24/1/12

LOS PRIMEROS DISCÍPULOS DEL CORAZÓN DE CRISTO

Leído en CRISTIANDAD
Isabel Montoliu  

Publicado en CRISTIANDAD en Junio de 1948, p. 242.

«Mas como muchos desconocen o desdeñan todavía aquellas quejas del amantísímo Jesús a Sta. Margarita María de Alacoque y lo que indicó esperar y querer de los hombres, plácenos, Venerables Hermanos, deciros algo acerca del deber de dar una digna satisfacción al Corazón de Jesús...»

«Entre todo cuanto atañe al culto del Sacratísimo Corazón, descuella la Consagración. Después que Nuestro Salvador enseñó a la inocentísima discípula de su Corazón, Santa Margarita María, cuánto deseaba que los hombres le rindiesen este tributo de devoción, ella fue, junto con su director espiritual P. Claudio de la Colombière, la primera en rendírselo.»
Pío XI, Encl. «Miserentissimus Redemptor»

En el Monasterio de la Visitación de Paray-le-Monial, la hermana Margarita María a la sazón de veintisiete años de edad, hállase oprimida de grandes angustias. Sus vías extraordinarias, imposibles de ocultar, son objeto de recelo y desconfianza por parte de la comunidad. Vése humillada y lo es hasta por su misma Superiora la M. de Saumaise, a la que el Divino Maestro le obliga a comunicar las gracias de que le colma, y que, aun admirando secretamente la virtud de la Hermana, juzga prudente recibirla con frialdad y con "desprecio" sus confidencias. Hácela tener varias consultas con eclesiásticos y religiosos:

“Me hicieran hablar con algunas personas doctas -dice la Santa- las cuales, muy lejos de asegurarme en mis caminos, aumentaron todavía mis penas”.

“Menearon la cabeza” y explica pintorescamente Monseñor Languet, su biógrafo contemporáneo- miraron a la Hermana Margarita María como una visionaria, ordenaron que se hiciera tomar sopa a aquella joven, y el oráculo que pronunciaron fue condenar su atractivo por la oración y prohibir a la Hermana y a su Superiora ocuparse de todas aquellas maravillas por evidentes que fueran: y felicitáronse luego por la pretendida cordura de su decisión".

Esta fue para Margarita María causa de verdadera tortura, que la hizo caer enferma, llegándose a temer por su vida. Luchaba con todas sus fuerzas, por obediencia, contra el Espíritu de Dios que la guiaba.

“Pero cuanta más resistencia le hacia yo para alejarle de mi, más presente le tenía. Me hicieron caer en grandes temores que me movían a desear y a pedirle, que me sacará de ellos. El me lo prometió, añadiendo que me enviaria a su fiel siervo y perfecto amigo que me enseñaría a conocerle y a abandonarme a él sin más resistencia. Y en efecto me envió al Rndo. P. de la Colombière...”.

Nacido este siervo de Dios el 2 de febrero de 1641 en San Sinforiano de Ozón, en el Delfinado, Francia, de una familia llamada en los anales de la Visitación "la familia de santos", había entrado en la Compañía de Jesús en 1658, después de terminados todos sus estudios de letras y dos años de filosofía, Antes y después de cursar la teología ejercitóse en el magisterio; enseñando humanidades y retórica y destacando por su elocuencia. Fue durante algún tiempo preceptor, de los hijos de Calbert, el Ministro de Luis XIV, y esta circunstancia afinó en él el conocimiento de la sociedad y la exquisitez de trato. Hizo la profesión solemne en 2 de febrero de 1675, antes de terminar la tercera probación, siendo inmediatamente nombrado Superior de la Residencia de Paray-le-Monial, a donde llegó hacia el 15 del mismo mes.

A los pocos días, fue a saludar a las Religiosas de la Visitación.

Relata la Santa en su autobiografía: “Finalmente envió aquí Nuestro Señor al Padre de la Colombière... a quien quería manifestase, según la inteligencia que sobre ello se me daría, todos los secretos de su Sagrado Corazón que Él me había confiado; pues me le enviaba para asegurarme en mis caminos y para repartir con él las extraordinarias gracias de su Sagrado Corazón, las cuales derramaría abundantemente en nuestras conferencias”.

“Cuando vino aquí este santo varón, y mientras hablaba a la comunidad, oí interiormente estas palabras: He ahí al que te envío!”

En cuanto al Padre de la Colombière, como estuviese hablando a las Religiosas unos días más tarde ante la reja del Coro descubierta, llamóle la atención una de sus oyentes por su recogimiento y un algo sobrenatural que emanaba de ella. Al terminar, preguntó a la Madre de Saumaise:

“¿Quién es esa joven Religiosa? Sin duda es una alma escogida”.

Nombrósela la Superiora sin añadir comentario alguno. Nada sabía pues de ella el Padre, cuando volvió por aquel entonces con ocasión de Témporas a confesar a la Comunidad.

Mas prosigue la Santa en su autobiografía:

“Le reconocí al instante en la primera confesión de témporas, pues, sin habernos visto ni hablado jamás, me retuvo largo tiempo, y me habló como si hubiera comprendido cuanto en mí pasaba; más no quise por esta vez abrirle en modo alguno el corazón, y viendo él que quería retirarme para no molestar a la Comunidad, me dijo que si lo tenía a bien, vendría a verme de nueva para hablarme en el mismo sitio. Pero me obligó mi natural timidez que esquiva tales comunicaciones, a responderle que, no pudiendo responder de mi, haría lo que la obediencia ordenase.”

“Me retiré después de haber estado allí como una hora y media. Poco tiempo después volvió, y aunque conocía ser voluntad de Dios que le hablase, no dejé de sentir terribles repugnancias cuando me fue preciso ir, y esto fue lo primero que le dije. Me respondió que le era muy grato haberme dado ocasión de hacer a Dios un sacrificio. Entonces, sin pena ni forma alguna, le abrí mi corazón, y le descubrí el fondo de mi alma, tanto lo malo como lo bueno. Sobre este punto, me consoló extraordinariamente, asegurándome que no había motivo alguno de temor en la conducta de este Espíritu, pues en nada me separaba de la obediencia, y que debía seguir todas sus inspiraciones, abandonándole todo mi ser, para sacrificarme e inmolarme según su beneplácito”.

A continuación explica Santa Margarita una gracia extraordinaria recibida, que manifiesta de maravilloso modo la común vocación de aquellas dos grandes almas, respecto a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús:

“Un día, -dice- que vino a decir Misa en nuestra Iglesia, le hizo nuestro Señor, y a mi también, grandísimos favores. Al aproximarme a recibir la Sagrada Comunión, me mostró su Corazón como un horno ardiente y otros dos corazones que iban a unirse y abismarse en Él, diciéndome: “—Así es como une para siempre mi puro amor estos tres Corazones.” Y después me dio a conocer que esta unión era exclusivamente para la gloria de su Sagrado Corazón, cuyos tesoros quería descubriese yo al Padre para que él los diera a conocer y publicara todo su precio y utilidad. Con este objeto quería que fuésemos como hermano y hermana, igualmente participantes en los bienes espirituales; y representándole respecto de esto mi pobreza y la desigualdad que había entre un hombre de tan elevada virtud y una pobre miserable pecadora como yo, me dijo: “Las riquezas infinitas de mi Corazón suplirán e igualarán todo: háblale sin temor”.

“Así lo hice en nuestra primera entrevista; y su manera humilde y reconocida de recibir esta y otras varias cosas que, en cuanto a él se referían, le dije de parte de mi soberano Maestro, me conmovió grandemente y me aprovechó más que todos los sermones que hubiera podido oír”.

El Corazón de Jesús, en visiones sucesivas había manifestado a su Confidente, su amor a los hombres, el deseo de que fuera adorado su Corazón de carne, que se le devolviera amor por amor, que se expiara por los pecados del mundo; pidiéndole la Comunión de los Primeros Viernes y la práctica de la Hora Santa. Y he aquí que hallándose ante el Santísimo Sacramenta el día 16 de junio de aquel año 1675, aparécesele nuevamente el Divino Corazón y le pide que el viernes después de la Octava de Corpus se celebre una fiesta particular parar honrar su Corazón “comulgando ese día para reparar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto sobre los altares”.

Como la Santa representase al Señor su indignidad e incapacidad para el cumplimiento de sus designios: “Dirígete a mi siervo, el P. de la Colombière -repuso el Señor- y dile de mi parte que haga cuanto pueda para establecer esta Devoción y dar este gusto a mi Corazón. No se desaliente por las dificultades que para ello encontrará y que no le han de faltar. Pero debe saber que es todopoderoso aquél que desconfía enteramente de sí mismo para confiar únicamente en Mi”.

