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TRATADO I SOBRE EL EVANGELIO DE SAN JUAN
San
Agustín de Hipona
En el
principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios, etc.,
hasta: Y las tinieblas no lo recibieron (1, 1-5).
1. Cuando
reparo en lo que hemos leído en el texto de la Epístola, que el hombre animal no
puede entender las cosas que son del Espíritu de Dios, y considero después que
entre la muchedumbre presente de vuestra Caridad, tiene que haber muchos
carnales, que se guían por los principios de la carne y no pueden aún alzarse al
conocimiento del espíritu, dudo mucho cómo podré hablar con la ayuda del Señor o
explicar, en mi medida, lo que acabamos de leer del Evangelio: En el principio
existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Esto, en verdad,
no lo puede entender el hombre animal. Callaremos, pues, hermanos. Mas entonces,
si callamos, ¿para qué se ha leído? ¿Para qué la oímos, si no se explica? ¿Y
para qué se expone, si ni se puede entender? Mirando, por otra parte, que entre
vosotros tiene que haber algunos capaces de entenderlo, aun antes de que se
explique, no quiero perjudicar a éstos por el temor de cansar a los que no me
pueden entender. Siempre debemos esperar en la misericordia del Señor, que nos
asistirá para que cada uno entienda lo que pueda. Aun el mismo que explica dirá
solamente lo que puede. Hablar conforme a la realidad no es posible. Me atrevo a
decir, hermanos míos, que ni el mismo Juan dijo como es, sino como él pudo. Es
siempre un hombre el que habla de Dios. Ciertamente inspirado por Dios, pero un
hombre. Porque estuvo inspirado dijo algo; sin la inspiración no hubiera dicho
nada. Porque el inspirado fue un hombre, no dijo todo lo que hay, sino lo que
puede decir el hombre.
2. Este Juan
era, hermanos carísimos, de aquellos montes de que escribió el Salmista: Traigan
los montes la paz al pueblo, y los collados la justicia. Los montes son las
almas grandes. Los collados, las pequeñas. Y lo montes traen precisamente la paz
para que los collados puedan recibir la justicia. ¿Y qué justicia es la que
reciben los collados? La fe, pues el justo vive de la fe. Ahora bien, las almas
pequeñas no recibirán la fe, si las grandes, que hemos llamado montes, no son
ilustradas por la misma Sabiduría, a fin de que puedan dar a las pequeñas lo que
éstas son capaces de recibir... [Se omite aquí el párrafo 3, dedicado a refutar
los errores donatistas].
4. Los que
traen la paz que se debe predicar al pueblo han contemplado la misma Sabiduría,
cuanto es posible a la inteligencia humana, lo que ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni a la mente humana llegó. Si a la mente del hombre no llega esta
Sabiduría, ¿cómo llegó a la de Juan? ¿O es que Juan no era hombre?.... Así es,
hermanos; si se puede decir que llegó a la mente de Juan en alguna manera, en la
misma medida en que llegó a él, se puede también decir que no es hombre Juan.
¿Qué significa esto de que no era hombre? Que empezó en cierto modo a ser ángel;
pues todos los santos son ángeles, porque anuncian a Dios. A los hombres
carnales y sensuales, que no pueden percibir las cosas de Dios, les dice el
Apóstol: Cuando decís que yo soy de Pablo, yo de Apolo, obráis como hombres.
¿Qué pretende hacer de éstos que reprende porque son hombres? ¿Queréis saber lo
que pretende? Oíd el Salmo: Yo dije: sois dioses e hijos todos del Excelso. Dios
quiere que dejemos de ser hombres. Y entonces, mejorando, dejaremos de ser
hombres, cuanto antes reconozcamos que somos hombres. A aquella altura tenemos
que subir desde el bajo de la humildad. El que se cree algo, no siendo nada,
corre el peligro, no sólo de no recibir lo que no es, sino de perder lo mismo
que es.
5. Hermanos,
de estos montes era Juan, el que dijo: En el principio existía el Verbo, el
Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Había recibido la paz este monte,
contemplaba la divinidad del Verbo. ¡Cuán grande era este monte, cuán excelso!
