10/12/12

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

Publicado por el excelente blog CATOLICIDAD
 
CRÓNICA ESPECIAL DE UN TEMA POCO CONOCIDO

"Oh Madre mía, a vuestro Corazón confío las angustias de mi corazón, y a él vengo a buscar ánimo y fortaleza".
Santa Bernardita.


La devoción al Corazón Inmaculado de María no apareció súbitamente en Fátima en 1917. El mensaje de Fátima es la coronación de una piedad que encuentra su fundamento en la Sagrada Escritura y que no ha cesado de desarrollarse a todo lo largo de la historia y que se encuentra en el corazón mismo de la espiritualidad católica. Esto es lo que vamos a mostrar a grandes rasgos en las siguientes líneas.

Fundamentos Escriturarios

La palabra “Corazón” que se encuentra muchas veces en la Sagrada Escritura, en hebreo tiene un sentido mucho más amplio que en nuestros idiomas modernos. Pues no solamente significa ese músculo que es un órgano vital de nuestro cuerpo o nuestros afectos, sino que además hace referencia a nuestra inteligencia con todas sus facultades (memoria, entendimiento y voluntad) y de un modo más amplio, hace referencia al alma humana con todas sus potencias.

Es en este sentido que deben entenderse los anuncios y figuras del Corazón de Nuestra Madre que encontramos en el Antiguo Testamento y que el Espíritu Santo les ha mostrado a los Padres de la Iglesia y a los autores eclesiásticos, como los menciona San Juan Eudes en su obra “El Corazón Admirable de la Santa Madre de Dios”

En el Antiguo Testamento

Uno puede citar el Salmo 44, que la Iglesia hace recitar a los sacerdotes y religiosos en el oficio de Maitines del Miércoles. Este salmo, que significa los desposorios místicos de Israel con Dios, la Tradición lo ha aplicado a la Iglesia y a la Santísima Virgen:

-el Rey (NSJC) queda prendado de su belleza: concupiscet Rex decorem tuum (v. 12)

-toda su gloria está en su alma, en su interior: omnis gloria ejus ab intus (v. 13)

-los pueblos la alabaran eternamente: populi confitebuntur tibi in aeternum (v.18)

Recordemos aquí las palabras del Eclesiástico (24, 24) introducidas en la liturgia: Ego Mater pulchrae dilectionis et timoris et agnitionis et sanctae spei ("Yo soy la Madre del amor hermoso y del temor, y de la ciencia, y de la santa esperanza"). Y no debemos olvidar el Cantar de los Cantares, que San Juan Eudes llama “el libro del corazón virginal y de los amores celestiales de la Madre del Amor Hermoso. Es este un libro todo lleno de oráculos divinos que nos anuncian como este Corazón incomparable está todo abrazado de amor para con Dios y todo lleno de caridad para con nosotros”. El santo comenta 9 de esos oráculos y los aplica a la Virgen Santísima.

En el Nuevo Testamento

Las primeras menciones explícitas del Corazón de María se encuentran en el Evangelio de San Lucas:

-la primera vez en la adoración de los pastores en Navidad: María autem conservabat omnia verba haec, conferens in corde suo. (Luc 2, 19) ("María , empero, conservaba todas estas cosas, dentro de sí, ponderándolas en su corazón").

-una segunda vez después de haberlo encontrado en el Templo: Mater ejus conservabat omnia verba haec in corde suo. (Luc. 2, 51) ("Y su Madre conservaba todas estas cosas en su corazón").

Hay que hacer notar aquí que la palabra “verba” corresponde al “dabar” del hebreo que significa “palabra” y “cosa” a la vez, de modo en la Santísima Virgen guardaba en su Corazón no solamente lo que Ella iba entendiendo sino todo aquellos que veía de su Hijo y su Dios. Además el verbo “conferens” encuentra su relativo hebreo en el término HGH y en SYH que son de sustrato semítico y cuyo significado es muy amplio, pues significa a la vez: murmurar, repetir, repasar, meditar, interesarse, reflexionar. El Padre Fillion dice muy bien al respecto: “Admirable reflexión que nos hace leer en lo más ´intimo del Corazón de María. Ella comparaba aquello que veía y entendía con las revelaciones anteriores que había recibido y Ella adoraba las maravilla del plan divino.” Estos dos versículos de San Lucas nos muestran algo de la profundidad del Corazón de María.

El Corazón significa, en lenguaje bíblico, el alma humana con todas sus facultades, de modo que cada vez que el texto sagrado habla del alma de María, se debe entender y aplicar a su Corazón. Para conocer mejor el Corazón de María se puede hacer menciones de los principales pasajes en que se nos muestra el misterio del alma de María.

-las palabras del ángel en la anunciación: Ave gratia plena, Dominus tecum (Lc 1, 28) ("Dios  te salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo") en que puede verse la plenitud de gracias de la Virgen María. Es entonces un Corazón Inmaculado.

-la respuesta de Nuestra Señora: Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco? (…) Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum (Lc 1, 34 & 38) ( "¿Cómo ha de ser eso pues yo no conozco varón alguno...He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra") tenemos aquí la Virginidad del Corazón de María y la plena sumisión de la Madre de Dios a la voluntad de su Creador.

-el episodio de la Visitación: Abiit in montana cum festinatione (…) Ecce enim ut facta est vox salutationis tuae in auribus meis, exsultavit in Gaudio infans in utero meo (Lc 1, 39 & 44) ("Y se fue apresuradamente a las montañas...Pues lo mismo fue penetrar la voz de tu salutación en mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi vientre") aquí vemos la caridad del Corazón de María y su contemplación.