Esta consagración al Divino Corazón la realizó el Beato la Colombière muy pocos días más tarde: el 21 del mismo mes de junio, fecha en que coincidió aquel año con la fiesta de San Luis Gonzaga -el Santo que según Santa Magdalena de Pazzi, “lanzaba saetas al Corazón del Verbo”- el viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento. “Siervo fiel”, había resuelto en su Retiro de treinta días de noviembre anterior, "ser fiel aún en las cosas más pequeñas". Y he aquí que el Señor le ayudaba para serlo en las grandes. Contestó pues prontamente, como vemos, al llamamiento del Amor. “Hombre de una virtud eminente y dotado por Dios de un raro discernimiento de los espíritus para dirección de las almas” como le juzga el insigne P. Gallifet (el cual añade que por haber tenido la dicha de vivir con él y bajo su dirección puede dar de ello testimonio cierto) (LA DÉVOTION AU SACRÉ COEUR, p. 13), estaba convencido de la santidad de Margarita María y de la autenticidad y carácter divino de sus visiones, sobre todo después de tres meses de tratar confidencialmente con ella y con su Superiora, la M. de Saumaise. Aquel mismo día, en el coro bajo de la Capilla de la Visitación, la dichosa Confidente del Corazón de Jesús pronunciaba asimismo su consagración. He aquí cómo fue celebrada íntimamente, por aquellas dos santas almas la primera fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

Poco debía durar aquella estancia en Paray del P. de la Colombière. A los 18 meses de su llegada, fue nombrado Predicador de S. A. R. la Duquesa de York, María de Este, católica como su esposo el Duque, más tarde Rey de Inglaterra -con el nombre de Jacobo II. Debía partir para Londres. Esta noticia causaría gran impresión en el Monasterio de las Salesas. Es de creer lo muy sensible que sería aquel traslado para la M. de Saumaise, quien ganada por la autoridad y virtud eminente del Beato, le consultaba en todas las cosas. Pero para nadie sería tan sensible como para nuestra Santa. Presentando ésta sus quejas al Señor, recibió de Él esta respuesta: “Y qué, ¿no te basto Yo que soy tu principio y tu fin?”.

El P. de la Colombière abandonó pues Paray en la segunda quincena de septiembre de 1676. Providencial en grado sumo había sido su estancia allí. Había asegurado en sus caminos a la Hermana Margarita y héchole más llevadera su situación -dentro del Monasterio, sobre todo por haber inclinado a la M. de Saumaise a aprobar el espíritu que la conducía y dar fe a sus revelaciones. En cuanto a él, tan directamente llamado por el Corazón salía de allí convertido en infatigable apóstol de esta Devoción. Desde aquella época, Santa Margarita y él, a la vez que Dirigida y Director, fueron según la palabra divina, como hermano y hermana. La misma Historia no puede ya separarles.

De la alta estima que en todos conceptos profesaba nuestro Beato a la Santa, darán idea estas palabras dichas a su dirigida Mlle. de Bisefranc que se lamentaba de su marcha: "Os harán conocer a una persona en Santa María, cuyos consejos debéis seguir coma si os hablara yo, porque yo mismo la consulto en lo que me concierne y sigo su parecer". Así lo depuso bajo juramento la citada señorita en el proceso de 1715.

Sin duda empezaría el P. de la Colombière ya en Paray a difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Pero fue en Londres donde se dio de lleno a esta tarea, con tanto éxito que él mismo estaba admirado. Llegó a predicar públicamente acerca de esta Devoción el día de Corpus, en la Capilla del Palacio de Saint-James y conquistó para la misma en tan alto grado a la piadosa Duquesa de York, que en 1697, años después de muerto el Beato, siendo ya Reina de Inglaterra, fue la primera en presentar a la Santa Sede la petición de que fuese instituida la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, y aún desterrada a Francia, continuó allí trabajando por la nueva Devoción.

Al llegar a este punto, comprendemos claramente con S. S. Pío XI, cuán providencial para la gloria del Beato fue la fecha y circunstancias en que vino a recaer la ceremonia de su Beatificación.

“Rabiaba Satanás”, como dice Santa Margarita, -al ver extenderse la devoción al Sagrado Corazón, y pronto se vio envuelto el P. de la Colombière en las olas de la tempestad deshecha que se levantó en Inglaterra contra los católicos con motivo de una pretendida “Conjuración Papista”, inventada por el ministro anglicano Tito Oates. Encarcelado el Beato y conducido ante los jueces, de nada pudo acusársele en definitiva más que de haber logrado conversiones al catolicismo, abjuraciones del protestantismo, organización de un monasterio oculto en Londres y haber proporcionado sacerdotes para Virginia. Además hallábase bajo la protección especial de Luis XIV como enviado suyo, de manera que la sentencia se limitó a ser la de destierro de la Isla y sus dominios, por su actuación en pro del Catolicismo, “de naturaleza peligrosa y opuesta, a la paz y buen gobierno del Reino”.

Regresó pues a Francia el valiente confesor de la fe, más con la salud perdida. Teníala ya resentida por sus admirables austeridades en el Palacio de Saint-James, donde residía, y los padecimientos crueles sufridos en varías semanas de cárcel en Londres acabaron de destruírsela, provocando en él nuevas hemoptisis.

De paso para Lyón a donde fue destinado, detúvose diez días en Paray-le-Monial, donde, después de tantas penalidades sufridas, tuvo el gozo de volver a entrevistarse con la Hermana Alacoque oyéndola en confesión. Momentáneamente mejorado de salud después de una temporada en su villa natal, ejerció en Lyón la dirección espiritual de los estudiantes jesuitas de Filosofía en el Colegio de la Trinidad. Inmenso fue el bien que este cargo le permitió hacer, difundiendo grandemente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Baste decir que ganó para ella a los entonces discípulos suyos PP. Croiset y de Gallifet, más adelante apóstoles insignes de la misma con sus palabras y con sus escritos. El primero fue luego Director de Santa Margarita María, recibiendo de ella interesantísimas y admirables cartas. En cuanto al P. de Gallifet, ya más arriba citado encomiando al P. de la Colombière, decía de él: “De este siervo de Dios he recibido las primeras instrucciones acerca del Sagrado Corazón y comencé desde entonces a amarle y estimarle”.

El día de Pascua de 1681, precisamente el 6 de abril, aniversario de su ordenación sacerdotal, le sobrevino al Beato Claudio una grave crisis de su enfermedad, por lo que los Superiores determinaron enviarle a Paray esperando que aquel clima sería beneficioso a su salud. Así fue al principio, en efecto, teniendo el buen Padre nuevamente el consuelo de entrevistarse varias veces en la Visitación con la Hermana Margarita María.

Agravóse de nuevo a principios de invierno y los médicos le aconsejaron un nuevo cambio de aires. Decidióse que su hermano Floris de la Colombière, arcediano en Viena (Delfinado) le iría a buscar. Todo estaba preparado para su marcha que debía verificarse el 29 de enero, fiesta de San Francisco de Sales, cuando recibió un billete de la Hermana Margarita María concebido en estos términos: “No os vayáis, si podéis hacerlo sin faltar a la obediencia, porque muy pronto tendréis que hacer otro viaje de mucha mayor importancia”. “¿En qué se apoya este consejo?” –preguntó por escrito el siervo de Dios. “Él me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida”, fue la respuesta. Por orden del Superior, suspéndese la marcha. El “viaje de mucha mayor importancia” no se hizo esperar mucho. Diez y siete días más tarde, el 15 de febrero de 1682, a las siete de la tarde, el P. de la Colombière, moría santamente. Acababa de cumplir los cuarenta y un años de edad.

Enterrósele en la capilla misma de los Padres Jesuitas. En 1763, con motivo de la supresión de la Compañía de Jesús y hasta el restablecimiento de ésta, sus restos reposaron junto a los de Santa Margarita María (que había fallecido ocho años más tarde que él, en 17 de octubre de 1690), en el Monasterio de la Visitación.

Aconteció que siendo la Hermana Margarita Maestra de Novicias en 1686, fue enviado a la Visitación de Paray un ejemplar del “Retiro Espiritual” del P. La Colombière, apuntes de dos distintos Retiros practicados por el Beato y editados dos años después de su muerte. Con el piadoso interés que es de suponer por parte de una Comunidad que tanto había tratado a aquel varón insigne cuya fama de santidad se iba extendiendo, hízose su lectura en el refectorio. ¡Con qué devoción escucharía nuestra Santa! El libro tocaba ya a su fin; la lectora proseguía: “He reconocido que Dios quiere servirse de mí, procurando el cumplimiento de sus deseos respecto a la devoción que ha sugerido a una persona a quien Él se comunica muy confidencialmente y para la cual ha querido servirse de mi flaqueza. Ya la he inspirado a muchas personas en Inglaterra y he escrito a Francia a uno de mis amigos rogándole que dé a conocer su valor en el sitio en que se encuentra. Esta devoción será allí muy útil y el gran número de almas escogidas que hay en esa Comunidad me hace creer que el practicarla en dicha Santa Casa será muy agradable a Dios. ¡Que no pueda yo, Dios mío, estar en todas partes y publicar lo que Vos esperáis de vuestros servidores y amigos!

Habiéndose pues Dios descubierto a la persona que hay motivo para creer que es persona según su corazón, por las grandes gracias que le ha hecho, ella se manifestó a mí y yo la obligué a poner por escrito lo que me había dicho. Y esto es lo que he querido copiar de mí mano en el Diario de mis Retiros, porque quiere el buen Dios valerse de mis débiles servicios en la ejecución de ese designio.” “Estando, dice esta santa alma, delante del Santísimo Sacramento...”. Y a continuación ¡el relato de la Gran Revelación de 16 de junio de 1675! “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres... Te pido que el primer viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento se dedique una fiesta particular para honrar mi Corazón...”. Las Religiosas seguían comiendo y escuchando con los ojos bajos, en cumplimiento de la Regla; pero ¡cuántos corazones debieron palpitar más fuertemente ante tan clara e inesperada alusión a la Hermana Alacoque! Y ¿quién podrá explicar la sorpresa y confusión de ésta? Sin poderse contener, la lectora le dirige una mirada a hurtadillas, y observa su anonadamiento. Otra Hermana le dice luego en el recreo a boca de jarro “Mi querida Hermana, bien claramente os ha designado el P. La Colombière, no podéis negarlo. –No tengo sino motivos para gozarme de mi abyección"— le contesta la Santa.