Pasó sobre todas las cumbres de la tierra, pasó sobre todas las de aire; pasó
sobre todos los coros y legiones de los ángeles. Tuvo que pasar sobre todas las
criaturas para llegar al Criador de ellas. Para hacerse una idea de lo que
sobrepasó, es menester conocer adónde llegó. ¿Qué es el cielo y la tierra?
Criaturas. ¿Qué son las cosas que hay en el cielo y en la tierra? Criaturas,
todavía con más mérito. ¿Qué son los espíritus, los ángeles, los arcángeles, los
tronos, dominaciones, virtudes y principados? Criaturas también. El Salmo en su
enumeración abarca todo este conjunto y dice así: Él lo dijo y fueron hechas; Él
lo mandó y fueron creadas. Si porque Dios dijo fueron hechas, es claro que
fueron creadas por el Verbo de Dios. Y si todo fue hecho por el Verbo, es
también claro que Juan tuvo que sobrepasar todo lo que ha sido hecho por el
Verbo antes de llegar y escribir aquella frase: En el principio existía el
Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios ¡Qué grande es este monte,
qué santo, qué alto sobre todos los montes que traen la paz al pueblo de Dios
para que los collados reciban la justicia!
6. Mirad,
hermanos, si no es tal vez Juan uno de aquellos montes de los cuales hemos dicho
poco ha: Levanté mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro.
Hermanos míos,
si queréis, por tanto, entender, levantad vuestros ojos a este monte, mirad al
Evangelio, contemplad su sentido. Estos montes traen la paz, y ninguno que
confía en el hombre puede estar en paz. No miréis, pues, de tal manera a este
monte, como si vuestra paz se hubiese de poner en el hombre, sino decid más
bien: levanté mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro,
añadiendo en seguida: mi socorro viene del Señor que ha hecho el cielo y la
tierra. Levantemos, sí, nuestros ojos a los montes de donde nos viene el
auxilio, sabiendo que nuestra esperanza no estriba en los mismos montes. Los
montes reciben, a su vez, de más alto lo que ellos nos sirven. Allí de donde
ellos reciben hemos de colocar nosotros nuestra esperanza.
Cuantas veces
dirigimos nuestra mirada a la Sagrada Escritura, que nos ha sido servida por
hombres, levantamos los ojos a los montes de donde nos viene el socorro. Mas
porque los que escribieron la Escritura fueron hombres, su luz no era de ellos;
la verdadera luz es aquel que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Un monte era
aquel Juan Bautista, que dijo: Yo no soy el Cristo. Para que nadie, por poner su
esperanza en los montes, fuese echado de aquel que ilumina los montes, el mismo
Bautista confesó también: que todos hemos recibido de su plenitud.
Debes, pues
decir: levanté mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro. Y para
que no atribuyas a los montes el auxilio, debes continuar y decir: Mi auxilio
viene del Señor que ha hecho el cielo y la tierra.
7. Hermanos,
os he querido decir estas cosas para que cuando levantéis vuestro corazón a las
Escrituras, al oír el Evangelio, que dice: En el principio existía el Verbo, el
Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios y todo lo demás que se ha leído, sepáis
que habéis levantado vuestros ojos a los montes. Si estas cosas no nos la
dijesen los montes, no podríamos en manera alguna ni pensarlas. De los montes
nos viene el auxilio, aun solamente para oír estas cosas. No podemos entender
todavía lo que hemos oído. Invoquemos el auxilio del Señor que ha hecho el cielo
y la tierra. Los montes hablan sin poder iluminar; ellos mismos han sido
iluminados, porque primero escucharon. Aquel Juan que descansó sobre el pecho
del Señor recibió estas cosas que nos ha dicho; el agua que nos quería dar a
gustar la bebió él, a su vez, del pecho del Señor. Nos dio a gustar las
palabras; pero su inteligencia la tienes que buscar allí de donde él bebió lo
que te dio a gustar, para que levantes tus ojos a los montes de donde te ha de
venir el socorro y bebas así la palabra que se te ha dado como en un cáliz.
