3/5/12

MODELO Y FUENTE DE CARIDAD

Leído en CONTEMPLADORES

El Corazón de Jesús, Modelo y Fuente de Caridad.

Del “Compendio de Teología Ascética y Mística” de Adolphe Tanquerey, Libro II, Capítulo III, Artículo III, en que trata de la virtud teologal de la caridad, como principio fundamental del crecimiento de la gracia santificante, obtenemos esta preciosa descripción de cómo el Sagrado Corazón de Jesús es fuente de la caridad:

 Advertencias preliminares.  No podemos poner remate más a propósito a cuanto hemos dicho acerca de la caridad, que convidar a nuestros lectores a buscar en el Sagrado Corazón de Jesús la fuente y el modelo de la caridad perfecta.

Hay en verdad dos elementos esenciales en la devoción al Sagrado Corazón: un elementosensible, que es el corazón de carne unido hipostáticamente a la persona del Verbo; un elemento espiritual, simbolizado por el corazón material, que es el amor del Verbo Encarnado a Dios y a los hombres. Estos dos elementos no son de suyo sino uno solo, como uno es el signo y la cosa significada. El amor significado por el Corazón de Jesús, es ciertamente elhumano, pero también es el divino, porque en Jesús las operaciones divinas y humanas se hallan unidas indisolublemente. Es el amor que tiene a los hombres: <<Ved el Corazón que tanto ha amado a los hombres>>; pero también es el amor que tuvo a Dios, su Padre; porque como hemos demostrado, la caridad para con los hombres se deriva de la caridad para con Dios, y de ésta toma su verdadera razón y motivo.

Podemos, pues, considerar al Corazón de Jesús como el modelo más perfecto del amor a Dios y del amor al prójimo, y también como el modelo de todas las virtudes, puesto que la caridad las encierra todas y las hace perfectas. Y porque, durante su vida mortal, nos mereció la gracia de imitar sus virtudes, es también la causa meritoria, la fuente de las gracias con las que podemos amar a Dios y a nuestros hermanos, y practicar todas las virtudes.

 El Corazón de Jesús, fuente y modelo del amor de Dios.  El amor es la entrega total que de sí hace el amante, y, por esta razón, ¡cuán perfectísimo es el amor de Jesús a su Padre! Desde el primer instante de su encarnación se ofrece y se entrega como víctima para reparar la gloria de Dios ofendido con nuestros pecados.

En su nacimiento, y en el día de su presentación en el templo, renueva esta ofrenda. Durante su vida oculta, demuestra su amor a Dios obedeciendo a María y a José, a quienes consideraba representantes de la autoridad divina.; ¿y quién podrá contar los actos de amor purísimo que subirían desde la humilde casa de Nazaret hacia la adorable trinidad? En su vidapública, no procura sino lo que es del agrado y redunda en gloria de su Padre: “porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn, 8,29)… “yo honro a mi Padre” (Jn. 8,49); en la última Cena puede decir con verdad que ha glorificado a su padre durante toda su vida; y al día siguiente consumaba la entrega de sí llevándola hasta el sacrificio del Calvario. ¿Quién podrá jamás contar los actos internos de amor que brotarían sin cesar de su Corazón, y que hicieron de su vida entera un acto continuo de caridad perfecta?

Mas, ¿quién podrá sobre todo describir la perfección de ese amor?
“Es, dice San Juan Eudes, un amor digno de tal Padre y de tal Hijo; un amor que iguala perfectísimamente con las inefables perfecciones de su objeto amado; es un Dios que ama a un Dios… Dicho de una vez, el Divino Corazón de Jesús, considerado en su divinidad o en su humanidad, se halla infinitamente abrasado en amor a su Padre y le ama infinitamente más en cada momento de tiempo que todos los corazones de lo Ángeles y de los Santos juntos pueden amarle durante toda la eternidad.”

Ese amor podemos hacerle nuestro, y ofrecerle al Padre uniéndonos con el Corazón Sagrado de Jesús, y diciendo con S. J. Eudes: “¡Oh Salvador mío, me entrego a ti para unirme al amor eterno, inmenso e infinito que tienes a tu Padre! ¡Oh Padre adorable, te ofrezco todo el amor eterno, inmenso e infinito de tu Hijo Jesús como mío que es…! Te amo cuanto tu Hijo te ama.”

