MEDITACIONES PARA UN RETIRO MENSUAL
(Extractos de “El Amigo Divino”, del R.P. Jos Schrijver)
I.- LA SANTIDAD : TRANSFORMARSE EN JESÚS
· La Gracia de Cristo, su Vida Sobrenatural, la Caridad de su Alma, penetran en la nuestra, la ennoblecen, la divinizan.
· El acto sobrenatural, acto de amor, es acto nuestro, pero a la vez es acto de Cristo; es por completo nuestro y por completo de él. Nosotros tenemos todo su mérito y Él toda la gloria.
· “Vivo yo, mas no soy yo quien vive sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2, 20).
· Si hasta tal punto se apodera Jesús de nuestra vida y de nuestra actividad, no sólo lo hace por nosotros sino por Dios mismo Autor y Consumador de todas las cosas.
· El egoísmo es poderoso enemigo. Entró en el hombre con el pecado original y así extendió su imperio sobre todas las facultades del hombre.
· El egoísmo ha tenido tiempo suficiente para prepararse, puesto que ha invertido todo el tiempo de la infancia y la adolescencia en alimentar el amor de sí mismo, hasta que el alma se decide a vivir para Dios.
· Los principios del mundo no tienen más fundamento que el egoísmo, y sus ejemplos son pábulo del amor propio; sus alabanzas son únicamente para los que siguen sus máximas.
· Finalmente, el demonio en persona persigue a cuantos resueltamente se proponen ir en seguimiento de Jesús. Su táctica estriba en el continuo fomento del egoísmo.
· Raras veces el demonio se manifiesta con intervención directa, puesto que es tan horroroso que su vista espantaría al alma, apartándola para siempre de él.
· Lo que hace es excitar los apetitos desordenados de la carne, fomentar el orgullo, aguijonear las pasiones de gloria.
· Pero Dios ha entrado en el alma del justo con la Gracia santificante. No bien el alma se pone bajo la dirección del Maestro omnipotente, Éste ya no la pierde de vista.
· Jesús es fiel. Por poderosos que sean los ataques infernales, no permite que sobrepujen las fuerzas del alma.
· Nosotros somos quienes debemos elegir entre Jesús y Satanás, entre el amor divino y el egoísmo.
· El país del amor divino se halla situado al otro lado de las fronteras humanas. Nadie puede pretender con sus solas fuerzas dar ni un paso en el camino que a él conduce.
· Dios exige que seamos perfectos, santos e inmaculados en su Presencia, de lo que se sigue que Él nos ha de dar todo lo necesario para cumplir su voluntad.
· El divino Maestro tiene sumo interés en otorgarnos la santidad, porque somos parte de Él mismo, miembros del Cuerpo cuya Cabeza es Él. Quiere formarnos a su imagen, infundirnos su Vida y presentarnos al Padre.
II.- EL AMOR PURIFICA
· El único fin de la vida es amar a Jesús, hacerse uno con Él, y en Él y por Él amar a Dios en plenitud.
· Es muy limitado el tiempo para reunir tesoros de Caridad. La cantidad y calidad de ese tesoro será siempre el mismo por toda la eternidad.
· Cada Comunión y cada Confesión aumentan en el alma las riquezas eternas, la vida en Jesucristo, la divina Caridad.
· Cada acto de amor aumenta la Gracia santificante. Es un acto de la voluntad, no de los sentidos. No depende de los consuelos sensibles que puedan acompañarlo, aunque tampoco hay que despreciarlos si vienen.
· Los dos adversarios que se disputan el corazón del hombre son el amor a Dios y el amor desordenado a sí mismo.
· El hombre alcanza la perfección cuando elimina cuanto contraría la voluntad divina.
· ¿Qué táctica adoptar? Inútil es perseguir a cada uno de los innumerables enemigos hasta sus guaridas (deseos, afectos, temores, alegrías, etc.)
· Hay que unirse al Soberano con sencillez, por medio de un acto de la voluntad. Debemos esforzarnos en vivir para Dios en Cristo Jesús.
· Es desordenado el amor cuando contraría la Caridad divina. Su señal más palpable es la inquietud o preocupación.