Porque tu auxilio debe venir del Señor que ha hecho el cielo y la tierra, puedes
llenar tu corazón allí donde él mismo lo llenó. Por esto dijiste: Mi auxilio del
Señor que ha hecho el cielo y la tierra. Que os llene, pues, el que puede.
Hermanos, por
esto he dicho que cada uno levante su corazón cuanto pueda y que recoja lo que
dice.
Tal vez alguno
diga que yo os estoy más presente que Dios. Falso. Él está mucho más presente.
Yo estoy presente a vuestros ojos. Él lo está a vuestras conciencias. A mí me
dirigís el oído; a Él el corazón, para que ambos queden llenos. Tenéis puestos
ahora en mí vuestros ojos y los sentidos de vuestro cuerpo; mejor, no en mí, que
no soy ninguno de aquellos montes, sino en el Evangelio, en el Evangelista. Pero
el corazón lo ha de llenar el Señor. Y, al dirigirlo a Dios, mirad bien qué
dirigís y adónde. He dicho: qué levanta y adónde lo levanta. Qué corazón levanta
y qué Señor lo levanta. No sea que, sobrecargado con el peso del placer carnal,
caiga antes de lo que lo levante. Si ves que pesa sobre ti el peso de la carne,
procura purificar con la continencia el corazón que has de levantar a Dios.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
8. De nada
sirve el simple sonido de las palabras: En el principio existía el Verbo, el
Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Cuando hablamos también nosotros
pronunciamos palabras. ¿Es ésta, por ventura, la palabra que existía en Dios?
Las cosas que nosotros decimos suenan y pasan. ¿Se acaba también el Verbo de
Dios al ser pronunciado? Entonces, ¿cómo pudieron ser hechas por Él todas las
cosas y no existir nada sin Él? Si pasó al ser pronunciado, ¿cómo puede ser
gobernado por Él cuanto ha sido creado por Él? ¿Qué palabra es esta que se
pronuncia y no pasa? Atienda vuestra caridad, porque es idea importante.
Las palabras
han perdido su valor con el continuo hablar. Sonando y pasando han perdido su
virtud, y ya no parecen sino palabras. Pero en el hombre también hay un verbo
que queda dentro. El sonido sale de la boca. Hay un verbo que tiene una
pronunciación espiritual, lo que percibes por el sonido, no el sonido mismo.
Cuando digo Dios, pronuncio una palabra. Es cosa breve lo que he dicho: cuatro
letras y dos sílabas. ¿Diremos que esto nada más es Dios, cuatro letras y dos
sílabas? O diremos más bien que cuanto más pobre es el sonido exterior, tanto
más rico es lo que con él se percibe? Algo pasa en tu mente cuando oyes la
palabra Dios. Algo pasa en la mía cuando la pronuncio. Pensamos en un grande y
supremo Ser que trasciende la criatura mudable, carnal y animal. Al preguntarte
si Dios es mudable o inmutable, me respondes en seguida: lejos de mí creer o
pensar que Dios sea mudable; Dios no puede mudar. Tu alma, aunque pequeña,
aunque carnal todavía, no puede menos de confesar que Dios es inmutable y que la
criatura es esencialmente mudable. ¿Cómo se te ha ocurrido cosa que está por
encima de todo lo creado y decirme con certeza que Dios es inmutable? ¿Qué hay
en tu corazón cuando piensas en un Ser vivo, perpetuo, omnipotente, infinito, en
todas partes presente, doquiera completo y por nada limitado? Cuando piensas
esto entonces tienes en tu corazón el Verbo de Dios. Y ya ves que esto no es
aquel sonido que consta de cuatro letras y dos sílabas. Lo que al pronunciarse
pasa es lo que llamamos sonidos, letras y sílabas. La palabra que suena pasa;
pero la que expresa el sonido y queda en el sujeto racional que habla o escucha
persevera aun pasados los sonidos.