-el Magnificat anima mea Domino (Lc 1, 46, 55) ("Mi alma glorifica al Señor") que es, según la expresión de San Juan Eudes, “el cántico del Corazón de la Santísima Virgen”, y que nos revela entre otras cosas su profunda humildad.

-las palabras del anciano Simeón a la Virgen: Et tuam ipsius animam doloris gladius pertransibit (Lc 2, 35) ("Una espada traspasará tu alma (corazón)") pues es un Corazón Doloroso y Corredentor el que Dios le ha dado a su Madre Santísima.

Uno puede decir que estos dos primeros capítulos del evangelio de San Lucas contienen en substancia toda la teología de la devoción al Corazón Inmaculado de María.

San Juan nos habla de las últimas palabras de Nuestro Señor en la Cruz: Ecce Mater tua (Jn. 19, 27) ("Ahí tienes a tu Madre") en la que vemos la maternidad espiritual del Corazón de María.

De lo que hemos dicho hasta aquí podemos concluir que:

-el corazón físico y corporal de la Virgen Santísima tiene su dignidad del alma incomparable de María que le hace latir y consumirse de amor por Dios y por nosotros.

-y más profundamente, que el Corazón de María representa todo aquello que San Juan Eudes llama su corazón espiritual, es decir, toda la vida interior de Nuestra señora y especialmente subida de unión con la Santísima Trinidad y especialmente con su Hijo Divino. La Santísima Virgen fue la primera en participar del amor del Corazón de Jesús, Ella es entonces el modelo perfecto de la devoción al Sagrado Corazón.

La Devoción al Corazón de María en los Santos Padres

Para no ser muy extensos, citaremos únicamente a San Agustín, San León Magno, San Juan Damasceno y San Bernardo.

San Agustín

El texto de San Agustín que se cita habitualmente a propósito del Corazón de María está sacado de un tratado sobre la virginidad.

“Sic et materna propinquitas nihil Mariae profuisset, nisi felicius Christum corde quam carne gestasset.”

De Sancta Virginitate (PL 40, 398)

Comentando sobre el evangelio de San Lucas (1, 45) San Agustín nos dice:

“Ipsa beata Maria quem credendo credidit, credendo concepit (…) Illa plena fide, et Christum prius mente quam ventre concipiens. Ecce inquit ancilla Domini.”
Sermo 215, 4 (PL 38, 1074)

San León Magno

El Papa San León trae la misma idea y en unos de sus célebres sermones sobre la natividad de Nuestro Señor y que se apoya sobre el mismo pasaje de San Lucas.

“Virgo regia davidicae stirpis eligitur, quae sacro gravidanda fetu divinam humanamque prolem prius conciperet mente quam corpore.”
Sermo 22

San Juan Damasceno

San Juan Damasceno, celebra la pureza del Corazón de María. “Vuestro Corazón es de una pureza sin tacha: no vive sino de la contemplación y del amor de Dios”. Hablando del horno de Babilonia, encuentra una figura del Corazón de Nuestra Madre

“¿No es acaso este horno una figura tuya, oh María? Está lleno y ardiendo hasta el borde y todos sienten al ardor de sus llamas. En verdad que es una imagen del amor ardiente que abraza todo tu corazón.”
Oratio 1 De dormitione Beata Virginis

San Bernardo

San Bernardo hablo mucho sobre el Corazón de María. Escuchémosle hablar sobre el Corazón Doloroso de Nuestra Madre:

“En verdad la espada traspasó tu alma y no solo la traspasó sino que llegó hasta el cuerpo de Vuestro Amado Hijo. Jesús habiendo rendido su último suspiro, no recibió su alma el golpe de la cruel lanzada que le abrió el costado: fue Vuestra Alma quien primero recibió la lanzada. Oh, sin duda que se puede decir que Vuestro dolor fue aun más duro que el martirio, pues la compasión del corazón es más dolorosa que los dolores corporales.”
Sermo In Signum Magnum

Es también San Bernardo quien exalta en una de sus oraciones el Corazón Inmaculado de Nuestra Madre.

“Abre, Oh Madre de Misericordia, abre las puertas de tu Corazón Bendito a las oraciones y suplicas que te hacemos con suspiros y gimiendo. Vos no nos rechazas cuando podrías hacerlo por el horror que tienes al pecado, y cuando alguno de tus hijos manchado por el pecado suspira hacia Ti e implora Vuestra intercesión con un corazón contrito y humillado tiene el camino abierto para ir a Ti. Y no hay que maravillarse, oh Reina mía, si el santuario de vuestro Corazón está lleno de una tan grande abundancia de misericordia, pues esta obra incomparable de misericordia, ordenada por Dios desde todos los siglos para nuestra redención, se cumplió en tu seno donde el Creador del mundo se ha dignado hacer su morada.”
Sermo In Deprecatione ad Virginem

La Devoción al Corazón de María en los Monasterios de la Edad Media

Hemos citado ya al gran Abad San Bernardo, mencionemos ahora a tres monjas cuyos escritos y fama de santidad fueron proverbiales en aquellas épocas de cristiandad: Santa Matilde, Santa Gertrudis y Santa Brígida. La devoción al Corazón de María se desarrolló admirablemente al lado de la devoción al Sagrado Corazón.

