el hombre no puede ser virtuoso.

¿Quién no quedará aturdido y casi espantado de tales doctri­nas? Y es en nombre del progreso que son enunciadas. La filosofía cartesiana, que pretendía reformar la de nuestros grandes doctores de la Edad Media, debía fatalmente encallar en tan tristes conse­cuencias. A su aparición fue aceptada sin desconfianza; y, no insis­tiré bastante, hasta excitó un apasionamiento universal y acabó por seducir a espíritus eminentes, a menudo animados de las me­jores intenciones. El corazón considerado hasta aquél momento como sede de los afectos, fue dejado de lado. El cerebro, consi­guió todos los honores; se convirtió en el órgano primero, el ór­gano central, en torno del cual se despliega toda la actividad del hombre. Así, cuando el Sagrado Corazón manifestó su Corazón a Sta. Margarita María y que lo ofreció al mundo, como el órgano y símbolo de su amor, hubo protestas numerosas de la parte de los partidarios de la nueva escuela; y cuando los obispos y fieles pidie­ron la aprobación de esta devoción, Roma, teniendo en cuenta la fuerte oposición, denegó la súplica5. Fue bastante más tarde cuan­do accedió a la petición; pero no quiso pronunciarse sobre el fon­do mismo de la cuestión, a causa de la divergencia de opiniones que existían aún entre los fisiólogos. La Iglesia no podía con todo estar en desacuerdo con su divino Fundador. Así, en sus oraciones, en su liturgia, no vacilaba en afirmar que el Corazón de Jesucristo era el horno de su Caridad, el centro de sus afectos6

No cabe duda que estas luchas fueron la causa, en gran parte, del aplazamiento tan largo de la beatificación de la piadosa Visitandina, porque hubiera supuesto dar a las palabras de la Santa, una sanción que la ciencia moderna rechazaba. El gran e inmortal Pío IX compelido por las necesidades de su época, no vaciló ante esta consecuencia y en un documento oficial, afirmó "que debe­mos venerar al Corazón de Jesús, como la sede de la divina Caridad: Ut Cor Illud sacratissimum divinae charitatis sedem omni honoris significatione colerent et venerarentur"7.

La cuestión podía considerarse resuelta, y los fieles esperaban a ver a la Beata, que iba a ser pronto canonizada, recibiendo en toda la Iglesia un culto solemne. La alegría dominaba todos los espíritus, pues entreveían el día no muy lejano cuando la devoción al Sagrado Corazón tomaría su impulso definitivo y se convertiría en el remedio de todos los males, produciendo los frutos de regeneración y de salvación anunciados por Jesucristo y tan impacientemente esperados8
¡Pero no! Aparecieron nuevos adversarios, que pretendían en nombre de la ciencia, que Pío IX no había definido nada, que se daba a las revelaciones de la Bienaventurada, demasiada impor­tancia, que Nuestro Señor, al decir: He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, quería simplemente decir: He aquí el Corazón de Aquel que tanto ha amado a los hombres, y que la Iglesia en su liturgia, toma el Corazón del Salvador únicamente en sentido simbólico o figurado, y entonces hay que atenerse a los últimos descubrimientos de la fisiología, que hacen "del cerebro la sede exclusiva de la sensibilidad afectiva"9
Estas discusiones solo sirvieron para retardar algo más el triunfo de la Bienaventurada Margarita María y el establecimiento del reino social del Sagrado Corazón de Jesús. Pero el gran Papa que gobierna hoy (1900) la Iglesia, acaba de dar a la devoción al Sagrado Corazón su verdadero carácter, como veremos a continuación.

Nuestra pretensión, al tratar de demostrar que el Corazón de Nuestro Señor es verdaderamente la sede de su amor, ha sido la de ponernos de acuerdo con la tradición y los santos doctores, con el mismo Jesucristo y la Bienaventurada, con Pío IX, León XIII y los teólogos que enseñan esta verdad.