9. Sigamos con
esta idea. Tú puedes tener en tu corazón un verbo, la idea que ha nacido de tu
mente, que la ha engendrado. Esa idea está allí como fruto de tu inteligencia,
como hijo tuyo. Antes de hacer una obra, de realizar algo grande en la tierra,
tu corazón engendra primero la idea. Tienes la idea y la obra no se ha realizado
todavía. En tu mente estás ya viendo lo que vas a hacer antes de que los demás
admiren la mole que haces y levantas, antes de que la empresa se realice y lleve
a término. Los hombres contemplan la grandiosa construcción y admiran el plan
del constructor. Se admiran de lo que ven y se gozan en lo que no ven. Ninguno
puede ver la idea interior del plan; pero por la obra exterior todos alaban el
proyecto donde se concibió primero.
¿Quieres ahora
conocer el Verbo de Dios, a Jesucristo Nuestro Señor? Mira esta gran fábrica
exterior del mundo. Todo ha sido hecho por el Verbo; así conocerás quién es el
Verbo. Mira estas dos partes del mundo, el cielo y la tierra. Nadie puede
expresar la belleza del cielo, nadie la fecundidad de la tierra, la sucesión
ordenada de los tiempos, la fuerza oculta de las semillas.
Observad que
callo mucho, porque no quiero con una larga enumeración decir poco, menos, tal
vez, de lo que vosotros podéis adivinar. Por esta fábrica del mundo, deducid lo
que debe ser el Verbo que la ha hecho todo y cuanto fuera de ella existe.
Nosotros no vemos sino lo que está al alcance de los sentidos. Fuera están los
ángeles, que también han sido hechos por el Verbo, y los arcángeles, las
potestades, los tronos, las dominaciones y principados. Todo ha sido hecho por
el Verbo. Deducid de aquí qué grande debe ser el Verbo.
10. Alguno tal
vez diga ahora. ¿Y quién puede pensar en este gran Verbo? Cuando oyes esta
palabra no pienses nada pequeño, al igual de las palabras que oyes diariamente.
Aquel dijo tales palabras, tales otras me han pronunciado; tú mismo me cuentas
otras parecidas. Con el diario usar los nombres de las cosas, las palabras se
han desvalorizado. Pues cuando oyes que en el principio existía el Verbo, no
pienses en nada pequeño, como acostumbras a pensar, cuando oyes las palabras
humanas. Mira en lo que debes pensar: El Verbo era Dios.
11. Podrá
venir ahora uno de esos herejes arrianos y decir que el Verbo de Dios fue hecho.
¿Cómo es posible que el Verbo de Dios haya sido hecho, cuando todas las cosas
las ha hecho Dios por el Verbo? Si el Verbo de Dios también ha sido hecho, ¿por
qué otro Verbo ha sido hecho? Si a éste por quien fue hecho aquel Verbo lo
llamas Verbo del Verbo, yo lo llamo el Unigénito de Dios. Y si no lo llamas
Verbo del Verbo, admite que no ha sido hecho el que ha hecho todas las cosas.
Asimismo no se pudo hacer el que hizo todas las cosas. Creamos, pues, al
Evangelista, quien pudo haber dicho: En el principio, hizo Dios al Verbo, lo
mismo que Moisés dijo: en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y luego
va enumerando cada una de las partes. Dijo Dios: Hágase, y fue hecho. ¿Quién es
el que dijo? Dios, ciertamente. ¿Y qué es lo que se hizo? La criatura. Entre
Dios que habla y la criatura que se hace está como medio el Verbo, por quien se
hace todo. Dijo Dios: Hágase y fue hecho. Este es el Verbo inmutable. Aunque las
cosas mudables se hacen por el Verbo, Él es inmutable.
12. No
pienses, pues, que fue hecho aquel por quien se hicieron todas las cosas. Así no
serías reparado por el Verbo, por quien se repara todo. Ya has sido hecho por el
Verbo, pero debes todavía ser reparado por Él. Mas si tu fe sobre el Verbo fuere
falsa, no serás reparado. Has sido creado por el Verbo; pero, como por Él has
sido hecho, de por ti te vas deshaciendo. Si de tu parte te deshaces, Él, que te
ha hecho, te rehará. Si de tu parte vas empeorando, Él, que te creó, te creará
nuevamente. Mas no te volverá a crear de nuevo por el Verbo si no piensas bien
de él. Dice el Evangelista: En el principio existía el Verbo. Tú dices: En el
principio fue hecho el Verbo. Él dice: Todo fue hecho por El. Tú dices: El mismo
Verbo fue hecho. Podía haber dicho el Evangelista: En el principio fue hecho el
Verbo. Y dice: En el principio existía el Verbo. Si ya existía no fue hecho, ya
que todas estas cosas fueron hechas por Él, y nada se hizo sin Él. Quedemos,
pues, en que el Verbo existía en el principio, el Verbo estaba en Dios y el
Verbo era Dios. Si no puedes entender esto, espera a ser mayor. Él es manjar
sólido. Aliméntate primero con leche para crecer y poder tomar este manjar.