Hecha pues pública la Gran Revelación por medio del libro del Beato Claudio, dióse un gran paso en la propagación por todo el mundo de la Devoción al Corazón de Jesús. La misma Hermana Margarita María, venciendo su natural timidez y olvidada de sí misma, hablaba de este libro con entusiasmo y lo recomendaba en muchas de sus cartas. Escribía por ejemplo a la M. de Soudeilles, en Moulins: “Hemos encontrado esta devoción (del Sagrado Corazón) en el libro “Retiros” del R. P. de la Colombière, a quien se venera como a un santo. No sé si V. lo conoce; si tiene el libro que le hablo, porque tendría gusto en procurárselo” (4 de julio de 1686).

“La alta idea -dice Mons. Lauguet- que en el mundo se tenia de la santidad de este Padre (de la Colombière); la reputación que había adquirido por la elocuencia de sus sermones en las Cortes de Francia e Inglaterra y en otras partes, previnieron en favor de su devoción favorita. El libro de sus Retiros, recibido en todas partes con admiración, ganó tantos adoradores al Corazón de Jesucristo cuantos lectores tuvo. “En todas partes no se hablaba más que de esta Devoción y los que supieron que la Hermana Margarita era la persona favorecida del Sagrado Corazón; animáronse más y más a seguir la devoción recomendada por la sierva de Dios”.

La colaboración de aquellas dos grandes almas fué en efecto más intensa que nunca después de la muerte del P. de la Colombière. El Señor consoló a la Santa en varias visiones en que le fue dado contemplar la gloria de que gozaba el Beato y el poder de su intercesión tocante a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El día de la Visitación (2 de julio de 1688) hallándose ante el Santísimo Sacramento: “Se me representó -dice- un lugar eminente, espacioso y admirable por su belleza, en cuyo centro había un trono de llamas que despedía rayos tan encendidos y luminosos que todo aquel espacio quedaba iluminado y caldeado con ello. La Santísima Virgen estaba a un lado y San Francisco de Sales del otro, con el santo P. de la Colombière; y se veía en aquel lugar a las Hijas de la Visitación acompañadas de sus Ángeles Custodios, cada uno de los cuales tenía un corazón en la mano”. Después de haber recomendado la Virgen a sus Hijas de la Visitación la devoción del Sagrado Corazón de Jesús “volviéndose hacia el buen P. de la Colombière, le dijo esta Madre de bondad: En cuanto a vos, fiel siervo de mi divino Hijo, tenéis gran parte en este precioso tesoro; porque si fue dado a las Hijas de la Visitación conocerlo y distribuirlo a los demás, está reservado a los Padres de vuestra Compañía demostrar y dar a conocer su utilidad y valor, a fin de que se aprovechen de él con el respeto y agradecimiento debidos a tan gran beneficio... Y a medida que le proporcionen este contento, al divino Corazón, manantial de bendiciones y de gracias, las derramará tan abundantemente sobre las funciones de su ministerio, que producirán frutos que sobrepujen a sus trabajos y esperanzas, aún para la salvación y perfección de cada uno de ellos en particular”.

“No os podéis figurar -escribe a la M. de Soudeilles en 1686- los excelentes afectos que esto produce (la Consagración al Corazón de Jesús) en las almas que tienen la dicha de conocerle por medio de este santo varón (el P. de la Colombière), el cual se había consagrado enteramente a este Corazón, y no suspiraba más que por hacerle amar, honrar y glorificar. Tengo para mi que esto fue lo que le elevó a tanta perfección en tan breve tiempo”.

Muchas otras citas podríamos aducir, pero cerraremos esta exposición de textos con un fragmento de una carta de Santa Margarita María a su entonces Director el citado P. Croiset. Dice así: “Conviene dirigirse a su fiel amigo (del Sagrado Corazón) el buen P. de la Colombière, al cual Jesús ha otorgado un gran poder, encargándole por decirlo así de la concerniente a esta devoción. Confidencialmente os confieso haber recibido de él grandes socorros, siéndome aún más favorable que cuando estaba acá en la tierra. Si no me engaño, esta devoción del Sagrado Corazón le ha hecho muy poderoso en el cielo y le ha elevado más en la gloria que todo lo restante que hubiera podido hacer durante toda el curso de su vida”.

* * *

Sería de desear fuera pronto un hecho la publicación de una Vida extensa del Beato P. de la Colombière, en español. Su eminente figura lo merece; y al llenarse con ello un verdadero hueco de nuestra bibliografía hagiográfica, se satisfaría el interés de cuantos en nuestro país quieran documentarse debidamente sobre la Devoción al Corazón de Jesús y su historia, por medio de los Santos más representativos de la misma.

Isabel de Montoliu

Barcelona, mayo 1948.


19/1/12

UNA PUBLICACIÓN DE 1945

Cristiandad
Revista quincenal    año II, nº 29, páginas 254-257
Barcelona-Madrid, 1 de junio de 1945
________________________________________
Plura et unum
Ramón Orlandis S. J.

Corazón de Jesús, en donde están todos los tesoros
de la Sabiduría y de la Ciencia

El conocido filósofo ruso Nicolás Berdiaeff es persona a la cual no podemos negar admiración ni tampoco nuestra simpatía. No es él uno de aquellos escritores de moda brillantes y superficiales que con sofísticas y audaces paradojas y tal vez con falacias conscientes saben captarse un partido entre los deportistas del pensamiento y llevarles quizás –Dios lo sabe– a ser instrumentos inconscientes de su perversidad. Tampoco es de aquellos otros, cuyo indisimulable orgullo concentra toda su intención en hacer del talento que Dios les ha dado un pedestal de fama y superioridad. Ni es de aquellos que despreciando toda la sabiduría antigua se presentan como maestros definidores, como si se les hubiera otorgado el monopolio de la ciencia. Ni es por fin de aquellos talentos destructores, que parecen gozarse en las ruinas de convicciones de sentido común que va amontonando la piqueta demoledora de su crítica insana.
En los libros del autor de Una nueva Edad Media se transluce la seriedad de su carácter y el amor sincero de la verdad. Por lo mismo es más de lamentar, que, permitiéndolo Dios, o no haya llegado hasta las fuentes de la verdad o no las haya apreciado según su valor. Hay en las obras de Berdiaeff oro de ley. ¡Cuánto más abundante no sería este oro sin el innegable extravío que le aleja de la verdad de los principios eternos del saber!
Berdiaeff se profesa cristiano y en muchas ocasiones lo parece, pero a esta ilusión sucede el desengaño. No se necesita gran perspicacia para echar de ver que en aquella egregia mente han arraigado los erróneos principios de la llamada ciencia moderna, anticristiana y antinatural. Leyendo las obras de Berdiaeff a la luz de nuestra santa fe es fácil confirmarse en la convicción de que fuera de la Iglesia Católica Romana podrán hallarse fragmentos de filosofía, nunca un edificio sólido y acabado de verdad. Dios permitió que Berdiaeff naciera en el seno de una secta cismática, separada de Roma y atrofiada en su vida cristiana y este es sin duda el origen principal de sus errores. El espíritu de Berdiaeff está envenenado en su raíz por prejuicios nacidos del pseudo-criticismo agnóstico de Kant, y por el sentimentalismo inconsciente, que busca en los instintos del corazón un refugio en el naufragio de la certeza.
Pero Berdiaeff merece el nombre de filósofo en el sentido etimológico de la palabra, porque es de verdad amante de la sabiduría, la ama sin conocer su morada, y da compasión, al oírle aplicar los motes de ingenuo y de cándido a aquellos que saben de cierto dónde mora la sabiduría. Lamentable despropósito en labios de Berdiaeff.
Extrañará de momento a algunos que hablemos de este filósofo en un artículo dedicado a tratar del Sagrado Corazón de Jesús. No lo extrañen. ¿Puedes creer, lector amable, que si una persona dotada por Dios como Berdiaeff, viera en Jesús, no como los apóstoles en su día, una fantasma, una mera sombra consoladora, sino un hombre real y verdadero, un hombre de carne y hueso que vive en el cielo interpelando por nosotros no sanaría de la enfermedad de su espíritu? ¿Y qué, si íntimamente se persuadiera que Jesús tiene Corazón, con todo el sentido que esto tiene, con todo lo que esto dice al alma, quedaría en aquel espíritu enfermo rastro de su enfermedad? ¿Y qué, si estuviera persuadido que Jesús tiene boca y lengua y que aun viviendo en su vida celeste hubiera querido valerse de estos labios y esta lengua para recordar a los hombres este hecho semiolvidado que Él tiene Corazón?