Santa Matilde

Un día, Nuestro Señor mismo, se dignó enseñarle el modo de saludar el Corazón de su Madre. Era tiempo de Adviento y como ella misma lo cuenta, deseaba ofrecer algún homenaje a la Virgen Santísima, cuando Nuestro Señor le dijo:

“Saluda el Corazón de mi Madre, a causa de la sobreabundancia de todos los bienes que les ha dado y asegurado a los hombres; su Corazón fue tan puro, que fue el primero que hizo voto de virginidad. Saluda a ese Corazón que por su humildad ha merecido concebir del Espíritu Santo. A ese Corazón lleno de devoción y de deseos que me ha atraído a Mi. A ese Corazón que está ardiendo de amor para con Dios y para con el prójimo. A ese Corazón que ha conservado fielmente en sí mismo todas las cosas de mi infancia y juventud. A ese Corazón que fue traspasado en mi Pasión por los estigmas para guardar siempre en su memoria mis padecimientos. A ese Corazón tan fiel que ha consentido a la inmolación de su Hijo único por la redención del mundo entero. A ese Corazón que sin cesar intercedió por el bien de la Iglesia naciente. En fin, saluda a ese Corazón que se ha entregado totalmente a la contemplación y que por sus méritos, obtuvo la gracia para los hombres.”
Le Livre de la grace spéciale 1p, cap 2.

Aquí vemos claramente como el fundamento más importante de nuestra devoción al Corazón de María es la devoción que Nuestro Señor mismo tiene al Corazón de su Madre. Uno entiende entonces que la Virgen en Fátima el 13 de junio de 1917 dijo que “Jesús quería establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado”.

Va a ser Nuestra Señora misma quien le manifieste a la santa los sentimientos que abrigó su Corazón en los principales misterios de su vida. Así, a propósito de la Purificación en el Templo le dice:

“Después de darle a luz, tuve un enorme gozo el día que le ofrecí a Dios su Padre como la única Hostia agradable a Dios y en virtud de las cuales le son aceptas a Dios todas las ofrendas que se le hicieron después del comienzo del mundo. Mi devoción y mi agradecimiento eran tan grandes al momento en que lo presenté, que si la devoción de todos los hombres se pudiera reunir en un solo corazón humano, no se podría comparar al Mio; más al escuchar las palabras de Simeón: “una espada te atravesará el alma”, todo mi gozo se convirtió en dolor.”
Le Livre de la grace spéciale 1p, cap 12.

La Virgen Santísima le dijo un día como su alma llevaba una imagen y semejanza perfecta de la Santísima Trinidad:

“La Santísima Trinidad me ha amado tanto desde toda la eternidad, que Ella ha tenido siempre una especial complacencia y placer en pensar en mí (…) Ella ha querido hacer de mí una imagen perfecta donde resplandezca todo el arte maravilloso de su Sabiduría y de su Bondad.”
Le Livre de la grace spéciale 1p, cap 29

Santa Gertrudis

Se encuentra un pensamiento similar en las Revelaciones que le fueron hechas a Santa Gertrudis:

“Antes de Maitines, durante el canto del “Ave María” vi tres resplandores impetuosos salir del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y penetraron llenando de una gran dulzura el Corazón de la Virgen María y de su Corazón salió de nuevo hacia su origen con fogosa impetuosidad. Este resplandor de la Santísima Trinidad que le fue dado a la Santísima Virgen la hizo la más poderosa después del Padre, la más sabia después del Hijo y la más bondadosa después del Espíritu Santo. Y sucedía que todas las veces que los fieles recitaban devotamente sobre la tierra la salutación angélica, este resplandor con una impetuosidad renovada, venía a derramarse en la Virgen Bienaventurada y una nueva fuerza penetraba en su Corazón Santísimo para producir allí una fuente de deleite maravillosa. Y de esta alegría, de estos estremecimientos de delicias y de eterna salud se inundaban cada uno de los santos y de los ángeles y todos aquellos que sobre la tierra hacen memoria de esta salutación. Así en cada uno se renovaba todo el bien que les vino por la Encarnación del Hijo de Dios.”
Oeuvres spirituelles IV Le Héraut, libre 4.

Santa Brígida

Hablando de esta santa ponemos aquí esta oración que ella compuso y que muestra la gran devoción que tuvo para con el Corazón de María.

“Oh Virgen incomparable, o Amabilísima María, vida y gozo de mi corazón, yo reverencio, yo amo y yo glorifico con todas las fuerzas de mi alma vuestro dignísimo Corazón que ha estado abrazado de tal modo de celo ardiente por la gloria de Dios que sus llamas celestiales han llegado hasta el corazón del Padre Eterno, han atraído a su Único Hijo con el fuego del Espíritu Santo hacia vuestras purísimas entrañas, mas de tal manera que ha permanecido desde toda la eternidad en el seno de su Padre.”
Oraison 4B

Una particularidad en la piedad de Santa Brígida es que el Corazón de María siempre es representado como formando una misma cosa con el Sagrado Corazón de Jesús.

“El Corazón de mi Madre ha sido como mi Corazón, le dijo un día el Divino Maestro a la santa, y esto es porque se puede decir que mi Madre y Yo hemos obrado la salud del género humano con un mismo Corazón, del mismo modo, quasi uno corde, Yo por los sufrimientos que he soportado en mi cuerpo y Ella por los dolores y el amor de su Corazón.”
Revelations liv. 1 cap. 3.

“Tened por cierto, le dijo un día Nuestra Señora que yo amé tan ardientemente, lo amé tan tiernamente que Él y Yo , por así decirlo no fuimos mas que un solo Corazón (quasi Cor Unum ambo fuimus).”
Revelations liv. 4 cap 8

Esto lo declarará más en extenso San Juan Eudes, el gran apóstol de los Sagrados Corazones, pero ahora vayamos un poco más adelante.