13. Ahora,
hermanos, sobre lo que sigue: Todo fue hecho por Él y sin Él nada fue hecho,
tened cuidado de creer que la nada es algo. Algunos entienden mal este sin Él
nada fue hecho, creyendo que la nada es una cosa. El pecado no fue hecho por Él,
y es claro que el pecado no es nada y que los hombres nada ganan cuando pecan.
El ídolo no fue hecho por el Verbo, aunque tenga cierta forma humana. Si el
hombre ha sido hecho por el Verbo, no lo ha sido la forma humana que hay en el
ídolo. Tenemos escrito que el ídolo no es nada. Estas cosas no son obra del
Verbo; pero lo son todas las cosas que han sido hechas en la Naturaleza, cuanto
hay en las criaturas, todo sin excepción, las cosas que hay fijas en el cielo,
las que brillan sobre nuestras cabezas, las que vuelan bajo el cielo, cuanto se
mueve en el universo, todas las criaturas. Lo diré mas claro, para que lo
entendáis bien: cuanto existe, desde el ángel hasta el gusano. Entre las
criaturas, ninguna más excelente que el ángel y nada más pequeño que el gusano.
Pues el mismo que hizo los ángeles ha hecho a los gusanos aunque el ángel sea
para el cielo y el gusano para la tierra. El mismo que creó el mundo lo ha
organizado también. Si el gusano estuviera en el cielo, te parecería Dios
reprensible, al igual que si hubiera dispuesto que los ángeles naciesen de la
carne en corrupción. Pues casi esto se verifica en el hombre y no es
reprensible. Todos los hombres son como gusanos, que nacen de la carne, y de
ellos hace Dios ángeles. Si el mismo Señor ha dicho de sí que es gusano y no
hombre, ¿quién no repetirá lo que hay escrito en Job: Con mucha más razón el
hombre es podredumbre y gusano?.
Primero dijo:
El hombre es podredumbre, y luego: El hijo del hombre es gusano. Como el gusano
se cría en la podredumbre, dice que el hombre es podredumbre y gusano. Mira qué
se hizo por ti (al encarnarse). Aquel que en el principio existía como Verbo,
estaba en Dios y el Verbo era Dios. ¿Por qué se hizo hombre por ti? Para que te
levantases tú, que no podías comer. Así es, hermanos, a la letra. Todas las
cosas fueron hechas por Él, y sin él no se hizo nada. Toda criatura ha sido
hecha por Él, la grande y la pequeña; por Él han sido hechas las de arriba y las
de abajo, la espiritual y la corporal. Ninguna forma, ninguna unión o concordia
de parte, ninguna sustancia cualquiera que ella sea, nada que tenga peso, número
o medida existe sin el Verbo y sin aquel Verbo Creador, del cual se ha dicho:
Todo lo has dispuesto conforme a medida, número y peso.
14. Que
ninguno os engañe cuando sentís las molestias de las moscas. Porque algunos son
burlados y cogidos por el diablo con las moscas. Los cazadores suelen poner en
los cepos moscas y cazar así a las aves hambrientas. Del mismo modo algunos son
cogidos por el diablo con las moscas.
Estaba uno un
día molesto con las moscas, y lo encontró así malhumorado un maniqueo. Al
decirle que él no podía aguantar las moscas y que las aborrecía de corazón, le
dijo el maniqueo. ¿Quién las ha creado? Como estaba enfadado con ellas y las
aborrecía de verdad, no se atrevió a decir que Dios las había hecho, pues era
católico. El maniqueo añadió en seguida: Si Dios no ha hecho las moscas, ¿quién
las ha podido hacer?