· Nadie, sin embargo, puede gloriarse de conquistar la perfecta libertad del corazón si no le ayuda el Señor.
· Como Jesús quiere poseer por completo un corazón, lo hace tan amplio y profundo que nada es capaz de llenarlo.
· Pero si sólo está influenciado en sus ideas, deseos y actos por Dios, entonces halla la verdadera libertad.
· Esta es la libertad que el divino Maestro espera de nosotros.
· Libre es el que obedece a Dios, y perfectamente libre el que le obedece en todo.
· Jesús, que poseía la libertad sin imperfección, ha sido el más obediente de los hombres: “Mi alimento es hacer la Voluntad del que me ha enviado” (Juan 4, 34).
· Jesús no obra sino bajo la inspiración y el soplo del que le ha enviado.
· Obedece a su divino Padre y, para agradarle, obedece a su Madre y a su padre adoptivo. También a sus enemigos, a jueces y verdugos.
· Pues bien: Jesús quiere continuar en nosotros su vida de perfecta obediencia.
· Todo debe estar al servicio de Dios. Se ha dado al hombre la inteligencia para conocer el Soberano Bien y discernir lo más conveniente para llegar a Él.
· La inteligencia ayuda, pues, a la voluntad en su tendencia hacia Dios. Tiene el noble papel de presentar a la voluntad las infinitas perfecciones y amabilidades de un Dios, y las innumerables razones para unirse a Él.
· El pensamiento inútil es la cizaña. Por un lado, la vana preocupación (búsqueda del éxito, temor a la humillación, apego a una ocupación). Esa preocupación desordenada es una injuria al Poder, la Sabiduría y la Bondad de Jesús.
· Por otro lado, los juicios inútiles sobre los demás. No juzgando mal, captamos al Corazón de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Cuanto más se acerca uno a Dios, tanto mayor indulgencia se tiene para con las miserias del otro.
· Quien se acostumbra a formar juicios temerarios sobre otros, acaba por mezclarse en sus asuntos.
· La humildad es amable virtud. Requiere que el alma se vea tal cual es ante Dios, la voluntad lo acepte, y surja el deseo de ser tratado y tratar en consecuencia.
· El amor fomenta la reflexión cuando estamos sumidos en el acontecer mundano. Preciso es reaccionar siempre contra lo que el Espíritu Santo llama “fascinación de bagatela”.
· El amor dirige la imaginación. Dios no nos pide que destruyamos nuestro ser sensible, nuestras afecciones naturales. No nos prohibe gozar de las bellezas repartidas profusamente por sí mismo en rededor nuestro; sólo quiere que en todo esto sigamos el orden por Él establecido.
· La imaginación penetra por todos los dominios. Falsifica la apreciación que de nosotros y de nuestros méritos tenemos. Obra a expensas del sentido común, haciéndonos creer víctimas de los demás.
· El hombre prudente nunca se presta este juego de la imaginación. Nunca se debe obrar bajo el influjo de una viva impresión, sino que hay que esperar que los nervios sobreexcitados recobren la calma.
· El amor modera las pasiones. Éstas deben ser siervas de la voluntad, y deben tener por fin intensificar los actos de amor.
· No hay que dejarse guiar por simpatías o antipatías, ni maravillarse de ser víctimas de estos involuntarios sentimientos.
· Hay que moderar los deseos, aún el deseo de medios de perfección. Lo mismo el temor, la alegría, la tristeza.
· En toda ocasión hay que guardar la paz interior; jamás los sentimientos deben ser tan fuertes que sobrepujen la voluntad o la arrastren fuera del camino.
· El amor vigila los sentidos, que son los proveedores de la imaginación y las hogueras que encienden las pasiones.
· Procede, por lo tanto, tener constantemente en equilibrio el sistema nervioso e impedirle caer en una excesiva sensibilidad y en mórbida excitabilidad.
· En el uso de las cosas exteriores, debe el alma alejar todo fin que no sea acercarse a Dios, amarle, facilitarse en la práctica de la virtud, en el cumplimiento de la respectiva obligación y en la huída del pecado.
