Tenuisti manum dexteram meam et in voluntate tua deduxisti me (Salmo 72, 24)
1.- Nada hay más apacible que un alma que poseída de Jesús vive de su vida.
Jesús escribe en ella su Santo Evangelio, día por día y hora por hora, y la considera como continuación de la vida admirable por Él vivida en la tierra.
Aquella vida era entonces muy sencilla y lo es aún ahora, puesto que nada hay de extraordinario en la existencia del justo.
El alma cumple suavemente con Jesús las obligaciones del día impuestas por el estado de vida, por la necesidad, la caridad y las conveniencias.
2.- El alma no elige entre estas ocupaciones porque sabe que ante Dios todo tiene el mismo valor. Por eso le es completamente indiferente vivir con Él en Egipto o en Nazareth, en el taller del trabajador o en el templo, acompañarle en su vida pública o sentarse tranquilamente a sus pies con María y José. No vive el alma la propia vida sino la vida de Jesús.
¡Cuán tranquila, dichosa y fuerte se siente al estrechar la mano de Jesús y no dar un paso sin Él.
3.- Con Él va a la oración; se une a la Víctima divina que se inmola sobre el altar, uniendo el propio al divino sacrificio. Con él pide al Padre celestial perdón para los pecadores y con él ruega por la iglesia de la tierra y por la del Purgatorio.
¡Cuán respetuosa se halla el alma en esta santa ocupación! En torno suyo y de Jesús adivina la augusta compañía de los ángeles y de los santos y se representa al Cielo abierto atento su oración.
Con Jesús va a sus ocupaciones de caridad, a cuidar desgraciados, a instruir ignorantes, a socorrer pobres. ¡Con cuánta delicadeza se acerca a todas estas miserias para aliviarlas ¡y, al aliviarlas, llevar las almas a Dios!
Con Jesús también va a sus mil otras ocupaciones sin importancia a los ojos de los hombres: a la conversación, a la comida, a la visita, a la recreación, al descanso. todas estas ocupaciones las toma con inmenso respeto porque la acercan a Dios.
4.- Y cuanto más humildes y ocultas son, tanto más las venera y las acoge con amor, ya que sabe que Jesús tiene preferencias por lo pequeño, ignorado y sin brillo.
Imita gozosa al divino Artista que le plugo dotar a las criaturas de tanta mayor perfección cuanto más pequeñas e ignoradas habían de ser.
Y así, sólo Jesús sabrá el empeño con que se consagra a realizar sus más insignificantes acciones y los tesoros de amor que confía a cada una de ellas.
¡Qué le importa que pasen desapercibidas! ¡Qué importa que toda su vida quede oculta con un velo! ¡qué importa que no sea, a la mirada de los hombres, más que un átomo en la inmensidad del universo.
5.- Después, Jesús irá con el alma no ya al templo a predicar, ni a Betania a descansar, sino a Gethsemaní a sufrir, con lo cual gozará el alma.
No se maravilla de la multiplicidad ni de la variedad de los sufrimientos; no examina lo que hay al fondo del cáliz, ni busca quién se lo presente, sino que con Jesús lo acepta y lo apura.
No especifica al Maestro la cruz que preferentemente quisiera llevar, ni siquiera le explica el deseo que tiene de sufrir, a menos que Jesús no le invite a ello, porque tiene inmenso respeto a la vida del Maestro divino que va escribiendo en su corazón, sin que nada profano la estorbe, ni trazo alguno humano pueda desfigurar en ella el Rostro del divino Crucificado.
Grande es el consuelo que el alma siente al estar tan estrechamente unida a su Divino Amigo y ser para Él como prolongación de su misma Humanidad para que pueda perpetuar su Pasión, y convertirse en canal por el que haga correr su amor hacia las almas.
¡Cuán hermosa es un alma sencilla así entregada a Jesús y cómo debe esforzarse por vivir tan plenamente como lo permita su condición humana!
6.- Para conseguirlo, debe trabajar por ser dueña a cada momento de su atención y de toda su energía.
Cierto es que cuando el alma se halla en estado de gracia, todo lo que hace o manda la voluntad pertenece a Jesús, excepción hecha del pecado. El alma no necesita cerciorarse de que vive la vida de Jesucristo para que sea esa vida verdadera, ni necesita comprobar la bondad de sus actos para que pertenezcan a Jesús. Le ha entregado ya su voluntad y por eso el árbol pertenece completamente al Maestro con todas sus ramas, con sus hojas, flores y frutos.
Grande consuelo el presente para las almas sujetas a divagaciones involuntarias de espìritu o de imaginación.
7.- Con todo, ¡cuánto bello y consolador fuera que el alma acompañase a su Divino amigo durante todo el día, no sólo con la voluntad a menudo distraída, sino con todas las facultades a la vez!
El alma debe tender incesantemente hacia ese ideal de recogimiento, sin afligirse ni inquietarse por no haber llegado a él con la perfección que pudiera.
8.- Para llegar, en algún modo al menos, a concentrar toda la energía y atención posibles en el momento actual, ha de tratar sus facultades, y en particular su inteligencia con moderación.
No hay que exigir del espíritu lo que no puede dar, ni hay que imponerle tarea que sobrepuje sus fuerzas. De no hacer esto se le incapacitaría para prestar grandes servicios.
No hay que pedirle que se ocupe a la vez de lo pasado y lo futuro; bástale con lo presente, y en este presente hay que prestar al deber una atención tranquila y moderada.
Para contener el ímpetu de tu actividad, recuérdate a menudo que obras de concierto con Jesús, que eres instrumento y que el Maestro no tiene necesidad alguna de prisas.
9.- Dios creó el tiempo, y quiere que su criatura emplee en cada acción el que le ha enseñado desde toda una eternidad. La santidad final habrá de resultar del conjunto de estas ocupaciones cumplidas por amor con Jesús.
Dios quiere santificar las almas, pero gradualmente. en la naturaleza todo crece y se desarrolla lentamente y por grados; también en el orden de la gracia las almas siguen el mismo modo de perfeccionamiento.
Dios es eterno y no tiene por qué apresurarse: ve el principio y el fin de todas las cosas y nada se pierde ni desaparece sin su consentimiento.
10.- El alma inexperimentada se disgusta a la vista de la lentitud con que adelanta la obra de su santificación. Esta impaciencia es indicio de una virtud muy débil y de poca confianza en la divina Providencia.
Preciso es reprimir estos apremiantes deseos y adapatarse al paso de Dios. El rápido camino lleva al precipicio.
Para construir las catedrales, que no habrán de durar más que un tiempo limitado, emplearon siglos nuestros antepasados y para construir el templo espiritual del alma, santuario vivoy eterno de la Santísima Trinidad, Dios tiene sobrado derecho de emplear varios años.
Por otra parte, mucho tiempo se necesita para que el fuego de la divina caridad llegue a derretir el hielo de todos nuestros defectos y a penetrar con su bienhechor influjo todos los pliegues y repliegues de nuestro corazón pecador.
Mucho tiempo se necesita para que la gracia, que ha sido difundida en el alma por el Espíritu Santo como aceite precioso, impregne nuestra voluntad, inteligencia y facultades con todos sus actos.
11.- No te preocupe nunca el saber a qué punto del camino hacia la eternidad has llegado, sino conténtate con ocuparte a diario de tus cosas con Jesús.
Olvídate a ti misma para no pensar más que en Cristo que vive en tí y que escribe en tu alma su Evangelio.
(Fragmento de "El Amigo Divino", de Jos. Schrijvers)
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