Yo creo,
contestó el católico, que sólo el diablo las ha podido hacer.
El maniqueo,
en seguida: Si el diablo ha creado las moscas, como me parece que tú confiesas,
juzgando con prudencia, ¿quién ha hecho la abeja, que es un poco mayor que la
mosca? No se atrevió el otro a decir que Dios había hecho la abeja y no había
hecho la mosca, pues eran tan parecidas. De la abeja lo llevó a la langosta, de
la langosta a la salamanquesa, de la salamanquesa al ave, del ave a la oveja,
después al buey, al elefante, y por último al hombre. De esta manera, por el
enfado que recibió de las moscas, se convirtió en mosca y posesión del diablo.
Porque dicen que Beelcebuz se interpreta príncipe de las moscas. De éstas se ha
escrito: Las moscas que van a morir acaban con el aceite de la suavidad.
15. ¿Para qué
he referido estas cosas, hermanos? Para que cerréis las puertas de vuestro
corazón a las asechanzas del enemigo. Creed que Dios ha hecho todas las cosas y
las ha puesto en orden.
¿Por qué
padecemos muchos males de las criaturas que Dios ha hecho? Porque hemos ofendido
a Dios. Los ángeles no padecen estas cosas. Tal vez nosotros en esa vida no
hubiéramos temido estas cosas. Acusa a tu pecado por tu pena, no al juez. Por
nuestra soberbia Dios ha instituido que esa criatura tan pequeña y tan abyecta
nos atormentase. Así el hombre soberbio que se levanta contra Dios, el hombre
mortal que asusta a otros mortales, el hombre que no quiere reconocer al hombre
como su prójimo, cuando se ensoberbece, es humillado por las pulgas. ¿Por qué te
inflas, humana soberbia? Te hace una injuria el hombre y te hinchas y llenas de
ira. Tendrás que luchar con las pulgas para dormir. Mira quién eres.
Para que nos
convenciésemos de que todas estas criaturas que nos molestan han sido criadas
para ayudarnos a vencer nuestra soberbia, mandó Dios al pueblo soberbio de
Faraón moscas y ranas para vencerlo la soberbia con estas cosas tan bajas,
habiendo podido vencerlo con osos, leones y serpientes.
16. Todas las
cosas, hermanos, todo absolutamente ha sido creado por Él, y sin Él no se ha
hecho nada. ¿Cómo fueron hechas todas las cosas por Él? Lo que ha sido hecho es
la vida en Él. También se puede decir: Lo que ha sido hecho en Él es vida. Luego
todo es vida si leemos así ¿Hay algo que no haya sido hecho en él? Él es la
sabiduría de Dios, como dice el Salmo: Todo lo has hecho en Sabiduría. Si Cristo
es la Sabiduría de Dios y el Salmo dice que todo ha sido hecho en la Sabiduría,
se sigue que, como todo ha sido hecho por Él, hermanos amadísimos, y todo lo que
ha sido hecho en él es vida, se sigue que la tierra es vida y el árbol es vida.
Nosotros llamarnos al leño vida, pero nos referimos al leño de la cruz, de donde
hemos recibido la vida. También la piedra es vida. No es decorosa esta
interpretación, y corremos peligro de que se nos meta otra vez la vil secta de
los Maniqueos y nos diga que la piedra tiene vida, y alma la pared, la cuerda,
la lana y el vestido. Así suelen hablar en su delirio, y cuando se les reprime y
refuta, apelan a las Escrituras, y dicen: ¿Para qué se ha escrito: Lo que fue
hecho en Él es vida? si todo ha sido hecho en Él, todo tiene vida.
Para que no te
engañen, lee tú así: Lo que ha sido hecho (haz una pausa aquí y sigue luego), en
Él es vida. ¿Qué significa esto? La tierra ha sido hecha, pero no es vida en sí
misma. En la Sabiduría creadora hay una forma espiritual de la tierra que ha
sido hecha, y esta forma sí es vida.
17. Lo
explicaré lo mejor que pueda a vuestra Caridad.