· El amor inspira el desprendimiento universal. Hay que ocuparse sólo del presente, tan sólo de las obligaciones tranquilamente, sin apresuramiento ni lentitud.
· Sin pequeños sacrificios no hay amistad con Jesús. Sin el leño de la cruz el fuego del amor languidece. Esta es una ley de la vida sobrenatural.
III.- EL AMOR ILUMINA
· Liberada de lo superfluo, el alma es llevada por Jesús al conocimiento de su divina Persona.
· Cuanto más conocemos a Jesús, tanto más le amamos y nos abandonamos a Él; cuanto más nos entregamos a Él, con mayor eficacia toma posesión de nosotros y nos va transformando en Él.
· ¿Qué es lo que hace a Jesús tan divinamente fascinador? Su Bondad.
· Y ¿qué es lo que pretende obtener con tanta ostentación de Bondad? No desea más que una cosa: el corazón, una voluntad sincera, un amor ardiente y generoso.
· El acoger generosamente a todos es indicio de corazón bien nacido. El rostro siempre sereno, siempre franco, siempre benévolo, delata la bondad del alma. Así es Jesús.
· Durante su vida terrena acogía a todos con la misma benévola Bondad. Su frente estaba siempre serena y su vista sonriente. Los fariseos y los saduceos iban a exponerle dificultades y a tenderle lazos, y Jesús deshacía sus intrigas con una palabra luminosa, con una inesperada digresión, con un milagro, pero no los despedía.
· A todos distribuía sus bienes. Con todo, tenía preferencias por los niños, los pobres, los humildes, los desgraciados de este mundo, y aquí se deja notar la particular delicadeza del Corazón de Jesús.
· Y para venir en su socorro más eficazmente, y levantarlos con más amor, el bondadoso Jesús se hizo uno de ellos: tomó –dice San Pablo- la semejanza de esclavo (Fil. 2, 7).
· La compasión con los pobres pecadores hizo que el Verbo de Dios descendiera del Cielo.
· La historia de la humanidad regenerada tiene por principio, medio y fin la compasión del Corazón de Jesús.
· La falta de confianza en la Misericordia de Dios es uno de los mayores obstáculos para la perfección.
· Por naturaleza buscamos de corazón un amigo fiel. Es que es un tesoro preferible al oro y la plata. La pobreza, la privación y el sufrimiento pierden su amargor cuando un corazón amigo viene a compartirlos con nosotros.
· Jesús quiere ser nuestro fiel amigo. Ha colmado nuestro corazón de tan amplias exigencias y lo ha dejado sujeto a tantas debilidades que ningún amigo terrestre podría darle completa satisfacción.
· Nadie nos ha amado ni nos amará como Jesús, que hizo nuestro corazón semejante al suyo para poder amarlo mejor y excitarlo a recíproco amor.
· El amor de Jesús es una hoguera incandescente de la que aquí abajo no vemos más que algunas chispitas, pero chispitas que bastan para delatarnos su ardor.
· Algunas de estas chispitas cayeron del Corazón de Jesús cuando vivía en la Tierra. Cuando era un Niño en el portal de Belén, cuando en su vida pública daba su ternura a los niños, los pobres y los desheredados de este mundo. Luego, en su cruel Pasión, en la institución de la Eucaristía y en su deseo de quedar con nosotros hasta el fin de los siglos.
· Después de su Resurrección, prodiga sus manifestaciones de amor en múltiples apariciones, y desde su Ascensión no deja de visitar las almas de quienes permanecen en el destierro.
· Más de veinte siglos atrás, cuando nadie pensaba en nosotros, que habríamos de existir algún día, un Corazón ya nos amaba, se interesaba por nuestra felicidad y se entristecía por nuestros pecados futuros.
· ¡Cuántas tristezas ha tenido que experimentar Jesús a causa de nuestras ingratitudes! Preveía en su Pasión que tamaño padecer tendría tan poco resultado, que muchos pasarían indiferentes ante su Cruz, no querrían conocerle, llegarían a blasfemar de Él, se esforzarían por alejarle las almas sencillas; y, finalmente, que número incalculable de almas no oirían nunca pronunciar su Nombre.