La Revelación del Rosario a Santo Domingo

Al hablar del Santo Rosario no nos apartamos de nuestro estudio, por el contrario, pues fue la Virgen santísima quien en 1217 le dio el Santo Rosario a Santo Domingo y esto marca una etapa decisiva en la devoción para con el Corazón Inmaculado.

El Rosario consiste esencialmente en la meditación, contemplación de los principales misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Y es en el Corazón de María que están depositados estos misterios de la vida de NSJC como nos lo refiere San Lucas. Es entonces en el Corazón de nuestra Madre donde aprenderemos a unirnos y vivir de estos misterios. ¿Cómo? Por medio de las gracias que por su mediación obtenemos al recitar el Ave María.

Como lo dice el Padre Vayssiére OP: “Recitar cada decena es contemplar y unir el corazón a la gracia del misterio, al espíritu de Jesús y de María tal como el misterio nos lo presenta (…) el Rosario así dicho no es solamente una serie de Aves Marías piadosamente recitadas, sino que es Jesús mismo viviendo nuevamente en el alma por la acción maternal de María.”

Al revelarle el Santo Rosario a Santo Domingo la Virgen Santísima nos invita a entrar en su Corazón para comunicarnos los mismos sentimientos que animaban al Sagrado Corazón de su Hijo Divino.

Se puede decir entonces que los apóstoles y los predicadores del Santo Rosario son a su vez los apóstoles y los predicadores del Corazón de María y contribuyen así a difundir su devoción y su reino en las almas y sobre la tierra. Encontraremos el rezo del Santo Rosario en el centro de los mensajes en Lourdes y en Fátima.

Grandes devotos del Corazón de María

Al correr de los siglos, la Iglesia ha visto a grandes devotos del Corazón de nuestra Madre Santísima, entre los que puede contarse a San Buenaventura, San Lorenzo Justiniano, San Bernardino de Sena, San Ignacio de Loyola, el Venerable Luis de Granada, San Pedro Canisio, el Cardenal de Bérulle, etc.

San Francisco de Sales lo dice claramente en su Tratado del Amor de Dios: “La Virgen Santísima no tenía mas que una sola alma, un solo Corazón y una sola vida con su Hijo”. Pero hablemos especialmente de quien es considerado el apóstol de los Sagrados Corazones de Jesús y de María

San Juan Eudes

Este santo (1601 – 1680) va a contemplar el Corazón de María en su plenitud de gracias, tal como fue saludado por el ángel el día de la Anunciación: Ave, gratia plena (Lc 1, 28) “He visto el Corazón de la Virgen como el Vaso Sagrado en que se derramó el Corazón de Jesús para de ahí comunicarse a todos los bautizados” esta meditación contemplativa es la que alimentó el alma del santo en sus primeros años.

Ingresó como pensionado al Oratorio y en 1641 fundó la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad que dedicó especialmente al Corazón de la Virgen. Fue en 1643 que fundó la Congregación de Jesús y María para la formación de los clérigos dentro de los seminarios y la renovación del espíritu cristiano en el pueblo por medio de la predicación de misiones. Posteriormente añadió el título de “Sagrados” a su Congregación naciente quedando el nombre oficial como las Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. San Juan Eudes se sitúa así en la línea de la revelaciones de Nuestra Señora misma a Santa Brígida y a los demás santos que han hablado siempre del misterio de intimidad por el cual el Hijo y la Madre no tiene mas que una misma vida.

Los dos Corazones entran en la liturgia

La consagración de dos ordenes religiosas a Jesús y a María tuvo como su complemento necesario la organización de los cultos de los Sagrados Corazones para sus miembros. San Juan Eudes compuso una salutación al Corazón de María: “Ave Cor”, basándose en los escritos Santa Matilde, y que se difundió rápidamente entre las diócesis, con gran rabia de los jansenistas quienes la atacaron acerbamente. Aquí se encuentra esta expresión: “Yo te saludo oh amantísimo Corazón de Jesús y de María” que el santo explica admirablemente: “Esta salutación se dirige juntamente al Sagrado Corazón de Jesús y de María, pues aunque el Corazón del Hijo es diferente que el Corazón de la Madre, Dios mismo lo ha unido tan estrechamente, que uno puede decir en verdad que no son mas que un Corazón, pues están animados de los mismos sentimientos y afectos.”

Poco después San Juan Eudes instituyó una fiesta litúrgica del Corazón de María para su sociedad de sacerdotes. Compuso a este efecto un oficio donde los dos Corazones están totalmente unidos. La oración colecta que compuso resume toda su doctrina:

Oh Dios que habéis querido que vuestro Hijo Único viva desde toda la eternidad en Vuestro Corazón y que vive y reina en el Corazón de la Virgen Madre, concédenos celebrar sin cesar está vida Santísima de Jesús y de María en un único Corazón, danos el tener un solo Corazón juntamente con Ellos y de cumplir todo Vuestra Voluntad, con un corazón grande y una voluntad animosa, para que podamos vivir según Vuestro Corazón.

La celebración del nuevo oficio fue autorizada verbalmente por el obispo de Bayeaux en 1643. A partir de 1648 la solemnidad fue introducida en la diócesis de Autun donde el santo había predicado una misión y se fue extendiendo progresivamente a las demás diócesis de Francia. En 1672 estableció paralelamente una fiesta en honor del Corazón de Jesús. Hay que hacer notar que en el oficio compuesto por el santo para solemnizar el Corazón de María ya ocupaba un lugar considerable el Corazón de Jesús. Nos dice el Canónigo LeBrun: “Si el Corazón de María es el objeto inmediato del canto del Padre Eudes, tiene su placer en apuntar a Jesús, quien le llena de vida, lo reviste de sus perfecciones y de sus virtudes […] Jesús reina en el Corazón de su Divina Madre, he aquí la idea dominante del oficio que compuso el bienaventurado.”