 El Corazón de Jesús, fuente de amor a los hombres.  Ya dijimos antes cuánto los amó en la tierra; quédanos por decir cuánto los ama sin cesar desde el cielo.

a) Porque nos ama, nos santifica con los sacramentos: son éstos, dice S. J. Eudes, “otras tantas fuentes inagotables de gracia y santidad, que tienen su manantial en el océano inmenso del Sagrado Corazón del Salvador; y todas las gracias que por ellos nos vienen, son otras tantas llamas del divino horno”.

b)  Mas principalmente en la Eucaristíanos da la mayor prueba de amor. 1)  Hace diecinueve siglos que está con nosotros de noche y de día, como un padre que no acierta a separarse de sus hijos; como un amigo cuyas delicias son estar con sus amigos; como un médico que está constantemente a la cabecera de sus enfermos. 2)  Está siempre en acto, adorando, alabando y glorificando a su Padre por nosotros; dándole continuas gracias por todos los bienes que sin cesar nos prodiga; amándole en nombre nuestro; ofreciéndole sus méritos y satisfacciones para reparar nuestros pecados, y pidiéndole de continuo nuevas gracias para nosotros: “Ya que está siempre vivo para interceder por nosotros” (Hebr. 7,25). 3)  No cesa de renovar sobre el altar el sacrificio del Calvario un millón de veces cada día, donde quiera que haya un sacerdote que consagre, y hácelo por amor a nosotros, para aplicarnos los frutos de su sacrificio, y, no contento con inmolarse, se da todo entero a cada uno de los que comulgan, para hacerlos participantes de sus gracias y de sus virtudes.

Este divino Corazón desea vivamente comunicarnos sus afectos de caridad: “Mi Corazón divino, decía a Santa Margarita maría, está tan abrasado del amor a los hombres, y del tuyo en particular, que no pudiendo contener dentro de sí las llamas de su ardiente caridad, es menester que por medio de ti las derrame, y se manifieste a ellos para enriquecerlos con sus preciados tesoros” (Primera de las grandes Revelaciones, 1673). Y entonces Jesús le pidió el corazón para unirle al suyo y poner en él una centella de su amor. Y esto que hizo por modo de milagro con la Santa, hácelo con nosotros de modo ordinario en la santa comunión, y siempre que unimos nuestro corazón al suyo; porque vino a la tierra a traer el fuego sagrado de la caridad, y no desea sino que se encienda en nuestros corazones: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” (Lc. 12,49).

4°  El Corazón de Jesús, fuente y modelo de todas las virtudes.  Muchas veces en la Sagrada Escritura designa el corazón todos los afectos internos del hombre por oposición a sus afectos externos: “El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón” (1 Sam. 16,7). Por vía de consecuencia, el Corazón de Jesús simboliza, no solamente el amor, sino todos los afectos interiores de su alma. De esta manera han considerado los grandes místicos de la Edad Media, y, después de ellos, S. J. Eudes, la devoción al Sagrado Corazón. E igualmente Santa Margarita María: cierto que insiste, y con razón, en el amor de que el divino Corazón está lleno. Pero en sus diversos escritos nos presenta al Sagrado Corazón como dechado de todas las virtudes, y el P. de la Colombière, su confesor y su intérprete, compendia el pensamiento de ella en un acto de consagración que se halla al final de losRetiros espirituales.

“Esta ofrenda se hace para honrar al divino Corazón, sede de todas las virtudes, fuente de todas las bendiciones, y refugio de todas las almas santas. Las principales virtudes que vamos a venerar en él son: primeramente, un amor ardentísimo a Dios su padre, junto con un profundísimo respeto y la más perfecta humildad que existió; en segundo lugar, una paciencia infinita en los tormentos, un dolor extremo por los pecados que echó sobre sí, la confianza tiernísima de un hijo junto con la confusión de un grandísimo pecador; en tercer lugar, una compasión muy sentida de nuestras miserias, y, a pesar de todas esta mociones encontradas, una serenidad inalterable, causada por una conformidad tan perfecta con la voluntad de Dios, que no podrá turbarla suceso alguno.”

Por lo demás, puesto que todas las virtudes nacen de la caridad, y en ella encuentran su última perfección, el Corazón de Jesús, por ser el manantial y dechado de la caridad divina, lo es también de todas las virtudes.

Por eso la devoción al Sagrado Corazón de Jesús coincide con la devoción a la Vida Interiorde Jesús, expuesta por Olier, y practicada en San Sulpicio. Esta vida interior, nos dice Olier, consiste “en el modo de haberse en todas las cosas y en los afectos interiores con respecto a ellas: por ejemplo, en su religión para con Dios, en su amor al prójimo, en el anonadamiento de sí mismo, en su horror al pecado, y en su condenación del mundo y de sus máximas” (“Catéch. Chrétien, PI, lec. I.).