· Jesús fue bueno para con los hombres durante toda su vida terrena, pero el último día dio de esta Bondad pruebas que dejaron estupefactos a los cielos y la tierra.
· Quiso padecer en Sí mismo, en su Corazón, todas las penas, tristezas, humillaciones y angustias que un día atormentarían a todos sus hijos, y a cada uno de ellos en particular.
· Debía, además, expiar en su Pasión todos los pecados mortales y veniales de todos los hombres que habían vivido o vivirían sobre la tierra. Esta montaña de pecados, con su malicia infinita, pesaba sobre el Corazón del divino Redentor.
· ¿Cómo podía un hombre –aún cuando fuera el Hombre-Dios- sufrir tanto en su Corazón y en su Cuerpo? Misterio.
· Después de haber entregado su vida por nosotros, Jesús va a renovar de modo inefable sus beneficios naciendo a diario en manos de los sacerdotes por las palabras de la Consagración.
· Jesús permanece a perpetuidad entre nosotros, en el Santísimo Sacramento del Altar. Cualquiera puede presentarse ante Él y confiarse a Él.
· Tenemos el Sacrificio de la Misa , que nos permite asistir a la renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz. Cualquier fiel puede beneficiarse con sus méritos infinitos y beneficiar a los vivos y difuntos que quiera socorrer.
· Sin embargo, hay algo más admirable. Jesús, que se hace nuestro huésped en el Sagrario, quiere habitar también en nosotros en cuerpo Sangre, alma y Divinidad.
· Es el Pan Vivo; es la Vida. “Come la Vida , bebe la Vida , y así tendrás la Vida por excelencia” (San Agustín).
· Ese mismo Jesús, el Hijo de Dios humanado, que se da por nosotros, está todo en todas las cosas. Él es el Principio y el Fin, el Alfa y el Omega. Era ayer, es hoy, y será siempre.
· Es la Imagen perfectísima del Padre, el Verbo Divino.
· Jesús une y unifica en Sí mismo al mundo divino y al mundo creado. Eleva, santifica y transforma en su Persona a los mundos de la naturaleza y de la gracia, y los transporta con él en el mundo increado de la Gloria.
· Jesúses el centro del mundo creado. Todo ha sido hecho por Él; todo subsiste, se desarrolla y se perfecciona por Él.
· Jesús es el Primogénito de toda criatura. En el pensamiento del Padre celestial continúa la existencia del mundo para darle nuevas almas que transformar a su imagen.
· Jesús es el Centro de la historia. El Antiguo Testamento prefigura el Nuevo Testamento, y Él mismo se refiere a todo lo porvenir.
· Jesús es el Centro y el Foco de toda verdadera civilización. Donde Él aún no ha aparecido, dominan el paganismo, la idolatría y las tinieblas.
· Fuera de Él no hay ni número ni armonía; ni atractivos ni gracias; ni inocencia ni beldad. Él es el divino Ejemplar que encierra en Sí mismo todo ideal.
· Jesús es el foco de toda Caridad en el mundo. Nos ha dejado su Alma caritativa, su Corazón amante, del que salieron para con los hombres, durante su vida mortal, todos los beneficios.
· Jesús es el Rey de los corazones. Sólo Él puede colmar el corazón humano, porque ha sido hecho para Él.
· Ningún amor terreno puede satisfacerlo. O vuelve a su centro, que es Jesucristo, o resulta víctima de turbaciones, inquietudes y desesperación.
· ¡Cuán desgraciado es el corazón alejado de Jesús, que sufre sin haber aprendido en la escuela de Jesús el significado de la Cruz !
· El discípulo de Jesús, en cambio, comprende el sufrimiento y acoge al dolor como un hermano querido.
· En Jesús encuentra el hombre cuanto desea, vida, felicidad y amor; y lo encuentra infinitamente porque Jesús es el Rey de los corazones.
· Así, pues, existen entre el corazón del hombre y el de Jesús afinidades profundas y misteriosas que datan de la eternidad.