La metafísica de Berdiaeff
Berdiaeff es más conocido entre nosotros por sus obras de filosofía social e histórica que por sus lucubraciones metafísicas. Algunas de sus obras del primer género han logrado entre nosotros varias ediciones. De las segundas no sabemos que se haya hecho en castellano traducción alguna. Entre estas últimas es notable la que hemos podido leer puesta en francés y que se intitula «Cinc meditations sur l'existence». Impertinente sería hacer en este artículo una reseña de dichas meditaciones. Tan sólo espiguemos de ellas algunas ideas según lo pide el plan del artículo.
En estas meditaciones se declara Berdiaeff partidario de la novísima filosofía existencialista. Entre los secuaces de esta escuela lo cuenta V. M. Kuiper en su conferencia «Aspectos del existencialismo» habida en la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás de Aquino e insertada en la Revista de Filosofía del Instituto Luis Vives. Por cierto que el autor de la conferencia hace notar que Berdiaeff es más cristiano que la generalidad de los existencialistas.
Basta tener una idea somera de lo que es el existencialismo para saber que una de las notas distintivas de su metafísica es la de poner el punto de partida y la base de la misma en la existencia. Los existencialistas pretenden hacer una metafísica de lo concreto, de lo singular, rehuyendo de toda abstracción, de toda generalidad. Aunque esta metafísica quiere ser una reacción contra el idealismo, en realidad parte de los mismos principios que lo han originado, es decir del criticismo kantiano, cuyo inevitable agnosticismo pretende en vano evitar apoyándose en sentimientos e intuiciones inconsistentes. En otros gravísimos errores incurren los existencialistas, que fustiga con razón el autor de la conferencia citada. Consecuencia de tales aberraciones, dice el mismo autor, es la profesión y la propagación de un absurdo pesimismo y un más o menos confesado ateísmo.
Berdiaeff se profesa cristiano, pero su existencialismo está inficionado por el virus del kantinismo y el sentimentalismo. Por esto el cristianismo de su metafísica está más en la ramas que en la raíz y en el tronco, y por lo mismo las ramas de sí bellas y fructíferas para que lograran vida verdadera habrían de ser separadas del tronco e injertadas –en un árbol de vida sana y robusta. Difícil sería que Berdiaeff se resolviera a practicar semejante operación; tal es el desdén con que mira la filosofía de la Edad Media, predilecta de la Iglesia Católica, la escolástica. Es tan grande la equivocación que padece al juzgar de la filosofía de la Edad Media que no tiene reparo en estampar estas textuales palabras: «Yo me inclino a creer, por muy paradójico que de momento pueda parecer, que la filosofía alemana por sus temas y por la naturaleza de su especulación es más cristiana que la de la [255] Edad Medía la cual fue helénica, platónica y aristotélica por los principios de su reflexión. En aquel entonces el pensamiento todavía no había sido penetrado por el cristianismo. En los tiempos modernos, comenzando por Descartes, el cristianismo se introduce en lo íntimo del pensamiento, y transforma toda la problemática». Esta afirmación es a la verdad tan paradójica que el mismo Berdiaeff se siente obligado a dar una explicación de ella. «No quiere decir esto, añade, que los filósofos alemanes hayan sido mejores cristianos que Santo Tomás de Aquino ni que su filosofía sea enteramente cristiana. Personalmente Santo Tomás (ocioso es decirlo) era mucho más cristiano que Kant, Fichte, Schelling y Hegel. Pero al paso que la filosofía de Santo Tomás –no hablo de su teología– hubiera sido posible en un mundo no cristiano, sólo en una sociedad cristiana podía definirse el idealismo alemán».
A todas luces, por consiguiente, Berdiaeff, habrá de juzgar que es más cristiana que la de Santo Tomás la filosofía existencialista sobre todo corregida y aumentada por él mismo, la que él denomina metafísica personal, metafísica de la personalidad. Tanto es el aprecio que de ella hace, que convierte su difusión en un género del apostolado. Oigámosle en el momento de poner fin a sus meditaciones: «La idea que domina mi vida es la idea del hombre, de su faz, de su libertad creadora, de su predestinación creadora. Tal es el objeto del libro a que pongo fin. Empero tratar del hombre ya es tratar de Dios. Esto es esencial para mí. En el pensamiento patrístico y en el escolástico el problema de la centralidad del hombre en realidad no fue propuesto. Esto fue obra del Renacimiento y del Humanismo –Pico de la Mirándola y Paracelso–. Mas ahora ha llegado ya el tiempo de proponer y resolver el problema del hombre, de forma diferente de aquella en que lo propusiera el Renacimiento y el Humanismo, que no rompieron las cadenas del mundo objetivado. Al presente, nuestro pensar se ha hecho más pesimista es más sensible al mal y a los sufrimientos del mundo, no es, con todo, pasivo este pesimismo, no se aparta del dolor del mundo, antes bien lo acoge. Es pesimismo activo y creador. Todas mis obras están consagradas a este solo tema. En esta he intentado fundamentarlo y darle luz por medio de un ensayo de filosofía existencial. Antaño Feuerbach llegando solamente a medio camino, quiso pasar de la idea de Dios a la del hombre. Luego Nietzsche quiso pasar de la idea del hombre a la del superhombre. Ahora es preciso darse cuenta de que pasar al hombre es pasar a Dios. Tal es precisamente el tema esencial del Cristianismo. Una filosofía de la existencia será una filosofía cristiana. Nada pone ella en más alto lugar que la Verdad. Solamente que la Verdad no es la objetividad. La Verdad no penetra en nosotros como un objeto. La Verdad implica la actividad del hombre; el conocimiento de la Verdad depende de los grados de comunidad que puedan darse entre los hombres, de la comunión en el Espíritu».
Con estas palabras da fin Berdiaeff a sus cinco Meditaciones sobre la existencia. Son ellas a manera de colofón y recapitulación de todo el libro, del fin del libro que es el mismo en todas las obras del autor: sanar los males sociales del género humano; el medio, un libro de filosofía existencial, con ribetes e infiltraciones –por no decir más–- de subjetivismo gnoseológico con sus inevitables consecuencias. Noble es el fin pero insuficiente y nocivo el remedio.

La tragedia del filósofo
En el umbral de sus meditaciones pone Berdiaeff ante los ojos del lector un cuadro emocionante: la tragedia del filósofo, es decir, lo que a vista de ojos se descubre: la tragedia del propio autor. Dos son los enemigos que contra él luchan hasta ponerle en situación poco grata: la religión y la ciencia. De estos dos ataques que el filósofo ha de sufrir sólo el primero puede interesarnos. La ocasión que provoca la guerra de la religión contra el filósofo no es, según Berdiaeff, la esencia misma de la religión, no es la religión en sí misma, sino en cuanto ésta se objetiva en una estructura social, en una Iglesia. La religión procede de la revelación; entre la revelación en sí misma y el conocimiento filosófico no puede haber conflicto. El filósofo puede ser creyente. Pero la revelación que es la esencia de la religión se contamina con la reacción de la comunidad humana –que es la Iglesia– a la cual Dios se revela. A causa de esta contaminación se puede dar a la revelación una interpretación sociológica. En su naturaleza original no es conocimiento, nada tiene de cognoscitivo. Solamente viene a ser conocimiento a causa de lo que el hombre le añada. No solamente la filosofía, sino también la teología es un acto de conocimiento puramente humano, es obra exclusiva de los hombres, no de Dios.
Hagamos punto. Según la manera de ver de Berdiaeff, todo conocimiento que la comunidad religiosa –la Iglesia– reputa y define como contenido en la revelación no es otra cosa que una contaminación de la revelación. De donde se sigue que al imponer la Iglesia al filósofo esta su interpretación viola la libertad del filósofo. Es decir, en otras palabras: la revelación no es sino una manera de sentimiento venido de Dios; todo conocimiento concreto que se supone comunicado en este sentimiento ya no es divino sino humano, y no hay autoridad humana –ni la de los teólogos, ni la de la Iglesia– que pueda legítimamente imponerlo en nombre de Dios.
Esta es la realidad de la tragedia del filósofo Berdiaeff, la tragedia de su espíritu ante el temor del anatema de la Iglesia.
Mas nosotros, si nos fuera dado dialogar con él le preguntaríamos: ¿de parte de qué Iglesia teme el anatema? ¿De la Iglesia rusa llamada ortodoxa? ¿De la Iglesia Católica Romana? Si el temor al anatema le viene de parte de la Iglesia rusa, el propio Berdiaeff podía ser juez si el tal temor es o no justificado. Por lo que a la Iglesia Romana se refiere, nos atreveríamos a decirle que en aquella parte de su teoría metafísica, que es más propia de Berdiaeff, la más querida por él, la metafísica de la personalidad, poco o nada tendría que enmendarle nuestra Madre la Iglesia Romana, porque purificada esta teoría de algunos resabios de prejuicios heterodoxos, que ninguna relación esencial dicen con lo esencial de la metafísica de la persona humana de Berdiaeff, ésta no es sino una exposición sentida y brillante de la teoría de la persona humana y de la vida personal que nos ofrece en su inmensa obra filosófico-teológica el cándido e ingenuo filósofo objetivista de la Edad Media, Santo Tomás de Aquino.