San Juan Eudes se inspiró en los escritos de los Padres de la Iglesia y de los místicos de la Edad Media. El oficio que compuso es un eco de toda la Tradición. En 1674 el papa Clemente X aprobó la celebración de los oficios en las iglesias y capillas de la congregación del Padre Eudes. Con este santo, la devoción al Corazón de María pasó de la devoción privada al culto público y oficial de la Iglesia.

Fue San Pío X quien en su Carta Apostólica “Divinus Magister” llamó a San Juan Eudes con los títulos de “padre, doctor y apóstol del culto de los Sagrados Corazones de Jesús y María”. Para con los tiempos modernos él ha sido el profeta de los Corazones de Jesús y de María preparando así las almas para las revelaciones de Paray-le Monial (1673 a 1675) y de Fátima (1917).

San Luis María Grignon de Monfort: Consagrarse a la Virgen María

San Luis María Grignon de Monfort (1673 – 1716) tiene su lugar en esta historia. No solamente ha sido uno de los más grandes predicadores del Santo Rosario enrolando más de 100,000 personas en la Cofradía del Rosario, sino que sobretodo por su doctrina en su “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen” se presenta providencialmente en la Iglesia en el momento de las grandes intervenciones marianas de los siglos XIX y XX, permitiendo así que un gran número de almas pudieran recibir estos frutos.

El recuerda en efecto que “fue por medio de la Santísima Virgen que vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo” (núm. 1) y que “es por María que ha comenzado la salvación del mundo y es por Ella que debe ser consumada.” (núm. 49)

El santo pone entonces los fundamentos de la verdadera devoción mariana que “no tiene otra finalidad que establecer más perfectamente la devoción a Jesucristo” (núm. 62) y donde el punto más alto consiste en “la consagración de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada por las manos de María”. Esta consagración, que San Luis María llama “una perfecta renovación de los votos y promesas del santo bautismo” (núm. 120) “es un camino fácil, corto, perfecto y seguro” (núm. 152) para alcanzar la unión con Jesucristo.

Estamos entonces en el corazón del mensaje de Fátima como lo explicó la misma Sor Lucía: “Establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María significa mover las almas a una consagración total.” San Luis María lo enseña con su doctrina.

Un siglo para el signo de la Inmaculada

Llegamos al siglo XIX. La ruptura de la Revolución Francesa ha hecho entrar en el mundo un aire nuevo de oposición pública de las naciones y de los reinos a Cristo Rey. Llegará hasta las últimas conclusiones de su pensamiento en el ateísmo de la revolución rusa de 1917. Es en este periodo que se produce una sucesión de intervenciones marianas de carácter mundial. La Virgen se presenta como la Inmaculada, concebida sin mancha de pecado (Rue duBac 1830 y sobretodo en Lourdes 1858) exhorta a rezar el Santo Rosario y a hacer penitencia, llora amargamente los males que aquejan a la Iglesia (La Sallete 1846) y muestra su poderosa protección sobre aquellos que la escuchan (Pontmain 1871)

Aquí hay que mencionar los acontecimientos sucedidos en la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias en París. El 11 de diciembre de 1836, movido por una fuerte inspiración el Padre des Genettes consagra al Corazón Inmaculado de María su parroquia moribunda situada en una zona completamente descristianizada por la Revolución. En poco tiempo se convierte en una de las parroquias más florecientes en toda Francia. El Corazón Inmaculado viene a mostrar los frutos de la consagración a su protección.

Un poco antes, en 1822, Mgr. De Mazenod había fundado en Marsella las Oblatas de María Inmaculada a las cuales había lanzado a la conquista evangélica del mundo.

La acción del papado en el siglo XIX y comienzos del XX reviste, al mismo tiempo, una importancia capital para la preparación de las almas al mensaje de Fátima, lo cual se dio particularmente con la definición del dogma de la Inmaculada Concepción por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. La Revolución se había hecho bajo el título de una pretendida bondad natural del hombre. En respuesta, el dogma nos muestra que sólo la Virgen María fue preservada de pecado original, arruinando así las ideas fundamentales de la Revolución; y al mismo tiempo mostrando a los hombres que la Nuestra Señora ha vencido al demonio, indicando que será la misma Virgen Santísima quien triunfe de las fuerzas del mal.

Señalemos de modo particular la acción del papa León XIII

-el 24 de diciembre de 1884 añadió a las letanías lauretanas la invocación: “Reina del Santísimo Rosario” que será el título bajo el cual se presentará Nuestra Señora a los tres pastorcitos en Fátima.

-en 1889 concedió una indulgencia plenaria a los fieles que rezaran devotamente los 15 sábados en honor de Nuestra Señora, costumbre que ya se había hecho popular gracias a la Cofradía del Santo Rosario.

-sobretodo renovó de un modo considerable la devoción al Santo Rosario en toda la Iglesia, pues así como escribió un número impresionante de documentos pontificios sobre este tema (en total fueron 12 encíclicas a razón de una por año entre 1883 y 1898. No hay ningún otro ejemplo en toda la historia de la Iglesia de un número tan elevado de documentos escritos por un mismo pontífice sobre un mismo tema) y ordenó que todos los días del mes de octubre en todas las iglesias del mundo católico se rezara el Santo Rosario delante del Santísimo expuesto.