· Cuando Dios pensó en dar el ser a la criatura privilegiada, su pensamiento se transportó, en primer lugar, a su Hijo que había de ser el Primogénito de toda criatura, y formó en Adán un cuerpo y un alma semejantes a los que su divina Sabiduría reservaba a Jesús, obra maestra de la creación.
· Y el Verbo inspiró a este humano corazón emociones, sentimientos y necesidades semejantes a los que Él un día deseaba tener. Despertó, así, en el corazón humano, aspiraciones tan profundas que sólo su divino Corazón podía atender y satisfacer.
· Y así, el Corazón de Jesús y el del hombre han venido a ser como dos cuerdas de un arpa, armoniosamente concertadas para vibrar a la vez.
· Dios creó el universo para manifestar su Gloria. Toda criatura es reflejo de su beldad, sombra de su luz, vestigio de su perfección.
· Jesús es el Primogénito de toda criatura, y nada existe en el universo sino por Él.
· Jesús es el Misterio de los siglos. Sólo Él tiene las llaves de la ciencia y las llaves del abismo.
· Los enigmas de la naturaleza y de la historia tienen en Él su explicación.
· También las contradicciones en la sociedad civil y la Iglesia.
· Y asimismo el problema por excelencia: la unión de lo finito y lo infinito, la humanidad y la Divinidad , la muerte y la Vida , lo cual está en Jesús.
· Jesús, Hombre-Dios, lo une todo en una síntesis magnífica, la Fe y la ciencia, el principio inmutable y su fecunda aplicación, la inmovilidad y el progreso, las leyes eternas y los hechos particulares. Él armoniza todo en Sí mismo.
IV.- EL AMOR TRANSFORMA
· Para imitar a Jesucristo, debe conocerlo el alma. Del conocimiento de su vida y sus ejemplos surge la admiración, de ésta nace el amor, y del amor brota la imitación.
· A medida que el Año Litúrgico presenta los diferentes pasajes de la vida de Jesús, el alma revive todo lo vivido por el divino Maestro y, cuanto más vive con Él, tanto más lo comprende, penetra en su intimidad y se enciende en su amor.
· Todo esto se llama oración. Lleva primero a humillarse ante su infinita grandeza, y luego a unirse a la Voluntad de Dios con ardiente amor, y a disponer al alma a aceptar y ejecutar su divino querer.
· Toda oración revestida de estas condiciones será excelente por árida y enojosa que fuese, como la de Jesús en el Huerto de los Olivos.
· Cada cual puede seguir en esto su inclinación. Si más tarde debe o no cambiar de método, ya lo sabrá por su inclinación consultada con el director espiritual. En la vida espiritual no hay que lñigarse obstinadamente a nada, porque únicamente Dios es el Maestro.
· Hay que dar gran importancia a la súplica humilde. Nunca conocerá lo suficiente el hombre su absoluta dependencia de Dios.
· Hay que atender, además, la voz de Dios, callarse e invitar al Maestro a que hable e instruya.
· Jesús visita al alma, a veces durante la oración, otras durante sus ocupaciones.
· El ejercicio de la oración, infusa o no, es a veces interrumpido por épocas de aridez, de tinieblas, de tentaciones.
· Hay, pues, que obstinarse, en tan difíciles circunstancias, por consagrar a la oración el mismo espacio de tiempo, uniéndose a Jesucristo en el Huerto de los Olivos.
· Todos con una humilde súplica, que siempre nos es posible, podemos ir ejercitando gradualmente nuestra libre voluntad y unirnos, cada vez más íntimamente, a Dios.
· Si le place al Señor que subamos a pie las altas cimas por las prolongadas veredas de una árida oración, es que ve en ello mayor seguridad para nuestra humildad, y mayor Gloria para su Providencia.
· El alma amante ve a Jesús en todo: “Mi justo vive de la fe” (San Pablo).
· Cuanto más domina Jesús en nosotros por la Caridad , tanto más se apodera de la inteligencia y la hace caminar por las sendas de la Verdad , la impregna de su propia Luz y le descubre por doquiera la presencia de la Divinidad.
· Está presente en todas partes y en todas partes entero, en nuestras almas y en nuestras potencias.