La metafísica de la persona
Berdiaeff desarrolla su teoría metafísico–psicológica de la persona humana en la tercera y en la quinta de sus cinco meditaciones. Es a nuestro parecer la parte de su obra más valiosa, no tan sólo porque en ella está más cerca de la verdad, sino porque en ella las palabras del filósofo parecen brotar, no de una fría consideración abstracta, sino de un cálido y comprensivo sentimiento del valor y de la dignidad de la persona humana y de las ansias infinitas de perfección y de dicha, que allí en lo más íntimo de su ser y de su unidad le son tormento, aliento y acicate. [256]
Si leyéramos estas meditaciones –a la tercera y a la quinta nos referimos– sin la justificada prevención que a causa de los errores del autor ya comprobados, necesariamente nos ha de poner en guardia, en no pocos de los párrafos en que se desenvuelven, nos dejaríamos llevar sin recelos de una sincera admiración. Mas advertidos de que para Berdiaeff, y para la filosofía existencialista, muchos de los vocablos de que se valen tienen una significación que los no iniciados, no podemos llegar a captar, porque es tal nuestra candidez que nos dejamos vencer del instinto y de la costumbre de objetivarlos, no cuidaríamos de limitar nuestra admiración. Pero sabiendo que ni siquiera los vocablos existencia y persona tienen para los existencialistas la misma significación que para nosotros, nos sentimos cautelosos: latet anguis in herba? ¿Habrá una sierpe escondida bajo el césped verde y mullido?
Pero como por más que expulses a naturaleza, ella vuelve a retoñar y a reclamar sus fueros, la verdad se impone, y más a una inteligencia como la de Berdiaeff, que la ama, aun sin conocerla. Y por esta razón juzgamos que no es abusivo en tender las palabras del filósofo, no en el sentido retorcido que les da cuando cavila, sino en el obvio y natural que no puede menos de darle cuando la naturaleza se le impone.
La tercera meditación sobre la existencia, habla del yo, de la soledad y de la sociedad o sociabilidad. «El yo se define, como lo inmutable a punto de mudarse –l'inmutable en train de changer–. No podría cambiar en el tiempo, actualizarse, si no tuviera un soporte de cambio, &c.» A la letra esta descripción responde a la realidad; podemos muy bien admitirla.
«La conciencia del si (la reflexión del yo) es necesariamente la conciencia de otros. En su naturaleza metafísica es social. La conciencia del hombre. La existencia del hombre en tanto que se considera como la pura conciencia del yo, supone la existencia de otros hombres, del mundo, de Dios». «El yo no existe sino en la medida que se transciende; perece si queda en sí mismo sin salida». Estas últimas frases, que son a todas luces falsas si se trata de una destrucción real del yo, tienen profundo sentido moral; significan la necesidad moral y psicológica de salir de sí mismo, lo inmoral, lo absurdo, lo destructor del egoísmo.
«Mientras el yo no puede decir nosotros, experimenta un sentimiento, punzante, desgarrador de soledad. En el fondo de esta soledad toma conciencia de sí mismo». «En presencia de un objeto, de todos y cada uno de los objetos, sean cuales sean los lazos que a él le unan, el yo está siempre solo. Esta es verdad fundamental. En el seno de mi soledad... siento la nostalgia de la comunión, no con el objeto, sino con el otro, con el tú, con el nosotros... Ontológicamente, la soledad es la expresión de la nostalgia de Dios, de Dios como sujeto y no como objeto, –de Dios en tanto que tú, y no en tanto que él. Sólo en Dios puedo hallar lo que supera esta soledad, alcanzar lo próximo y lo íntimo, un sentido conmensurable con mi existencia. Sólo a Dios puedo yo pertenecer y darme sin reservas, sólo de Dios fiarme en absoluto».
¿No es verdad que la mayor parte de las frases copiadas podría salir de los labios y del corazón de un San Juan de la Cruz? Pero refrenemos el entusiasmo, ¿qué fuerza tiene aquella expresión «nostalgia de Dios, de Dios como sujeto, como objeto?». En estas meditaciones de Berdiaeff, se echa de ver una tendencia, que tiene un fondo de verdad, pero que exagerada y en cuanto saca de quicios las cosas, las falsea. Consiste esta tendencia en pensar que sólo la comunión en contraposición a la mera comunicación social, es el lazo de unión existencial entre persona y persona, es el único lazo de unión verdadero; que toda otra sociedad es objetivada, que no es entre persona y persona sino entre persona y objetos, entre persona y cosas, entre persona y personas considerados como cosas. Esta falsa idea transpira en la frase que sigue inmediatamente a las últimas transcritas. «Su objetivación, la socialización de mis relaciones con Dios me hacen de Él algo exterior, hacen de Él para mí una autoridad». ¡Como si la relación de autoridad y de súbditos no lo fuera entre persona y persona como si en ella el que ejerce la autoridad o el que a ella se sujeta quedaran rebajados del nivel de personas, al de objetos y de cosas. Gravísimo error que falsea la idea misma de persona y las relaciones esenciales entre persona y persona!. ¡Como si la comunión entre persona y persona sólo pudiera establecerse por el vínculo del amor!
Es verdad verdaderísima que la relación entre Dios y la persona humana, entre las personas humanas entre sí alcanza su perfección cuando se funda en los lazos del amor; es verdad verdaderísima que la soledad humana no se supera definitivamente y perfectamente, sino en el amor y por el amor, no por el amor de mera posesión, sino por el amor de unión. Pero es falso de toda falsedad que no existan entre Dios y la persona humana, entre persona y persona, otros vínculos que, si no son tan perfectos ni tan satisfactivos como los del amor, son necesarios y nobilísimos. Son los lazos que se originan del respeto a la persona. El afecto de respeto, de reverencia, es afecto que a la persona y sólo a la persona es debido, y de él se deriva el respeto a los derechos de la persona. Sólo la persona es sujeto capaz de derechos, sólo la persona tiene capacidad para respetarlos, acatarlos y satisfacerlos. Por donde no es objetivar una persona, sea ésta divina o humana, el considerarla como sujeto de derechos, el acatar su autoridad.
Contiene la quinta meditación de Berdiaeff la consideración directa de la persona humana en relación con la sociedad y la comunión. «La persona es categoría axiológica –es decir, de dignidad–, es la manifestación del sentido de la existencia. Por lo contrario el individuo –como tal– no supone la manifestación de tal sentido, la revelación del valor de la existencia». «La persona no puede ser una parte de un todo cósmico o social. La persona, en contraposición a la cosa, es dotada de un valor autónomo y nunca puede convertirse en medio».
La brevedad de un artículo nos impide seguir a Berdiaeff en toda la extensión de sus meditaciones. Basta lo dicho para que el lector pueda hacerse algún cargo de sus ideas.
En sucinto resumen: El yo al tomar conciencia de si necesita del tú y del nosotros. En el mismo Dios necesita hallar un tu. Por el amor y sólo por el amor las relaciones entre el yo y los demás hombres, entre el yo y Dios llegan a ser relaciones de comunión. Sin el amor son relaciones de mera sociedad o comunicación objetivada, es decir, relaciones del yo y de objetos y cosas. Al tomar conciencia de sí el yo se siente persona. La persona se ha de ir formando con el esfuerzo propio para resistir al mundo objetivado, a la socialización, a fin de llegar a lo perfecto de la comunión. La persona es una categoría axiológica en que se define y aparece el valor humano. La persona no ha de ser ni parte ni medio como la cosa. La persona es fin para sí, la cosa es fin para otro.
Creemos que Berdiaeff admitirá lo exacto y legítimo de este breve resumen de sus ideas. Suponiendo que lo admitiera, y nos fuera dado dialogar con él, nos atreveríamos a indicarle algunas enmiendas, que no dudamos que admitiría; le diríamos, por ejemplo, que al afirmar que la persona es fin en sí misma, sin duda no quiere decir con ello que esta finalidad de la persona humana es la propia del fin último, &c., y si admitiera estas correcciones y aclaraciones entonces le indicaríamos los [257] pasajes del ingenuo y objetivista Santo Tomás en que si no con tanta viveza y brillantez de estilo, por lo menos con más claridad y precisión enseña la misma doctrina. Le haríamos ver cómo el Santo afirma que la persona es lo más excelente en la naturaleza real, es decir, en el conjunto de los seres creados por Dios; que la persona es predicamento de dignidad y que por lo mismo hay que afirmarlo de Dios, por modo eminencial, que la persona humana siente en sí misma el vacío y el ansia de la perfección y de la felicidad; que sólo en Dios, puede satisfacer esta sed y esta ansia; que esta satisfacción sólo se alcanza en definitiva en el amor de amistad con Dios. Seguiríamos haciéndole observar que este amor de Dios lejos de impedir el amor de persona a persona humana lo robustece, lo perfecciona, lo consagra, que el ideal divino, que sólo en el cielo tendrá su perfecta realización, es que entre todas las personas humanas se establezca esta comunión de amor, la cual para Berdiaeff es el único valor de comunicación social. Que sea el único, como hemos dicho, preciso es repetirlo e inculcarlo, es falso de toda falsedad, porque los vínculos de justicia se presuponen a los vínculos más perfectos del amor, más aún, la solidez del amor se comprueba con el cumplimiento de los deberes de justicia, la cual, en lenguaje escolástico cristiano al referirse a Dios recibe el nombre sagrado de religión. Hecha esta salvedad, diríamos más a Berdiaeff: diríamos que la Iglesia Católica, lejos de reprobar esta doctrina la tutela y desea su propagación y su práctica.