A los comienzos del siglo XX

Es conocida el celo del papa San Pío X por propagar la devoción mariana especialmente según el espíritu del Padre Grignon de Monfort.

El papa fomentó entre otras la devoción de los primeros sábados del mes a la cual le dio una orientación reparadora muy marcada, especialmente para reparar las blasfemias proferidas contra el nombre y las prerrogativas de la Virgen María. Esta será la devoción esencial que pidió Nuestra Señora en Fátima.

Del mismo modo, su decreto “Quam singulari” del 8 de agosto de 1910 sobre la comunión de los niños tendrá su coronación celestial con la comunión que el Ángel de Portugal le dará a los niños en el otoño de 1916.

Aunque sea de costado pero hay que recordar aquí de Berthe Petit, terciario franciscano nacido en Enghien, Bélgica en 1870 y que murió en 1943. Las gracias que recibió estaban acompañadas de todo tipo de dolores y enfermedades. Fue el gran apóstol de la devoción al Corazón Doloroso de María, especialmente a partir de su audiencia con el Cardenal Mercier en 1916. Fue por este encuentro con el prelado, que el mismo año, durante las horas trágicas de la Primera Guerra Mundial que el Cardenal Mercier consagró Bélgica al Corazón Doloroso e Inmaculado de María. Los obispos franceses habían consagrado Francia al mismo Corazón en diciembre de 1914. Los obispos de Gran Bretaña consagraron su país en 1917. Todo estaba preparado para que Nuestra Señora viniera a Fátima.

Del mismo modo que la devoción al Corazón de Jesús no ha cesado de desarrollarse a través de los siglos y ha tenido su coronación en las apariciones de Paray-le-Monial, del mismo modo la devoción al Corazón de María ha ido creciendo hasta encontrar en Fátima su digna coronación.


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28/11/12

VOLVER A NACER

Del segundo nacimiento
Cuando Nicodemo vino a Nuestro Señor aquella noche y le reconoció como maestro enviado por Dios, Él le respondió con algo insólito, algo desconcertante: “En verdad, en verdad te digo: si uno no fuere engendrado de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”

¿De qué me está hablando este maestro?- Pensaría Nicodemo- ¿Qué es esto de nacer de nuevo? ¿Acaso puede el hombre volver al vientre de su madre y volver a nacer? ¿Qué es esta cosa que me dice? Jamás oí cosa semejante en Israel. Ni siquiera de sus más grandes maestros. Tampoco recuerdo haber leído nada semejante en Moisés ni en la ley.

Por eso Nicodemo le respondió: “¿Cómo puede un hombre nacer si ya es viejo? ¿Acaso puede entrar segunda vez en el vientre de su madre y nacer?” Y Jesús le dijo: “En verdad, en verdad te digo: quien no naciere de agua y Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te haya dicho: es necesario que nazcáis de nuevo”……Y Nicodemo, más desconcertado aún, le respondió: “¿Cómo puede ser eso?” Respondió Jesús y le dijo: “¿Tú eres maestro de Israel, y esto no sabes?” (Jn. 3,1-10)

Un maestro de Israel, como creía de sí mismo Nicodemo, no sabe esto, esto que le dice con tanta autoridad Jesús, esto que no entiende. Y no lo entiende en su crudo sentido carnal pues no es éste precisamente el sentido en que le habla el Señor. “El hombre carnal no entiende las cosas del Espíritu” (I Cor. 2, 14), como dirá más tarde San Pablo, inspirado por el mismo Espíritu Santo.

Este segundo nacimiento debe darse en el hombre, debe darse en la vida del hombre. Está el nacimiento del agua, el nacimiento del bautismo, pero es preciso también el nacimiento del espíritu. El nacimiento del bautismo nos limpia del pecado original y nos incorpora a la Iglesia, al cuerpo místico de Cristo, pero es necesario que conjuntamente se produzca también el nacimiento del Espíritu. Si esto, por alguna razón no se da así es preciso que en algún momento de la vida se complete con ese segundo nacimiento según el Espíritu. Podemos ser bautizados de niños y recibir allí las gracias necesarias para una vida santa según el Espíritu, pero también podemos, como comúnmente ocurre, que la vida religiosa que llevamos desde niños se convierta en una rutina, en una costumbre casi exterior- cuando no del todo exterior- en un mero cumplimiento de ritos y preceptos que van perdiendo paulatinamente su vida y sentido, en una repetición rutinaria, mecánica, no viva, en donde la convicción intelectual no está alimentada como debiera, donde el crecimiento físico no es acompañado, a un mismo ritmo, por el crecimiento espiritual.

“Y Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.” Dice San Lucas, en su Evangelio, (Luc. 2,52) hablando de Jesús niño. Y, hablando de la infancia de San Juan Bautista: “Y el niño crecía y se robustecía en el espíritu”… (Luc. 1, 80)

También San Pablo en una de sus epístolas les dice a los cristianos que es preciso y necesario el crecimiento interior diciéndoles que cuando uno es niño solo puede beber leche y comer comida de niño, pero, a medida que nos aproximamos a la adultez, el alimento debe ser sólido, es decir, adecuado a un adulto. “Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Leche os di a beber, no manjar sólido, pues todavía no erais capaces.” (I Cor. 3, 1-2)

El crecimiento exterior del cuerpo debe ir acompañado de un crecimiento interior espiritual. Y puede requerirse para ello, para que esto sea posible, en algunos casos- ¿o en muchos?- una muerte y una resurrección; una muerte y un nuevo nacimiento; una caída en la oscuridad más profunda para acceder a una subida a la luz.

