LA GLORIA DE DIOS COMO FIN

 

LA GLORIA DE DIOS


El fin de la Creación es la gloria de Dios. Gloria es el esplendor de su belleza y perfección y todo puede y debe estar lleno de esa plenitud. Los seres inanimados con su existencia, los seres libres con su libertad moral. Debemos distinguir, sin embargo, entre gloria intrínseca y gloria extrínseca
1. La gloria intrínseca la marca la intimidad de Dios en su comunión de tres personas, su perfección interna.
2. La gloria extrínseca, en cambio, es clara cum laude notitia dice el antiguo adagio (Conocimiento claro con alabanza). Adoración que amor extasiado ante la belleza divina.
Dicho de otro modo la gloria intrínseca de Dios es su vida misma, su perfección, su circulación de amor y conocimiento, su belleza absoluta, que es infinita. Nada externo necesita para que el esplendor de la gloria sea máximo. Dios quiso comunicar sus infinitas perfecciones a las criaturas que le comunican una gloria extrínseca que es el fin de la creación. El bien de las criaturas es dar a Dios esa gloria, porque en Él encuentran la vida y la perfección.
   La gloria de Dios es el principio y el fin de toda la creación. La misma encarnación del Verbo y la redención del género humano no tienen otra finalidad que la gloria de Dios. Por eso exhorta el apóstol a no dar un paso que no sea encaminado a la gloria de Dios: "Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis alguna cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Co 10,31) "por cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante él, y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza de su gloria" (Ef 1,4-6).
   La gloria intrínseca de Dios en perspectiva trinitaria, no sólo desde la consideración de su unidad. El misterio Dios desde su intimidad, es misterio da intensas luces
   -Dios, el Padre, es amor, esta afirmación conduce a las profundidades divinas. En la salvación corresponde al Padre la iniciativa del amor, su amor es un amor fontal, una fuente que mana eternamente. El Padre es el principio, la fuente y el origen de la vida divina. No engendrado, no creado su innascibilidad es no tener origen es el principio en cuanto que es Aquel de quien otro procede. Sólo Él puede sin motivo o causa empezar a amar (salvando el lenguaje del tiempo para la eternidad). Dios ama desde siempre y para siempre, comenzó a amar desde la eternidad. Nunca fallará a su fidelidad en el amor, es una total espontaneidad, fontalidad, creatividad inagotable del amor divino. El Padre es eterno origen del amor, Aquél que ama en absoluta libertad, desde siempre y para siempre libre en su amor, el eterno Amante con la gratuidad más pura del Amor
   El Amor del Padre no es egoísta, sino que es generador, originante, fecundo. Amando Dios se distingue: es Amante y Amado, Padre e Hijo. Es el Padre por esencia, la paternidad le distingue de las otras personas. Eternamente está engendrando por amor al Hijo de un modo tan perfecto que el Hijo es consustancial con el Padre que le da toda su vida. El Padre sale de sí mismo totalmente en desbordante generosidad del Primer Amor
   Más allá del Hijo, el Amor que engendra al Hijo sigue procediendo amor. El Amor del Padre, fuente del Amado, el Hijo, es también fuente del tercero en el amor, el Espíritu. El Espíritu Santo es el éxtasis de amor del Padre ante el Hijo y del hijo al contemplar al Padre. Es el condilecto en el amor. Es el vínculo personal de la comunión mutua del Padre y del Hijo. Es el don personal de su generosidad absoluta, en Él la Trinidad se hace donante y acogedora. El Padre, Amante eterno, es fuente del Espíritu no sólo como amor unificante, sino como amor abierto y acogedor y espira al Espíritu como don.
   Esta libertad amorosa del Padre es el origen de la creación y la razón más profunda de la libertad de las creaturas. Su iniciativa amorosa no cede ni ante el ingrato o el infiel
   La gloria extrínseca viene marcada por la filiación divina, la inhabitación de la Santísima Trinidad en el hombre en gracia. . La alegría del Padre al ver vivir en el amor del Hijo por el Espíritu Santo es la mayor gloria de Dios, además del esplendor de sus perfecciones. La gloria de Dios es que los hijos triunfen, que amen como el ama, que vivan una vida de amor eterna. Dios no envidia el triunfo del hombre; pensar esto sería una blasfemia, sino que se alegra con la vida eterna de los hijos, en su vivir de amor.