Que estas páginas puedan disipar las dudas que podrían existir aún en ciertos espíritus, agrupar todos los católicos en esa doctrina y provocar, bien pronto la canonización de la Virgen de Paray-le­Monial. (Nota del T.= Benedicto XV, la canonizó en su Pontifica­do de 1914 a 1922. Pío XI, elevó la fiesta al rango de la Iglesia Universal).

Notas

  1.     Latus ejus apperuit... ut illic quodammodo vitae ostium panderetur, unde sacramen­ta Ecclesiae manaverunt. (san Agustin in Joan. Evang., c. 19, trat. 120, n. 2). —Exivit sanguis enim et agua. Non sine causa vel casu hae fontes manarunt, sed quia ex hoc utroque Ecclesia constituta est. (san Juan Crisostomo, hom 85, in Joan. n. 3, t. 8, p. 463, éd. Migne).

2.     Ad Opus Redemptionis generis humani Cor Jesu concurrit tanquam causa meritoria per sui vulnerationem. (De SS. Corde Jesu ejusque cultu, a L. Leroy, c. 1, q. 4, n. 56, p. 57).
3.   Heb. 6, 25.
4.     Descartes, cartas Vila y 48a a Madame Elisabeth.
5.   Ver p. 46
6.   Ver p. 47
7.     Decreto Beatificación de santa Margarita María de Alacoque. 1864.
8.   Pío IX. León XIII.
9.   Claude Bemard.
(Nota del Traductor: Benedicto XV, la canonizó durante su Pontificado, de 1914 a 1922 y Pío XI, elevó su fiesta al rango de la Iglesia Universal).

UNA MEDITACIÓN PEQUEÑA ... PERO RICA

Leído en ERMITAÑO URBANO

MIÉRCOLES, 15 DE AGOSTO DE 2012


Pequeña meditación

Sin otro título...




Percibimos el canto que continúa en lo profundo, en lo más hondo, donde los perfiles no se descubren como nuestro antojo lo quisiera.

Dice que no temas... No, amigo que ahora lees o que sospechas, no temas ni te juzgues derrotado. ¿Caíste por allí, por esos senderos perdidos y te pegaste un buen porrazo? Pues levántate sin más preámbulos ni trámite alguno. No te detengas en ningún lugar ni en el tiempo que sea. Deslígate, corta con energía las ataduras y sigue los pasos que llevabas. Te olvidarás del golpe... No lo dudes, eso ya pasó.

Sumérgete, nuevamente, en el silencio de tu corazón. Esto es: retorna a la ermita escondida, en medio de tu desierto. Ya lo conoces, ya estás en él. Desde siempre estás en él. Vive según ese mismo desierto te enseña: DESPRÉNDETE, suelta. Te hallas aún encadenado a un muelle en medio de la tormenta y con el agua agitada. Tu nave golpea una vez y otra vez contra el muro y, sin libertad, acabará por hundirse. Suelta esas amarras. Déjate llevar muy lejos. Abandona el muelle. En el desierto carece de sentido.

No prestes atención a los cantos de las sirenas. Aprende a no escuchar. Eleva los muros de tu jardín y de tu ermita. Son muchos los que se asoman por allí. Tú, nada; recupera el silencio, déjalo resurgir, olvidando y dejando...




¿Novedades?




Tal vez alguna sorpresa... Pero es hora de decir lo de siempre, la verdad de nuestra vida, descubierta en Cristo-Jesús. Desde lo más hondo llega esta palabra de salvación: calla y sufre, fortalécete en el mismo Misterio del Señor... Él es la Resurrección y la Vida.




Fr. Alberto E.

3/8/12

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CONSIDERADO EN SÍ MISMO

Del Libro: El Sagrado Corazón de Jesús (P. Julio Chevalier MSC)



EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
ESTUDIADO EN SÍ MISMO.