La devoción al Sagrado Corazón
En el diálogo con Berdiaeff, nos atreveríamos a más, nos atreveríamos a hablarle de unas revelaciones privadas, que la Iglesia Católica ciertamente no incorpora al depósito de la revelación obligatoria; pero que respeta y da en documentos públicos por fidedignas. Nos referimos, claro es, a las revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Le haríamos entender que el pueblo cristiano, no forzado por la autoridad, sino espontánea y racionalmente, admite como mensaje divino la revelación que en Paray le Monial hizo Jesucristo al mundo de su Corazón que tanto ama a los hombres, admite que ellas son una nueva invitación que Jesucristo hace a la vida de amor, a la comunión de amor entre el mismo Jesucristo Dios y hombre y los hombres sus hermanos, a la comunión de amor entre los hombres, sus hermanos, e hijos de un mismo Padre, de su Padre Celestial. Le manifestaríamos, además, que esta invitación al amor, hecha por la Verdad infinita, no supone una ocultación de su soberanía inalienable, de su realeza absoluta, de su autoridad irrefragable.
Y, por fin, nos esforzaríamos, con caridad y prudencia, para que admitiera esta lección de metafísica personal, que nos da aquel Corazón Divino al cual los católicos invocamos, creyendo y profesando con nuestra Madre la Iglesia Católica que En Él están todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia.
Ramón Orlandis S. J.
 Este y otros artículos publicados en CRISTIANDAD pueden leerse en FILOSOFIA.ORG

17/1/12

CONTRACARA

Publicado en ABC de Madrid

 

Lunacharski, el bolchevique que «juzgó» a Dios por crímenes contra la humanidad

En 1918, el comisario de Instrucción Pública de Lenin y posterior embajador de España en la Segunda República organizó en Moscú un juicio contra el Todopoderoso en el que fue «imputado» por genocidio y «condenado a muerte»

Día 17/01/2012 - 08.55h

«La religión es como un clavo. Cuanto más se lo golpea en la cabeza, más penetra», dijo Anatoly Lunacharski en 1923. Y debía saber de lo que hablaba el comisario de Instrucción Pública de Lenin, que había dedicado gran parte de su vida a perseguir a la Iglesia tras el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Él y sus camaradas bolcheviques estaban convencidos de que podían erradicar la religión de la noche a la mañana, y como tal, se dedicaron a confiscar los bienes eclesiásticos, destruir algunos monasterios, organizar procesiones simbólicas en las que se ridiculizaba a dioses y profetas y erigir cadalsos en los que se decapitaban y quemaban efigies del Papa.
Lunacharski, el bolchevique que «juzgó» a Dios por crímenes contra la humanidad
VIDAL
Lunacharski, en 1930

Pero el hecho más sorprendente e insólito fue el que protagonizó Lunacharski en enero de 1918: el «Juicio del Estado Soviético contra Dios». Un acontecimiento que tuvo lugar un año después de que los bolcheviques derrocaran al zar Nicolán II, al inicio del considerado primer periodo (1918-1923) de la persecución sistemática contra la Iglesia en Rusia, y que coincidía con la primera época de la exaltación del delirio iconoclasta.
En esta vorágine, a principios de 1918, se organizó en Moscú un tribunal popular presidido por el tal Lunacharski, que se declaró absolutamente competente para juzgar al Todopoderoso por sus «crímenes contra la Humanidad».

«Culpable» de genocidio

El 16 de enero, y con una gran cantidad de público presente en aquel «circo» histórico, comenzó el proceso en el que, durante más de cinco horas, se produjo la lectura de todos los cargos que el pueblo ruso, en representación del resto de la especie humana, formulaba contra el «reo». La imputación principal parecía estar clara para los fiscales bolcheviques: Dios era «culpable» de genocidio.
Lunacharski, el bolchevique que «juzgó» a Dios por crímenes contra la humanidad
ORTIZ
Lunacharski mantiene un charla amistosa en 1932, un año antes de morir

No parecía haber diferencias entre aquel juicio «divino» y otro de índole más terrenal. Los detalles estaban perfectamente cuidados, como si de un juicio del todo legal se tratara: en el banquillo de los acusados se colocó una Biblia, los fiscales presentaron una gran cantidad de pruebas basadas en testimonios históricos y los defensores designados por el Estado soviético presentaron bastantes pruebas de su inocencia, llegando incluso a pedir la absolución del «acusado» alegando, ni más ni menos, que padecía una «grave demencia y trastornos psíquicos», no siendo responsable de lo que se le achacaba.
Otro detalle importante de esta historia es que el presidente del tribunal no era exactamente un ignorante en lo que a cuestiones de la religión se trataba. Todo lo contrario. Lunacharski –que en 1933 sería nombrado precisamente embajador en España por Lenin– aprovechó sus largas temporadas en la cárcel, antes de 1917, para estudiar intensamente la historia de las religiones, a la que ya se había dedicado durante años en París, como reconoce en su autobiografía.
De hecho, la intención de su libro «Religión y socialismo» –que provocó una violenta condena por parte de los miembros de su partido– era incorporar al marxismo los valores religiosos y salvacionales que se encuentraban en las formas religiosas y cristianas. Esto le puso en contra a muchos de sus camaradas.

Sentencia de muerte

El 17 de enero de 1917, tras cinco horas de testimonios, apelaciones y protestas, el tribunal declaró finalmente «culpable» a Dios de los delitos que había sido acusado: genocidio y crímenes contra la Humanidad. A Lunacharski ya sólo le quedó leer la sentencia: el Señor moriría fusilado a la mañana del día siguiente y no se daría hasta entonces la posibilidad de interponer ningún tipo de recurso ni establecer el más mínimo aplazamiento.
Lunacharski, el bolchevique que «juzgó» a Dios por crímenes contra la humanidad
KEYSTONE
Retrato de Lunacharski realizado en 1930

La pena de muerte fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento, que disparó varias ráfagas al cielo de Moscú.
Pocos años después, entre 1923 y 1929, la astucia del pensamiento bolchevique aconsejó no repetir este tipo de actos ni la persecución abierta contra la Iglesia que habían protagonizado en los años anteriores, e incluso el mismo Lunacharski condenó los excesos cometidos en este sentido, antes de morir, camino de España, cuando se dirigía a ocupar su cargo en la embajada. «Qué Dios les coja confesados», diría más de un creyente

VIDAS EJEMPLARES

Así lo presenta WIKIPEDIA:

Gabriel García Moreno, Guayaquil, 24 de diciembre de 1821 - Quito, 6 de agosto de 1875, fue un estadista, abogado, político y escritor ecuatoriano, varias veces presidente de Ecuador.

Biografía

Nació el 24 de diciembre de 1821 en la ciudad de Guayaquil, puerto principal y urbe comercial del Ecuador, pues su padre Gabriel de García-Yanguas y Gómez, nacido en las cercanías de Ponferrada, León, en España, fue procurador síndico de Guayaquil, y su madre, Mercedes Moreno Morán de Butrón y Coello de Portugal, perteneciente a las más antiguas y nobles familias ecuatorianas, era hija del regidor perpetuo del ayuntamiento del chongo de la ciudad, hermana del arcediano de Lima y del oidor de Guatemala y tía del cardenal Moreno y Maissonave, primado de Toledo.
Gabriel, a los nueve años, justamente cuando se produce la separación del Ecuador de la Gran Colombia, queda huérfano de padre, y la familia, que se había distinguido como realista, se ve repentinamente en la ruina. Un fraile mercedario, el Profesor Betancourt, que asistía espiritualmente a doña Cleotilde se hizo cargo de su educación. Gabriel,que en ocasiones incluso hablaba en latín con su maestro, mostraba ser poseedor de una gran facilidad para el aprendizaje de las diferentes asignaturas. Durante esos años hubo una metamorfosis radical e inesperada en su forma de ser, pues dejó atrás su timidez inicial.
Ya convertido en todo un adolescente, y contando con quince años de edad, el joven Gabriel se muda a la ciudad de Quito a proseguir sus estudios. Pudo hacerlo gracias a dos hermanas del padre Betancourt, que vivían en la capital y que generosamente le dieron alojamiento. Cursó la secundaria en el Colegio Nacional San Fernando. Hacia los 18 años de edad se sintió llamado al sacerdocio y recibió las órdenes menores; mas esta ráfaga de súbito misticismo no le duró tanto e ingresó a estudiar jurisprudencia a la Universidad Central de Quito. Fue un muy buen estudiante, y gracias a eso se mantuvo becado a lo largo de toda la carrera. Su naturaleza violenta constantemente lo tentaba a humillar a sus profesores[cita requerida]. También humilló a un militar que se había negado a batirse a duelo con él. Pero, de ordinario, desahogaba su incontenible violencia cabalgando y cazando pavas en las montañas de Nanegalito y Mindo, venados en la cordillera central y conejos en los matorrales del Pasochoa. Aprendió por su cuenta francés, inglés e italiano. Curiosamente el medio cultural que le rodeaba era racionalista, volteriano y laicista, abiertamente hostil a la Iglesia Católica, y en la vida política todo parecía ser mentira y corrupción. Es decir, que García Moreno estudió en un ambiente bastante liberal, que fue exactamente lo contrario de las que más tarde serían sus ideas y creencias.
A los veinticinco años García Moreno obtiene el doctorado. Y su vida, que se distinguió siempre por ser muy activa, se va acelerando a pasos agigantados. Su afán de conocimientos lo lleva a explorar científicamente los cráteres de los volcanes Pichincha y Sangay.
Pocos meses después de enviudar, García Moreno se casó con una sobrina de su primera esposa llamada Mariana del Alcázar.
Como escritor de combate, lanza sucesivamente varias publicaciones, las que usó para fustigar a sus numerosos enemigos. Entre éstas tenemos las siguientes: El Zurriago, La Nación, El Vengador; y El Diablo.
Los antecedentes anteriores dan cuenta que desde joven García Moreno se destacó por tener una gran lucidez y vocación para el estudio. También estudió durante un tiempo en París. Es casi seguro que la estadía en la capital francesa contribuyó a generar su admiración prácticamente incondicional hacia todo lo francés. En París se volvió un gran admirador de Napoleón III, quien logró aplastar la Revolución Republicana de 1848. Allí también leyó muchos libros afines a la iglesia católica, lo cual seguramente hizo aumentar su ya inmensa devoción hacia este credo.
Lírico y fanáticamente religioso, además de gran escritor epistolar, dejó cientos de cartas, donde se descubre su temperamento. Pero lo que nadie podría negar, es que dicho matrimonio fue una gran inversión para García Moreno en la bolsa de valores políticos, pues acrecentó sus posibilidades de subir por la escalera que lleva hacia el poder. Pese a eso, su inclinación científica y preocupación académica tratan, de que el Ecuador llegue a desarrollar una cierta capacidad educacional y una ejecutoria asociada al aprendizaje de las ciencias.