Muchos maestros espirituales hablaron de esto en diversas formas, especialmente San Juan de la Cruz, cuando nos habla de la noche del espíritu, en su “Subida al monte Carmelo” y en “La noche oscura”. Alguien dirá que no es del segundo nacimiento de lo que habla allí San Juan de la Cruz, pero, si se fijan bien, verán que hay una profunda correspondencia. Aunque, en otro sentido, se pueda hablar, también, de grados en la vida espiritual (que es de lo que propiamente está hablando San Juan de la Cruz). Pero, aquí podemos hablar también, en un sentido diverso, de estadios, pues de un estadio de vida espiritual más exterior, se pasa, de un salto, a un estadio más elevado y profundo. Porque se trata de una conversión, de un cambio de dirección en profundidad.

Si no hemos vivido este segundo nacimiento debemos pedírselo al Padre, como nos enseñó Nuestro Señor:”Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad a golpes y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama a golpes se le abre. Y ¿a quién de vosotros que sea padre, le pedirá su hijo un pan… ¿por ventura le dará una piedra? O también un pescado… ¿por ventura en vez de pescado le dará una serpiente? O si le pide un huevo, ¿por ventura le dará un escorpión? Si, pues, vosotros, malos como sois, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará desde el cielo el Espíritu Santo a los que se lo pidieren?”(Luc. 11,9-13).

Otra consideración que debemos hacer es aquella de hacer notar que hay tantas y tan distintas formas de alcanzar este nuevo, o segundo nacimiento, como personas existen, con sus distintos temperamentos y aptitudes. Tal vez un hecho externo, una experiencia determinada, un dolor, una lectura, el conocimiento de una persona, etc. puedan ser ocasión (¡Ojo! “ocasión”, no “causa”) de hacer posible este nuevo nacimiento. Puede ocurrir en edad temprana, en la juventud, en la madurez; puede ocurrir inesperadamente; pueden tardarse años. Creo que fue el poeta Paul Claudel quien tuvo una iluminación de esta naturaleza al entrar a la catedral de Notre Dame mientras se celebraba una Misa. El escritor Giovanni Pappini se convirtió, ateo y líder socialista como era, mientras le tomaba lecciones de catecismo a su sobrinita. Dicen de Gilbert Keith Chesterton que fue ocasión de su conversión la muerte de su hermano en la primera gran guerra. Y, así, podríamos enumerar muchísimos casos de los más diversos, como también aquellos otros menos espectaculares, por decir así, que llevaron años de penosa preñez. Pero este segundo nacimiento debe darse porque sin él “no podremos ver el reino de Dios.”

El reino de Dios reside en lo profundo de nosotros mismos, no en actos meramente exteriores, como tantas veces recalcó Jesús a los jefes religiosos de su tiempo. “No penséis que vine a destruir la Ley o los Profetas: no vine a destruir sino a dar cumplimiento” (Mat. 5, 17) es decir, real y verdadero cumplimiento, “en espíritu y en verdad” (Jn. 4, 23) como le dijo a la samaritana. Cristo nos trajo la interiorización de la ley. “Mirad que el reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc.17, 21) no precisamente fuera. El segundo nacimiento es un nacimiento hacia el interior. La religión puramente externa es el fariseísmo, es la muerte de la religión, es la falsificación de la religión, es el pecado contra el Espíritu Santo.

El que encuentra es porque ha estado buscando, tal vez sin estar claramente consciente de ello, a veces sin saber realmente la meta final de su búsqueda, pero la revelación de este enigma se resuelve luminosamente como un descubrimiento, como un hallazgo, como un maravilloso encuentro con aquello que más anhelaba en lo más íntimo de su ser y con todo su ser, y, como dijo Nuestro Señor, como un tesoro hallado en un campo mientras se cavaba sin saber; como una perla preciosa por la cual uno vende todo cuanto tiene para conseguirla. (Mt. 13,44-45) Vender todo lo que uno tiene es abandonar como inservible e inútil todo lo que se valorizó como un tesoro hasta entonces. Es dejar un falso y equivocado amor, por uno verdadero. Muchos de los ejemplos mencionados antes tienen su iluminación en esto. La ocasión de que hablábamos antes no es más que el reconocimiento de aquello que con toda el alma andábamos buscando. Un hecho cualquiera que nos toca en el momento preciso toma la forma adecuada de nuestra búsqueda; se transforma en el símbolo que trasciende todas las palabras. Lo indecible, lo inefable, se nos revela como la clave de todas las cosas. Allí se produce el “clic”, el encastre justo en donde todo toma sentido, un sentido nuevo de todas las cosas. Allí muere todo lo que poseíamos hasta entonces, y muere como un vestido viejo. “…Si uno está en Cristo, es una nueva creación. Lo viejo pasó: mirad se ha hecho nuevo.”(II Cor. 5, 17) La luz ha venido al mundo.

Cristo no usó de palabras o de conceptos abstractos para describirnos el reino de los cielos, la inhabitación del Espíritu en nosotros, sino que usó de símbolos y de figuras, de parábolas y, aún, de los ejemplos luminosos de sus milagros: resucitando muertos, dando vista a los ciegos y haciendo andar a los paralíticos.

El segundo nacimiento es una resurrección. “En verdad, en verdad os digo que se llega la hora, y es ésta, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán.”(Jn. 5,25). Cristo nos trae la novedad de la gracia, la buena noticia de la gracia. La gracia hace posible el cumplimiento de la ley, que era muerte para los judíos. Pero, además, Cristo nos trae una nueva ley: la ley del amor, que supera, perfecciona y trasciende a la ley de Moisés. Cristo nos trae la interiorización de la ley transfigurada por la ley del amor. Cristo nos revela que Dios es Padre. Cristo nos revela que “Dios es Amor.”(I Jn. 4, 8). 