Capítulo Primero
EL SAGRADO CORAZON DE JESUS Y LA FILOSOFIA

El capítulo resumido:
 Jesucristo posee como nosotros unas facultades orgánicas y otras intelectuales.- No diremos nada aquí de su inteligencia divina, de su ciencia beatífica; hablaremos solamente de su ciencia adquirida.
 I. Esta ciencia, según santo Tomás, es susceptible de progreso.- El alma de Cristo, no recibió su conocimiento solamente de la ciencia infusa, sino también de la ciencia experimental y progresiva.- Por el lado menos elevado, la inteligencia humana de Cristo, dependía de los órganos, de los sentidos y de las disposiciones de la naturaleza; su imaginación por ejemplo, no llegó a ejercitarse, hasta que no dispuso de un órgano suficientemente desarrollado.- Es en este sentido que los Libros Santos dicen que crecía en edad y sabiduría                    
 II. Si Jesucristo como Dios, poseía una voluntad divina, como hombre, según santo Tomás, tenía la voluntad de la sensibilidad, como la llama este gran doctor.- El bien y el mal sensibles, produjeron evidentemente en El sus efectos naturales. La alegría y el dolor, invadían su alma; pero todos estos movimientos, estaban subordinados a su divina voluntad.- Estos movimientos tenía el Corazón de Jesús por principio. . .
 III. El Corazón de Jesús, es el principio de su vida natural.- Es bajo la influencia de sus latidos, que no cesaron nunca, que el cuerpo de Cristo obtuvo su crecimiento normal y progresivo.- Es bajo el impulso de su amor, que Jesús recorrió la Judea haciendo bien.- Este divino Corazón se convierte para Jesús, en el símbolo y órgano de su voluntad.- Es el principio de todos los movimientos que le impulsaban hacia los hombres.- La virtud es el resultado de la voluntad iluminada por la inteligencia; y la sede de la virtud se encuentra en las potencias sensitivas, que tienen el corazón, como principio.- Así, el Corazón de Jesús es realmente la sede de las afecciones de Nuestro Señor y expresa enteramente a nuestro adorable Salvador.
 IV. El Corazón de Jesús, es todo el Jesús.- Palabras admirables del Cardenal Pie y de Mons. Baudry.- El culto al Sagrado Corazón, es la quintaesencia del cristianismo, el compendio y el resumen substancial de toda la religión                                       
 V. María merece un tributo de agradecimiento.- Como Madre tiene derecho a un respeto y en cierta manera, a la obediencia de su divino Hijo.- Su ruego, es una especie de mandato.- El poder que ella ejerce sobre Jesús, lo ejerce también sobre su Corazón adorable.- He aquí porqué nosotros también debemos recurrir a su poder maternal de intercesión  