· El alma abandonada apaciblemente a este dulce pensamiento lleva una vida oculta con Jesucristo en la inmensidad de dios, a quien adora y a quien ama.
· Dios está presente, además, en el alma que se halla en estado de gracia: “Si alguno me ama, vendremos a él y haremos mansión en él” (San Juan 14, 23).
· Las Tres Personas Divinas habitan en el alma en Gracia, y continúan su vida sublime. En ella el Padre engendra sin cesar a su Verbo, y del Padre y del Hijo procede sin cesar el Espíritu Santo, su mutuo Amor.
· Así, nuestras almas quedan asociadas a la vida divina. Con Jesús amamos al Padre, y el Padre nos ama en Jesús, y así vivimos desde ahora en la Santísima Trinidad.
· Deliciosa ocupación para el alma creyente. Cuando está libre, entra en sí misma por un acto consciente y se asocia a estos inefables Misterior que se consuman en ella. He aquí cómo goza por anticipado de la vida celestial.
· Y ¿Cuándo llegará el momento en que los velos se rasguen, para que lo que el alma ha saboreado amorosamente en la Fe , lo contemple transportada en la Gloria ?
· Dios ha usado todos los medios de acercarse al hombre. Así como reveló a la razón descubriendo su Presencia en el mundo entero, así también a la Fe en su Presencia Eucarística, oculta a los sentidos.
· El alma diligente bendice a Dios en todo tiempo, y la más insignificante criatura de que se sirve arranca a su corazón un grito de gratitud para con el Autor de todo bien.
· Sabe que los sucesos más insignificantes están ordenados por una mano paternal para su bien y para apartar de ella el peligro.
· El alma amante escucha a Jesús. Es dócil, sencilla. Tiene buena voluntad, siempre presta a aceptar las formas que le quiera imprimir el divino Artista.
· Va siempre recta hacia el fin, sin volver sobre sí. No tiene más que un fin: Dios.
· Es dócil a la voz de Jesús. Sólo el divino Maestro puede encaminar hacia la santidad.
· Y para oír la voz de Jesús y dejarse guiar por sus inspiraciones, hay que acallar el alma. No hablar inútilmente con las criaturas, moderar los deseos, alegrías, tristezas y toda suerte de pasiones, arrancar todos los lazos del corazón, que sólo Jesús es quien debe poseerla y sólo Él merece su afecto.
· Cuando es puro el corazón, Jesús se hace comprensible y se vuelve posible la comunicación con Él. Es cuando empieza la verdadera vida espiritual.
· Nada hay más apacible que un alma que, poseída de Jesús, vive de su vida.
· Jesús escribe en ella su Santo Evangelio, día por día, hora por hora, y la considera como continuación de la vida admirable por Él vivida en la tierra.
· Esa vida es muy sencilla. El alma cumple suavemente con Jesús las obligaciones del día impuestas por el estado de vida, por la necesidad, la Caridad y las conveniencias.
· No vive el alma su propia vida sino la vida de Jesús. Con Él va a la oración, al Santo Sacrificio del Altar, a sus ocupaciones de Caridad, y a sus mil otras ocupaciones sin importancia a los ojos de los hombres.
· Y cuanto más humildes y ocultas son, tanto más las venera y las acoge con amor porque sabe que Jesús tiene preferencias por lo pequeño, ignorado y sin brillo.
· Después, el alma va con Jesús a padecer. No se maravilla de la multiplicidad ni de la variedad de las tribulaciones, sino que con Jesús las acepta y apura.
· El alma inexperimentada se disgusta a la vista de la lentitud con que adelanta la obra de su santificación. Esta impaciencia es indicio de una virtud muy débil y de poca confianza en la divina Providencia.
· El alma consagrada a Jesús sólo se emplea aquí abajo en amor. Todo cuanto toca se transforma en Caridad.
· Para comprenderlo, sería preciso darse cuenta del modo inefable con que se funden dos corazones, el de Jesús y el de su criatrura, para convertirse en un solo y mismo principio de acción y de vida sobrenaturales.