San Ireneo da una aportación importante para captar lo que es la gloria de Dios: "Gloria Dei vivens homo et vita hominis visio Dei", la gloria de Dios es la vida del hombre, y la vida del hombre es la visión de Dios, que aleja de considerar a Dios como un ser lejano de los hombres como un rey que recibe el tributo de los hombres como una especie de autocomplacencia. La gloria de Dios es vivir en nosotros, es que tengamos vida eterna, la suya; es endiosarnos. Esa gloria de Dios es gozo en Dios por la alegría del triunfo del hijo libre, que puede ser díscolo, pero que ha triunfado y ama como Dios, es el mismo Dios en cierta manera, como dice San Gregorio de Nisa. Es el endiosamiento bueno de que habla San Josemaría, ser hijos de Dios realmente.
Si damos un paso más que entendemos por gloria de Dios. Hay que decir que es una noción primaria, como la belleza, es la expresión del esplendor de la perfección divina que suscita admiración y adoración. La definición clásica es "clara cum laude notitia" conocimiento claro con alabanza" pero puede quedarse algo corto en entenderlo, lo ideal es la ciencia de la experiencia que sabe porque sabe, pero no sabe por qué sabe, ve, siente, experimenta, conoce y reconoce, asciende, saborea o queda anonadado ante la grandeza como Moisés ante la zarza ardiente del Sinaí, como Pedro en la Transfiguración y se postra con temor y temblor atraída fascinada pero con el respeto de lo tremendo que es lo propio de lo sagrado, que al mismo tiempo es fascinante. Es lo que los hebreos llaman el kabod de Dios. Es la doxa tou zeou de los griegos, aunque en los griegos tiene un matiz de conocimiento más o menos incierto en cambio el kabod es una cualidad de gran trascendencia.
   La gloria intrínseca de Dios es su vida misma, su perfección, su circulación de amor y conocimiento, su belleza absoluta que es infinita. Nada externo necesita para que el esplendor de la gloria sea máximo. Dios quiso comunicar sus infinitas perfecciones a las criaturas que le comunican una gloria extrínseca que es el fin de la creación. El bien de las criaturas es dar a Dios esa gloria, porque en Él encuentran la vida y la perfección.
   La gloria de Dios: he aquí el alfa y el omega, el principio y el fin de toda la creación. La misma encarnación del Verbo y la redención del género humano no tienen otra finalidad que la gloria de Dios: "Cuando te queden sometidas todas las cosas, entonces el mismo Hijo se sujetará a quién a él todo se lo sometió, para que sea todo en todas las cosas" (1 Co 15,28) Por eso exhorta el apóstol a no dar un paso que no sea encaminado a la gloria de Dios: "Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis alguna cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Co 10,31) "por cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante él, y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza de su gloria" (Ef 1,4-6).
Cristo es "el esplendor de la gloria del Padre" después de una breve humillación fue coronado de gloria (Heb 1,2;2,7.9). Para los hombres San Ireneo nos dará una aportación importante para captar lo que es la gloria de Dios: "Gloria Dei vivens homo", la gloria de Dios es la vida del hombre, y la vida del hombre es la visión de Dios. que aleja de considerar a Dios como un ser lejano de los hombres como un rey que recibe el tributo de los hombres como una especie de autocomplacencia. La gloria de Dios es vivir en nosotros, es que tengamos vida eterna, la suya; es endiosarnos. Esa gloria de Dios es gozo en Dios por la alegría del triunfo del hijo libre, que puede ser díscolo, pero que ha triunfado y ama como Dios, es el mismo Dios en cierta manera, como dice San Gregorio de Nisa. Es el endiosamiento bueno que será perpetuo en la vida de la gloria perpetua que es el cielo.
El Catecismo también insiste en esta verdad. "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" (Cc. Vaticano I: DS 3025). Dios ha creado todas las cosas, explica S. Buenaventura, "non propter gloriam augendam, sed propter gloriam manifestandam et propter gloriam suam communicandam" ("no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla") (sent. 2,1,2,2,1). Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad: "Aperta manu clave amoris creaturae prodierunt" ("Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas") (S. Tomás de A. sent. 2, prol.) Y el Concilio Vaticano primero explica: En su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirir su perfección, sino para manifestarla por los bienes que otorga a sus criaturas, el solo verdadero Dios, en su libérrimo designio , en el comienzo del tiempo, creó de la nada a la vez una y otra criatura, la espiritual y la corporal (DS 3002) (293). “La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,5-6): "Porque la gloria de Dios es el hombre vivo, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios" (S. Ireneo, haer. 4,20,7). El fin último de la creación es que Dios , "Creador de todos los seres, se hace por fin `todo en todas las cosas' (1 Co 15,28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad" (AG 2) (294)