¿Quién es el Sagrado Corazón de Jesús? Este es el gran pro­blema que desde hace dos siglos, se nos propone sin cesar, y que después de dos siglos parece no haber encontrado 1. solución sa­tisfactoria. Sin duda, el Corazón de Jesús es el Corazón de un Dios, digno de las adoraciones de los Ángeles y de los hombres; sin duda, el Corazón de Jesús es la fuente de la gracia y en vano podríamos ir a encontrar una respuesta mejor; sin duda el Corazón de Jesús nos ha sido dado por Nuestro Señor en persona, en los tiempos di­fíciles que atravesamos, un medio de salvación, un remedio eficaz a los males del mundo, de la sociedad actual; sin duda, el Corazón de Jesús es la antorcha que nos ilumina, el hogar que nos calienta, una fuerza que nos sostiene, un bálsamo que nos cura; sin duda, el Corazón de Jesús es nuestra esperanza, nuestra vida, nuestra alegría: todos los cristianos lo proclaman. Pero lo que todos no dicen, es que este Corazón adorable es como el principio de las afeccio­nes naturales, la sede del amor sensible del Verbo encarnado.
Para sacar a la luz del día esta importante verdad, tenemos ne­cesidad de saber lo que es el hombre, puesto que Jesucristo se ha revestido de nuestra propia humanidad.
Dos sustancias componen el hombre: el espíritu y la material Ellas forman en él un todo viviente, armonioso, completo. Cada una de esas sustancias, en efecto, termina y completa la otra.
El alma termina y completa el cuerpo, lo sabemos; pero lo que no sabemos bastante, es que el cuerpo termina y completa el alma. Sin esos órganos materiales, el alma no tiene lo que debe tener, no es lo que debe ser; en una palabra, el alma tiene necesidad del cuer­po porque para él ha sido hecha, como el cuerpo tiene necesidaddel alma, porque ha sido hecho para ella.3
Sin duda, esta necesidad recíproca no es igual de una parte y de la otra, el cuerpo no puede subsistir sin el alma; después de la muerte, se desintegra. Al contrario, separada de sus órganos, el al­ma subsiste; es inmortal. Sin embargo, sin ellos, incluso en el cielo, el alma es menos feliz, porque es menos perfecta. Sólo después de la resurrección disfrutará de toda la felicidad4, pues entonces tendrá toda su perfección.
Así pues, este ser misterioso, obra-maestra y cúspide de la creación5, en eso que llamamos hombre, el alma vive de una vida corporal; y el cuerpo, unido al alma, de la que es el órgano, vive de la misma vida del espíritu, es decir, que las operaciones del hombre no son absolutamente espirituales, puesto que no es puro espí­ritu, ni absolutamente corporales, puesto que no es pura materia.6
El Amor, ¡qué cosa tan grande! Dice santo Tomás, que es el principio de todas nuestras acciones? De todos los actos de nues­tra vida, afirma por su parte san Agustín, nosotros cedemos a un impulso principal que nos empuja hacia un fin determinado, a un peso que hace inclinar a nuestra alma toda entera, y este peso esnuestro amor8. El amor es pues una impresión y una fuerza, pues el hombre consigue su fuerza de lo que él ama y del grado con que lo ama. Ningún peligro espanta al amor, ningún obstáculo le de­tiene; tiene sed de sacrificio9. Puede ir hasta la muerte: Fortis ut mors, dilectio.
Este es el amor en el corazón. ¿Y qué es para el alma?
Es el resumen de todo el hombre, es el hombre todo entero, re­sumido sobre este punto. Todos los rayos convergen en este foco único; todo concurre; el atractivo, el sentimiento, el instinto, la inteligencia, la voluntad y todo resuena a la vez en el corazón y al mismo tiempo10
En efecto, todas las facultades del alma concurren en el amor: el entendimiento contempla su objetivo, la imaginación lo embelle­ce de mil atractivos, la memoria conserva sus recuerdos preciosos; todo, en el alma, se reencuentra en este punto: el amor. Se ha po­dido decir verídicamente que "el amor lo es todo para el alma11,como el corazón lo es todo para el cuerpo"12.
San Agustín afirma: que el hombre es lo que le hace su amor: Amas la tierra, eres tierra; sois dioses, si amais a Dios13 . "La estimación y el precio de un hombre se basa en su corazón; si, es allí donde yace su verdadero honor (Montaigne); por el corazón el hombre vale algo (Larochefoucauld). Si hay que erigir altares a alguna cosa humana preferiría adorar el polvo del corazón, que el polvo del genio"