· Sería preciso comprender el misterio de unión realizado por la Gracia , por medio del cual nuestra vida sobrenatural se trueca en la de Jesús, sin cesar de ser la nuestra.
· Si Dios ha derramado sobre la naturaleza material sus dones y sus riquezas, ¿qué no inventará su Sabiduría para adornar un alma trocada en otro como Él, en una participación de su divina Naturaleza?
· Jesús ordenará sucesivamente la voluntad, la inteligencia, la imaginación, las pasiones y los sentidos para que ninguna facultad contraríe su obra.
· Después inundará al alma para que conozca las divinas perfecciones y la propia nada, y para que se una a Él con todas las fibras de su ser.
· Finalmente, avivará en ella el fuego de la Caridad. Y el alma, a fuerza de amar, se sentirá desfallecer, presa del amor.
· El alma amante ayuda a Jesús en la difusión de su amor.
· El Amor increado es la Vida sin término, la Vida en sí, la fuente en que bebe toda existencia, y por eso es la Bondad sin límites, la Bondad que se da y que se desborda.
· Jesús se identifica con cada uno de los hombres para que nadie sea privado del beneficio de la Caridad.
· La Caridad , para ser verdadera, debe ser activa y extenderse al prójimo. ¿Valen, por ventura, tan poco las almas como para que las veamos impasibles caminar a su ruina eterna?
· Debemos tener amor de benevolencia: desear el bien a las almas y procurarlo en la medida de nuestras fuerzas.
· Hay dos grandes necesidades espirituales, la de todas las almas en general, y la de los pecadores en particular, sobre todo los agonizantes.
· Ese amor debe llegar a la Iglesia , para que sus miembros crezcan en santidad y pureza.
· Hay que importunar al Sagrado Corazón de Jesús para que derrame sobre las almas los tesoros de su amor.
· El alma amante va con Jesús a la conquista de las almas.
· El amor es ingenioso y encuentra mil medios para expandirse. Penetra donde la razón o la fuerza no han podido penetrar; deshace los prejuicios, calma las pasiones, se anticipa a las sospechas y nada resiste a su dulce influencia.
· El amor es práctico, se adapta a las circunstancias, evita susceptibilidades y resuelve las más embrolladas situaciones.
· El alma que ama a Dios puramente lanza en el mundo de las almas una semilla fecunda que habrá de crecer a su tiempo y producir cosecha tanto más abundante cuanto más intenso sea el amor.
· La oración por las almas en peligro, el cumplimiento de las obligaciones de estado, el ofrecimiento de las penurias de la vida, los sacrificios voluntarios y el buen ejemplo, son medios difusivos del amor.
· El alma amante se inmola con Jesús: “Sin efusión de sangre no hay perdón”.
· Desde antiguo se hacían inmolaciones, pero la expiación universal no se iba a hacer sino por medio del Hijo de Dios humanado.
· Por eso pudo decir San Juan que el Cordero de Dios fue inmolado desde el principio del mundo. Era inmolado en todos esos sacrificios, y finalmente fue inmolado Él mismo en el Calvario.
· Siendo esto así, no podemos rehusar la cruz. Ser víctima es prestarse por amor a todas las exigencias de Jesús y aceptar por adelantado cualquier género de sufrimiento, cualquier tribulación interior, cualquier vejación exterior, cualquier enfermedad, cualquier género de muerte.
V.- LA PERSEVERANCIA EN EL AMOR
· El queresa se salva; el que no reza se condena; el que reza sin cesar se santifica.
· Hay que rezar sin desfallecimiento alguno porque swin la oración no hay gracias, y sin gracia no puede el alma dar ni un paso por el camino que conduce al Cielo.
· Fuera del precepto de la Caridad para con el prójimo, no hay en el Evangelio punto sobre el que más insista Jesús que éste de la oración.
· Es facilísimo rezar, porque la oración no es más que el grito del corazón indigente.Es tan fácil rogar que el alma de buena voluntad reza sin cesar y sin darse cuenta. Siempre tiene conciencia de su infinita miseria y mira hacia Dios en demanda de socorro.
· La grande y única oración se forma en lo íntimo del corazón.