Hace el
carpintero una arca. Esta arca existe primero en el artífice. Si no la tuviese
primero en su mente el artista, ¿de dónde la podría sacar? Mas el arca que
existe en la mente del artista existe de modo que no es la misma que se ve
después con lo ojos del cuerpo. En la concepción del artista está invisible; en
la ejecución, visible. No porque ha sido ya ejecutada deja de existir en el
artista. La tenemos ya en la ejecución externa y en la concepción del artista.
Si se rompe el arca externa que ha ejecutado, puede hacer una segunda nueva
conforme al original que tiene en la mente. Distinguid, pues, el arca en el
artista y el arca en la ejecución. El arca en la ejecución no es vida; vive, en
cambio, en la mente del artista, porque el alma del artista donde están todas
las cosas, antes de su ejecución, tiene vida real.
Apliquemos,
hermanos amadísimos, el ejemplo a las obras de la Sabiduría de Dios. La
Sabiduría de Dios, que ha hecho todas las cosas, contiene en sí la idea ejemplar
de todas las cosas antes de realizarlas en el exterior. Todo lo que es hecho
conforme a esta idea ejemplar tiene vida en el Verbo, aunque en sí no la tenga.
La tierra que
ves existe primero en el artista divino; el cielo, el sol, la luna. En su
realidad sensible son cuerpos; en su causa ejemplar, vida.
Esto lo
entenderéis como podáis, porque es algo grande lo que acabo de decir. Aunque no
sea yo grande, alguien verdaderamente grande lo ha dicho. Yo soy, ciertamente
pequeño, pero no digo estas cosas. Yo, para decirlas, miro a otro que no es
pequeño. Que cada uno entienda como pueda y en la medida que pueda. Y el que no
pueda, que alimente su inteligencia hasta que pueda. ¿De dónde debe nutrirse?
Con leche primero, hasta que pueda digerir el alimento sólido. Que no se separe
de Cristo nacido en carne mortal hasta que llegue a Cristo nacido del Padre
Unico, Verbo Dios que está en Dios, por quien han sido hechas todas las cosas.
Aquella vida que hay en Él es la luz de los hombres.
18. Esto es lo
que sigue: Y la vida era la luz de los hombres. Por esta vida son los hombres
iluminados. Los animales no son iluminados porque carecen de inteligencia para
ver la sabiduría. El hombre, en cambio, hecho a imagen de Dios, tiene
entendimiento con que poder ver la sabiduría. Aquella vida por la cual fueron
hechas todas las cosas, ésta misma es la luz, no de cualquier ser, sino del
hombre. Por esto se dice poco después: Existía la luz verdadera que ilumina a
todo hombre que viene al mundo. Esa fue la luz que iluminó a Juan el Bautista;
la misma que iluminó a Juan el Evangelista. Lleno estaba de esta luz el que
escribió: Yo no soy el Cristo, sino el que viene después de mí, a quien yo no
soy digno de soltarle la correa de su zapato. Esta misma luz esclarecía también
al que dijo: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el
Verbo era Dios. Esa misma vida es la luz de los hombres.
19. Tal vez
haya corazones necios que no pueden todavía recibir esta luz, porque están tan
gravados por sus pecados, que no pueden verla. Si no la pueden ver, que no
piensen que la luz está lejana. Es que ellos mismos son tinieblas por sus
pecados. Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.
Hermanos, el ciego que está en el sol tiene en sí presente al sol, pero es como
si estuviese ausente; lo mismo pasa con el necio, con el impío, con el inicuo,
que es ciego del alma. Está presente la Sabiduría, pero lo está a un ciego,
dista mucho de su ojos. No está lejana la Sabiduría de él, pero él lo está de la
Sabiduría. ¿Qué debe hacer? Limpiarse para que pueda ver a Dios. A uno que no
pudiese ver por tener enfermos y sucios lo ojos con el polvo, pituita y humo que
le ha caído, le diría el médico: Quita de tu ojo cuanto le hace mal, para que
puedas ver la luz de tus ojos. El pecado y las iniquidades son el polvo, la
pituita y el humo. Quita de ahí todas esas cosas y verás la Sabiduría, que está
presente. Dios mismo es la Sabiduría. Y escrito está: Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
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