Su ejercicio del poder

Gabriel García Moreno pretende, con una crítica estructurada, ordenar y gobernar en un país al que considera desorganizado y sumido en el caos. Antes de ser presidente, pacifica en el lapso de tan sólo una semana, como enviado especial del presidente Roca, una violenta sublevación producida contra éste en Guayaquil.
Ejerció la presidencia del Ecuador en dos ocasiones (1861-1865 y 1869-1875) y falleció asesinado cuando había sido elegido para un tercer período. Su primer período se destacó por la unificación del país-nación. Su segundo período fue el de organización y comenzó sus trabajos a nivel nacional, logrando un nivel de progreso material que se vio opacado por la represión ejercida en contra de los adversarios políticos. Fue asesinado cuando se preparaba para el período de ejecución de las obras que había emprendido previamente: administración, educación, transporte, ciencias, investigación e industrialización.

Reformas que emprendió como presidente

De joven Gabriel García Moreno se cortaba las cejas y el cabello para no salir a las calles y estudiar pidió la reforma del clero ecuatoriano con el I Sínodo de Quito, para que la Iglesia cumpla con las funciones sociales en las parroquias de los pueblos. Provincializó el Ecuador e hizo poner escuelas parroquiales, colegios para varones y para mujeres, escuelas bilingües español-quichua, preparando un profesorado propio. Trajo comunidades religiosas de Europa y un profesorado especializado en distintas materias. Abrió la Universidad Central con diferentes facultades, siendo profesor de algunas materias. Ordenó que se hiciera el primer censo nacional, siendo esto la base para que se pueda abrir luego el Registro Civil. Fundó la Politécnica y la Escuela de Bellas Artes, entidades que contaron con profesores europeos. En Guayaquil se abrió el segundo colegio militar, ya que el primero lo había abierto Rocafuerte, pero se cerró. Muchos historiadores le han acusado de haber sido un hombre insensible, cruel y de mano dura, aunque sus seguidores piensan que las condiciones del país así lo requerían, sobre todo por la anarquía ya reinante. Durante esos años para acceder a la ciudadania se tenia que ser catolico. El 16 de agosto de 1868 se produjo un terrible terremoto en la provincia de Imbabura, destruyendo totalmente la ciudad de Ibarra, Otavalo y Cotacachi, por tal motivo el Presidente de la República el Dr.javier Espinosa nombra a García Moreno como Jefe Civil y Militar con la comisión de proceder con la reconstrucción de Ibarra, soluciones los problemas de alimentación y salubridad

Relación con el clero

Pensó que lo único bien organizado era el clero y por ello también les impartió obligaciones. Según dicen los franceses Ma. Daniella Demélas e Yves Saint-Geours en su obra "Jerusalen y Babilonia" de 1988, su habilidad especial estuvo en "tratar, por decirlo así, la política como un teólogo y a la religión como política" (Luis de Bonald). Pertenecía al ala dura y más radical del partido Conservador, siempre en choque con la más liberal, lo que producía una rivalidad constante entre las dos facciones antagónicas. Bajo su administración, Ecuador se convirtió en un líder en los campos de ciencia y la educación superior dentro de América Latina.
Fue un férreo defensor de la Compañía de Jesús, mejor conocida como jesuitas, A ella le confió varios trabajos en el área de la educación. Durante un período de exilio para dicha congregación, incluso ayudó a un grupo de jesuitas desplazados a encontrar refugio en Ecuador. El vigoroso apoyo de García Moreno a la alfabetización universal y a la educación estuvo basado en el modelo francés.

Política internacional

La conducción de su política exterior fue un fracaso absoluto y se la puede considerar errática [cita requerida]. Debido a ello terminó siendo objeto de una enorme crítica de sus contemporáneos. García Moreno declaró dos veces la guerra a Colombia, con las consiguientes derrotas y humillaciones para el Ecuador, perdiendo en la Batalla de Tulcán contra el General D. Julio Arboleda y en la Batalla de Cuaspud contra el General D. Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda. Su posición con respecto al conflicto peruano ­- hispano de 1864 fue calificada de antiamericana. Lo mismo ocurrió con la invasión napoleónica a México, acontecida en ese mismo año. El presidente mexicano Benito Juárez rompió relaciones con su Gobierno, y expulsó al ministro ecuatoriano en México, por su simpatía con los monárquicos de Maximiliano y los invasores franceses.
También desató una gran controversia al haber pretendido convertir al Ecuador en protectorado francés, gestión que no culminó exitosamente al no haber tenido la tan esperada acogida entre las autoridades de Francia. Tampoco faltaron las críticas debido a su condena al proceso de unificación italiana, la que García Moreno hizo en 1870 en defensa del poder temporal del Papa por lo cual Pio IX le envio en muestra de agradecimiento, el cuerpo del mártir S. Ursicino como reliquia para el Ecuador. El Ecuador garciano fue el único país de América que condenó la unidad italiana lograda por Garibaldi.

Constitución garciana

En el año 1869 se expide la octava constitución, que el pueblo posteriormente la denominara "Carta Negra", incluía algunas de las siguientes disposiciones:
  • El Poder Ejecutivo lo ejerce el Presidente para un período de seis años, con reelección permitida por primera vez pero para otra, deberá haber el intervalo de un período. El poder se centraliza en el Presidente de la República o Poder Ejecutivo, con injerencia incluso para nombrar magistrados del Poder Judicial, en receso del Congreso.
  • El Poder Legislativo lo integran las dos cámaras, de Senadores y Diputados; los primeros elegidos para nueve años y los segundos para seis años. Para ser senador se necesita tener 35 años, una propiedad raíz de cuatro mil pesos o renta anual de 500; para ser diputado, solamente la edad de 25 años.
  • Para ser ciudadano se necesita saber leer y escribir, tener la edad de 21 años, agregando la condición de “ser católico” (en esos días el 95% de la población Ecuatoriana era católica).