1.      Algunos lo niegan incluso y colocan en el cerebro la sede de las afecciones: más adelante refutaremos este error.
2.      Hic (horno) cum ex duabus stantiis constet, ex corpore et anima. (Tertullianus adv Marc, lib. IV, c. 37, t. II, p. 452.— S. Iren., Cont. Haeres., lib. II, cap. 13, n. e, p. 743) — Horno constat ex corpore et spiritu. (S. Aug. Sertn. 128, C. VII, No. 9, t. V, p. 717).
3.      Ventura, La raison philosophique et la raison catholique, 2a. conf. No. 8, et 7a cnf.
   El Dr. Béchamps, Leyon sur l'origine et l'essence de la matiére, a la Facultad de Medicina de Montpellier (Univers del 14 Enero 1878) — Dr. Fredault Anthopologie, p. 124 y 164 — P. Liberatore, /e Composé bumain, c. 1, art 5 et Institutiones philos­phicae, Psycologia, c. III — Tongiorni, Psychologia, vol. 2, c. 3, art. 3.
4. Corn. a Lap. in epist. I ad Cor. c. 15, trad. por P. Ventura, 23 conf. dogm. de la resurr. vol. 4, p. 155, nota.
T. Thom. supple. q. 93, art. 1.
S. Bern., tract. de diligendo Deo, c. 2, n. 30, t. I, p. 993.
5.    Horno dicitur minor mundus, quia omnes creaturae mundi quodammodo inveniun­tur in eo. (S. Thomas, I, q. 91, art. 1 — S. Bonav. in lib. 3 Sent dist. 2, art. 1, q. 2 conclusio, t. 4, p. 38, éd. Vives).
6.    S. Tomás, qq. disp. de Ainma, art. 3, traducido por Mons. Landriot, Symbolisme, p. 50 — Liberatore, le Composé humain, c. V, art. 6 — Etudes relig. des P.P. Jesui­tes, oct. 1874, p. 488.
—Vita hominumi media est inter Angelorum et pecorum (S. Aug. in Joan. Evang. c. V, Tract 18, n. 7, t. 3, p. 1540).
Horno medium quiddam est inter pecora et Angelos (id. de Civit. Dei, lib. 9, c. 13, n. 2, t. 7, p. 267).
7.      Manifestum est quod omne agens quodcumque sit, agit quamque actionem ex ali­quo amore. (S. Tomás, la, 2a, c. 27, a. 6).
8.      Amor meus, pondus meum; quocumque feror, amore feror. (S. Agustín Confes. 13, 10).
9.      Amor virtus unitiva, virtus diffusiva. (S. Tomás).
10.   Del conocimiento del alma, pag. 89, por Gratry. — Cordi tribuitur amor et desi­dcrium, aliique actus concupiscibiles: ergo potencia ipsa ibidem residet... Cor autcm est primum principium et instrumentum motus: recte igitur appctitus sensitivos in corde locatur... (Suarcz, de Anima, lib. V, c. 4o, n. 9, t. 111, pag. 764, éd Vives).
11.   Diligcs Dominum, etc... Diligcs proximum, etc... in his duobus mandatis universa lex pendet et prophetae. (S. Mat 22, 37.39.405 Hoc est enim omnis horno. (Eccl. 12, 13).
12.   S. Tomás, secundum placita physiologiae Aristotelicae tuno temporis vulgo accepta, docuit cor essc organum principalc, a quo caetera pendent et per quod cartera inter se colligantur, proindeque esse in medio corpore positum: "Licet ait, sint pluria principalia membra in corpore, in quibus manifestantur principia quarundam opera­tionum animae, tamen omnia dependent a corde, sicut a primo principio corporali". (Qq. disp., q. 1, de Anima, art. 2, ad16. — Vide Element. Philos, auct. Sansev. vol. 111, de anthrop., c. 111, p. 90, n. 3).
13.   Terra diligis? terra cris. Deum diligis? Deus cris. Non audeo dicere ex me, Scriptu­ram audiamus. (Ps. 81,6; Ego dixi; Dii estis, et Filii Altissimi omnes. (S. Agustín, in Epist la Sti Joan., tract. II, n. 14, t. 111, p. 1997).
14.   Lacordaire. Confer. de N. D., 26a Conf.: De la religión como pasión y virtud de la humanidad.