Estos hábitos internos se hallan en el Sagrado Corazón de Jesús y de allí han de copiarse. Por esa razón, a un alma piadosa, que gustaba de recogerse en el interior del Corazón de Jesús, escribía Olier: “Escondeos mil veces al día en ese amable Corazón hacia el cual os sentía tan fuertemente atraída… Es el gabinete escogido del Hijo de Dios; la piedra preciosa del joyero de Jesús; el arca de los tesoros de Dios, donde derrama todos sus dones, y de donde toma sus gracias para comunicárnoslas… En el Sagrado Corazón y en su adorable Interior se obraron primeramente todos los misterios… Ved a cuán grandes cosas os llama el Señor al abriros su Corazón, y como habéis de aprovecharos de esa gracia que es una de las mayores que habéis recibido en toda vuestra vida. Que jamás criatura alguna os haga salir de ese lugar de delicias, y que os aneguéis por el tiempo y por la eternidad en ese mar con todas las santas esposas de Jesús” (Lettres, t. II, n. 146). Y en otro lugar dice: “¡Oh Corazón de Jesús! ¡Oh que océano de amor se encierra en vos y de vos se derrama por toda la tierra! ¡Oh fuente fecunda e inagotable del amor! ¡Oh abismo profundo e insondable de la verdadera religión! ¡Oh centro divino de todos los corazones!... ¡Oh Jesús, dejadme que os adore en vuestro interior, que adore vuestra alma bendita, que adore vuestro Corazón que he visto esta mañana! Bien quisiera decir como es, pero no puedo; tanto me traspuso. Le he visto como un cielo todo lleno de luz, de amor, de gratitud, de alabanzas. Ensalzaba a Dios, y manifestaba las excelencias y magnificencias divinas.” Para Olier el Interior de Jesús y su Sagrado Corazón no son sino una misma cosa: el centro de todos sus afectos y virtudes, el santuario del amor y de la religión, en el que Dios es glorificado, y adonde las almas fervorosas gustan de recogerse.

Conclusión. Para que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús produzca tan saludables efectos, ha de consistir en dos actos esenciales: amor y reparación.

1°  El amor ha de ser la primera y principal de las ocupaciones, según Santa Margarita María y según también S. J. Eudes.
Al dar cuenta al P. Croiset de la segunda de las principales apariciones, escribe S.- Margarita: “Hízome ver que el mucho deseo que tenía de ser amado de los hombres, y de apartarlos de los caminos de la perdición, le había movido a revelarles su corazón con todos sus tesoros de amor, de misericordia, de gracia, de santificación y de salvación, para que a los que le dieren la gloria, honra y amor todo que pudieren, los haga ricos con la abundancia y profusión de los dones divinos que manan del Corazón de Dios como de su fuente.” Y en otra carta a Sor de la Barge, acaba diciendo: “Amemos, pues, a ese único amor de nuestras almas, porque primero nos amó él y nos ama con tanto fuego, que está de él abrasado de continuo en el Santísimo Sacramento. Basta con amar al Santo de los Santos para ser santa. ¿Quién nos quitará de serlo, puesto que tenemos corazón para amar, y cuerpo para padecer…? No otra cosa sino su amor puede movernos a hacer todo cuanto le pluguiere; no otra cosa que el perfecto amor de él nos moverá a hacerlo de la manera que le pluguiere; y no puede haber otra cosa fuera de su perfecto amor, que pueda movernos a hacer cosa alguna sino cuando le pluguiere.” (Leerte CVIII, t. II, p. 227)

2°  El segundo de los actos dichos es la reparación; porque el amor de Jesús ha sido ofendido por las ingratitudes de los hombres, según el mismo Señor lo declara en la tercera de sus principales apariciones: “Mira aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres hasta el punto de no perdonar fatiga ni trabajo hasta lo último para mostrarles su amor; y, en pago, no recibo sino ingratitudes de la mayoría de ellos, por sus irreverencias y sacrilegios, y por la frialdad y el desprecio con que me tratan en este sacramento del amor”. Y pídele entonces que repare esas ingratitudes con el fervor de su amor: “Hija mía, vengo al corazón que yo te he dado, para que con tu fervor repares las injurias que he recibido de los corazones tibios y descuidados que me ofenden en el Santísimo Sacramento”.

Estos dos actos nos santificarán por extremo: el amor, uniéndonos íntimamente en el Corazón Sagrado de Jesús, nos hará participantes de sus virtudes, y nos dará ánimos para ejercitarnos en ellas a pesar de todos los obstáculos; la reparación, haciéndonos compadecer a Jesús en sus tormentos, estimulará más y más nuestro fervor, y nos moverá a padecer animosamente por amor suyo todas las tribulaciones que se dignare partir con nosotros.

Entendida de esta manera la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, no tendrá cosa alguna de afectación ni de afeminamiento: será el fondo mismo del cristianismo: una mezcla atinada de amor y de sacrificio, junto con el ejercicio progresivo de las virtudes morales y teologales. Será una especie de síntesis de la vía iluminativa, y una conveniente iniciación de la vía unitiva.>>

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