El asesinato

El 6 de agosto de 1875 el Palacio de Carondelet en Quito fue escenario del asesinato del presidente Gabriel García Moreno.
El mandatario ingresaba a Palacio por la escalinata sur, luego de rezar en la vecina Catedral, cuando un grupo de conspiradores liberales apostados entre las columnas procedió a atacarlo a tiros y machetazos. El grupo estaba conformado por el colombiano Faustino Lemus Rayo, ex militar que había servido al Gobierno garciano y que lo atacó con salvaje saña con un machete, y los jóvenes intelectuales liberales Roberto Andrade, Manuel Cornejo, Abelardo Moncayo y Manuel Polanco, armados con pistolas.
El edecán Manuel Pallares, que lo acompañaba, no pudo protegerlo, y él mismo no tuvo tiempo de usar el revólver que siempre portaba. García Moreno cayó mal herido del atrio del Palacio hacía la Plaza, y falleció una hora después al pie de un altar de la vecina Catedral Metropolitana, cerca de las 13:30.
Una placa de piedra recuerda el lugar del crimen con la siguiente leyenda: "Dios no muere. Aquí cayó asesinado el presidente de la República, Dr. Gabriel García Moreno, el 6 de agosto de 1875". Llevaba en la mano un legajo de papeles y éstos quedaron ensangrentados tras el ataque. Los asesinos gritaban "libertad" y le acusaban de tirano. Mientras agonizaba se lo escucho clamar "Dios no muere".
Faustino Lemus Rayo intento escapar por la Plaza de la Independencia, pero cuatro soldados del cercano cuartel del Batallón Número 1, que se encontraba en los edificios que albergan al Centro Cultural Metropolitano de Quito en la actualidad, le dieron alcance y le hirieron con espadas. Lo arrestaron y lo conducían al cuartel cuando un cabo de raza negra, llamado Manuel López, le disparó con su fusil y lo mató.
Así lo relató un testigo presencial:
"Mariano Carrión, Sargento del batallón No. 1º. -refiere ... que Rayo enderezó para la pila (fuente de agua que estaba en el centro de la Plaza) a donde le siguieron el testigo, el sargento Rodríguez y el Teniente Buitrón, quien daba la orden de matarlo, por lo que el exponente le flechó el espadil, y a pocos pasos de pasada la pila, ambos sargentos le flecharon nuevamente los espadiles, y cayó en tierra el asesino Rayo; que después que le condujeron con dirección al cuartel, y casi en media plaza, les encontró el Capitán Barragán, quien tomó del brazo a Rayo, y lo llevó para la esquina de la botica (esquina de la plaza y la calle del cuartel, actuales calles García Moreno y Espejo), pasada ésta se presentó el cabo Manuel López y diciendo: "Abranse", le disparó un tiro de rifle con el que cayó el expresado Rayo".
Uno de los implicados en el magnicidio, el escritor liberal Roberto Andrade, aseguró que el propio ministro de Guerra de García Moreno, el general Francisco Javier Salazar, fue cómplice del crimen, por lo que el Ejército no protegió al presidente y López asesinó a Rayo antes de que pudiera ser interrogado. Los soldados de Salazar llegaron a la Plaza solo a constatar la muerte del Presidente, y les tomaron fotos junto al cadáver. Los restos de Rayo fueron abandonados en la calle, frente a Palacio. Un cuñado de García Moreno, según Roberto Andrade, se encargó de profanarlos:
"Muerto ya, Rayo, apareció un cuñado de García Moreno llamado Ignacio Alcázar, se aproximó al cadáver de Rayo echando una nube de improperios, dióle puntillazos, sacó el revólver y disparó sobre el cadáver varios tiros. Desde entonces le han llamado en Quito el matamuertos. El y otros mandaron en seguida a sus domésticos arrastraran el cadáver de aquel valiente colombiano y lo arrojaran en (el cementerio de) S. Diego. Esto han llamado venganza del pueblo. Tales hechos no se ven sino cuando gobiernan esos hombres."
Los otros conjurados fueron perseguidos por ocho años, pues el asesinato estaba penado con la muerte.
El propio general Salazar, quien se encontraba en su despacho en el Palacio de Gobierno, salió por una puerta lateral hacia el vecino cuartel, en donde detuvo a los soldados lo que facilitó la acción de los asesinos.
El general Salazar declaró sobre el día del crimen:
"Hallábame en el local del ministerio de guerra, tranquilamente ocupado de la redacción de uno de los proyectos que debía presentar al Congreso, cuando se oyó confusamente un tiro como por la plaza, al que siguieron a pocos momentos y en rápida sucesión otros y otros, que causaron cierto murmullo alarmante en la calle del cuartel. Sobresaltado con esto, dejo mi asiento, tomo mi bastón de estoque, única arma que tengo a la mano, salgo a la calle mencionada, oigo alboroto en la plaza, corro hacia ella, y apenas he dado unos doce pasos, resuenan las voces de "murió el presidente, mataron al Sr. García". Al instante se me ocurre la idea de que ese asesinato no podía ser sino el preliminar de un ataque al cuartel, o de una revolución de las tropas. Vuelvo, por lo mismo, sobre mis pasos, y voy a situarme en el punto probable de peligro: encuentro en la prevención soldados que tratan de salir en tropel armados de sus rifles; les ordeno que regresen al patio; y mando a los capitanes se pongan a la cabeza de sus compañías, y que los formen en batalla. Hecho esto con la rapidez del relámpago, anuncio a la tropa el feroz atentado que se acaba de cometer, y le exhorto a sostener con lealtad el orden constitucional y al representante de la República. Para probar el espíritu de los soldados, concluyo mi corta proclama con la voz de: Viva el Gobierno! El batallón repite estas palabras con entusiasmo. No vacilo entonces en mandar despejar hasta una cuadra en contorno los grupos de gente que se acercaban; éstos obedecen al instante y se retiran"
Para los ideólogos del liberalismo ecuatoriano, como Juan Montalvo, el crimen fue un tiranicidio, justificado ante el gobierno despótico de García Moreno. Montalvo hizo varias alusiones a los tiranicios de la antigüedad, como el asesinato de Julio César, al comentar el fin del presidente conservador. De la misma manera se justificó Roberto Andrade, el más destacado intelectual y político que participó en el crimen. Pero tanto Montalvo cuanto Andrade parecían estar convencidos de que Salazar, que había conocido de la conspiración para matar al presidente con anticipación, no la detuvo para beneficiarse políticamente de ella.
"En las conversaciones íntimas que tuve después con nuestro preclaro Juan Montalvo, me manifestó que no tenía la menor duda de que el plan de Salazar fue hacer matar a García Moreno por mano de los jóvenes, y en seguida, con pretexto de vengar la muerte del Presidente, exterminarlos, haciendo aparecer de este modo méritos suficientes para adueñarse del poder. Felizmente sobrevino el levantamiento del 2 de Octubre obra espontánea del valiente pueblo quiteño, que dio en tierra con los proyectos criminales del consuetudinario servidor de todos los gobiernos anteriores."
Salazar intentó quedarse con el poder, pero fue derrocado y salió al exilio pocos meses después. Manuel López llegó a ser coronel, y murió en 1883, en la puerta misma del Palacio, defendiendo al Gobierno de Ignacio Veintimilla.
Para los conservadores y el clero, en especial jesuita, se trató de un martirio cometido por enemigos de la religión católica y de la fe. Varios grupos religiosos lanzaron la idea de pedir su canonización a mediados del siglo XX, sin éxito.

Entierro y descubrimiento de sus restos

Al día siguiente, los restos embalsamados de García Moreno, vestido con su uniforme de general y luciendo la Banda Presidencial fueron expuestos en el altar mayor de la Catedral. El presidente asesinado lucía un bicornio con plumas blancas y varias condecoraciones en el pecho. Una foto de la época muestra los ojos hinchados y la boca entrecerrada del cadáver, sentado en una silla al pie de la cual se puede ver su espada. Antes de morir, el presidente había promulgado el Código Militar, que establece los detalles del funeral del presidente muerto en ejercicio. Probablemente se siguieron estas disposiciones en su funeral de Estado.
Luego del funeral, el clero católico escondió el cadáver de García Moreno en varias iglesias, desconociéndose el lugar de su entierro. Su corazón fue conservado en un urna, encontrada un siglo después en el convento de las madres del Buen Suceso.
El 18 de abril 1975, el clero permitió la exhumación del cuerpo, que fue encontrado en el Monasterio de Santa Catalina de Siena (Quito). Los jesuitas, que habían conservado parte de los huesos del cráneo del mandatario, los llevaron a la exhumación y estos encajaron perfectamente. Los restos, acompañados por documentos que certificaban su autenticidad, fueron traslados a la Catedral Metropolitana de Quito, en donde actualmente reposan, junto a los de Juan José Flores.
En 1922 Jacinto Lopez, miembro de la masoneria cubana, difundio el supuesto que Garcia Moreno había enviado a Faustino Rayo al Oriente para tener relaciones maritales con su esposa, pero los hechos muestran lo contrario: el presidente impidio que Rayo fuese al Oriente en 1871 por peticion de los misioneros de la amazonia (Cartas de Mons. Vicente Pástor y del P. Justo Perez, Archivo de los PP. Jesuitas, Quito. Pablo Herrera, Apuntes Biograficos, 90-91; Gomezjurado Tomo 7 Pags 454,458; "14 machetazos" Pag 79). En 1958 el hijo ilegítimo de Rayo, Manuel Antonio Rayo Carpio, se entera de la calumnia de adulterio de su madre y con indignacion repara el honor ultrajado de su inocente progenitora e hizo defensa de ella y todas sus palabras fueron grabadas en cinta magnetofonica y publicadas en el folleto: "En defensa de la verdad" 1958.
No se ha probado la filiación másonica de Rayo aunque si es comprobado que fue pagado por Luis Felipe Bueno y Jose Maria Estrada con aguardiente y una alta suma de dinero (Roberto Andrade "El Seis de Agosto": 106,109; Gomezjurado Tomo 7 pag.469)

Consecuencias en el mundo de la literatura

En los primeros 10 años después de su muerte se escribieron más de 80 biografías sobre este personaje en el mundo, las que tratan sobre su administración y sus política. Uno de sus más enconados opositores fue el reconocido escritor liberal Juan Montalvo, quien estando exiliado y al conocer de su muerte exclamó: "Mi pluma lo mató". La escritora ecuatoriana Alicia Yánez Cossío escribió una polémica novela basada en la vida de García Moreno titulada, Sé que vienen a matarme, en la que retrata, desde su perspectiva muy liberal, a García Moreno. El libro de Yánez no tiene nada de original, pues simplemente reproduce la mayoría de tópicos sobre el mandatario, que fueron publicados por Benjamín Carrión en su obra "García Moreno, el santo del patíbulo".

Hasta aquí Wikipedia. Pero puede leerse una completa biografía de este admirable católico en Gabriel_Garcia_Moreno, por el R.P. Alfredo_Saenz, que recomendamos.