· Tan mezquino es nuestro corazón que, después de tantos años de trato familiar con Jesús, aún no hemos aprendido que cuanto más pedimos a Dios, tanto más le agradamos. Pareciera que nos tenemos que excusar ante Él cuando hacemos una petición extraordinaria.
· No debemos pretender que nos escuche a nuestro modo, que harto sobrada es su Bondad como para dañar nuestros intereses espirituales.
· Hay que rogar con humildad. La confianza en Dios es una virtud teologal: su fundamento está exclusivamente en el poder, la bondad y la fidelidad divinos. La más insignificante mezcla de un elemento humano hace que se introduzca el orgullo y se corrompa su eficacia.
· Cuando Jesús domina perfectamente un corazón, cuando reina Él solo sobre las ruinas del amor propio, entonces es cuando ruega perfectamente en el alma y por el alma.
· Nuestra vida con Jesús debe ser una continua demanda de perdón, Pero no es posible llevar constantemente ante Dios el corazón contrito y humillado cuando no se ha comprendido la propia malicia.
· La compunción es un pesar sobrenatural que experimenta el alma por haber ofendido a su divino Amigo. Llega el alma por grados a la pureza interior que la hace posible y que la mueve a quitar cualquier mancha.
· La compunción es un misterioso rehacerse el alma en inocencia y pureza; es una segunda creación a la que Dios hace que asista el alma y cuya inefable dulzura le hace gustar.
· El espíritu de compunción no viene del alma; viene de Jesús que vive en su interior y la purifica sin cesar, poniendo en sus labios palabras de arrepentimiento.
· Prolongados, y a veces difíciles, son los combates del amor. La vida espiritual parece un engaño; llegar a la cima, un imposible, y por eso se sienta el alma melancólicamente a mitad de la cuesta, ya sintiéndose sin fuerzas para proseguir la subida.
· El hombre débil, amasado con sangre y lodo, se propone renunciar a todas las aspiraciones animales, modificarse, contradecir su juicio y su corazón, no una sola vez y de paso sino siempre. ¡Cuán bello es verlo expuesto a seducciones, a ataques del mundo y del infierno, y sin embargo volver a Dios, imperturbablemente a pesar de sus debilidades!
· Vida tan heroica nop puede vivirse sino por medio de una lucha incesante. La perfección no se alcanza con descanso y goces; es una marcha hacia Dios, una continuidad de esfuerzos.
· El soldado que lucha con denuedo se expone a golpes y heridas, pero estas cicatrices son para él un título de gloria.
· Lo que hace falta es amar, y amar continuamente. El amor dará la constancia en la lucha, el arrepentimiento y el espíritu de oración.
· El amor, finalmente, enseñará el desasimiento propio, para no ser más que una cosa con Jesús.
· No hay que olvidar que la Inmaculada virgen es nuestra Madre. Ha existido desde la eternidad en el pensamiento de Dios, ha sido anunciada en el paraíso terrenal, prefigurada en Eva, Sara, Rebeca, Raquel, Judith y el resto de las mujeres que brillaron por su inocencia, beldad, fe y valentía.
· Esta Virgen misteriosa, inundada de Luz y revestida de Gracias, es nuestra Madre muy querida.
· Incomparablemente bella y pura, la muy amada del Padre, la Primogénita sobre la cual descansan las complacencias de Dios, la Madre augusta del Verbo Encarnado, Esplendor de los santos, Imagen del Padre, Esposa inmaculada del Espíritu Santo, su exclusivo Santuario, Puerta misteriosa por la que sólo un Dios había de entrar.
· La Madre de Jesús, nuestro divino Hermano, es también nuestra Madre, nuestro perpetuo Socorro. Ella, con Jesús, es el principio, el medio y el fin de nuestra vida espiritual.,
Guardadme hasta el fin; formad en mí a vuestro divino Hijo y que Él reine en mí, que posea mi voluntadm mi inteligencia, todas mis facultades con todos sus actos; que yo sea su viva imagen en la tierra, y que sea como una prolongación de su Humanidad santa en la que Él pueda aún amar al Padre y salvar las almas. Amén