El nuevo nacimiento por la fe y el abandono a la gracia se produce en el instante del abandono de nuestro yo, en la renuncia a nuestra propia vida, a nuestra propia e ilusoria voluntad. Y éste es el primer acto de verdadero amor, que es renuncia y olvido del propio yo. Y éste olvido del propio yo produce la paradoja de hallar a aquel Yo que es más yo que yo mismo, produce la unión con Dios.

“Pero vivo…no ya yo, sino Cristo vive en mí.” (Gal. 2, 20) Llegó a decir San Pablo.

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; mas si muere, lleva mucho fruto.” (Jn. 12, 24)

“Quien quisiere poner a salvo su vida, la perderá; mas quien perdiere su vida por causa de mí, la hallará. Pues ¿qué provecho sacará un hombre si ganare el mundo entero, pero perdiere su alma?” (Mt. 16, 24-26)
“¡Lázaro, ven afuera!” (Jn. 11,43) 

Ariel Marthe 

Publicado en STAT VERITAS 

13/11/12

SAN JOSÉ, CUSTODIO DE LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA


Leído en corazones

San José Custodio de los Dos Corazones

Por Hna. María José Socías, sctjm


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Cuando hablamos de San José, hay un silencio que envuelve a su persona; silencio que vivió toda su vida. Su misión fue, después de la Santísima Virgen María, la mas importante que Dios le haya encomendado a criatura alguna, y al mismo tiempo la mas escondida: salvaguardar "los tesoros de Dios" --Jesús y María--y proteger con su silencio, presencia y santidad el misterio de la Encarnación y el misterio de la Santísima Virgen María.
En la primera venida del Hijo de Dios al mundo, las vidas de María y José fueron radicalmente escondidas; ahora --en estos momentos tan difíciles de la historia-- han salido a relucir para dar a los hombres testimonio del amor de Dios por la humanidad, y de lo que hace en los corazones de aquellos que son fieles a Su voluntad. Y así vemos como se ha despertado en estos tiempos, un nuevo interés en la persona de San José, en su santidad, en su misión y en su intercesión.
Los papas y San José: el Papa León XIII escribe "Quamquam Pluries" reafirmando su patrocinio sobre toda la Iglesia. El Papa Pío XII instaura la fiesta de San José, Obrero, el día 1 de mayo. Papa Juan Pablo II escribe"Redemptoris Custos"; habla de la misión de San José especialmente en estos tiempos donde la Iglesia enfrenta grandes peligros. De manera particular, Dios quiere hacer relucir la persona y misión de San José en su relación con los Sagrados Corazones de Jesús y María. La primera indicación de ello fue dada en las apariciones de la Virgen de Fátima, en Portugal. En la última aparición de la Virgen, el 13 de octubre, San José aparece junto con el Niño Jesús y bendice al mundo. Sor Lucía, la principal vidente, relata lo sucedido:
"Mi intención [en gritar a la gente que miraran hacía arriba,]no era llamarles la atención hacia el sol, porque yo no estaba consciente de su presencia. Fui movida a hacerlo bajo la dirección de un impulso interior. Después que Nuestra Señora había desaparecido en la inmensidad del firmamento, contemplamos a San José con el Niño Jesús y a nuestra Señora envuelta en un manto azul, al lado del sol. San José y el Niño Jesús aparecieron para bendecir al mundo, porque ellos trazaron la Señal de la Cruz con sus manos. Cuando un poco mas tarde, esta aparición desapareció, vi a nuestro Señor y a la Virgen; me parecía que era Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor apareció para bendecir al mundo en la misma manera que lo hizo San José. Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez mas, esta vez como Nuestra Señora del Carmen."
Ese día en Fátima se hicieron presente los Dos Corazones y San José. Dios nos revela los Corazones de Jesús y María pues ellos son la esperanza de la humanidad. Es el amor y la misericordia de estos Dos Corazones la que salvara al mundo del pecado y de la muerte. Pero el misterio de la presencia de San José revela que, unido al amor de los Dos Corazones, Dios espera y busca el amor y la respuesta del hombre para con su hermano. El hombre, con su amor, intercesión y reparación, sumergidos en el amor de Jesús y María, también debe alcanzar gracias de conversión para la humanidad. Dios salvará la humanidad por medio del amor: el amor de Jesús y María y de todos aquellos que, como San José, se unan y vivan dentro de este amor.
I. La Unión del Corazón de San José con los Dos Corazones
Así, como por designio de Dios, el Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen está unido "indisolublemente al Corazón de Cristo", de manera que estos Dos Corazones permanecieran unidos para siempre y por ellos nos llegara la salvación, así mismo, por designio de Dios, el corazón que mas de cerca vive en alianza con éstos Dos Corazones es el corazón de San José.
Cuando contemplamos el corazón de San José, contemplamos un corazón puro, que dirige todos sus afectos y acciones hacia aquellos que le fueron encomendados, cuya grandeza él supo leer y entender. Todos los movimientos del corazón de San José tenían un solo objetivo: el amor de los Dos Corazones. Por ellos trabajó; por ellos obedeció; por ellos sufrió; a ellos los defendió y protegió sin interrupción. Su vida era para amar, consolar, proteger y cuidar a los Dos Corazones. Hay que recordar que San José no era Dios hecho hombre, ni tampoco fue concebido inmaculado; el nació con el pecado original igual que todos nosotros. Pero su corazón se hizo uno con el Corazón de María y a través de ella, con el Sagrado Corazón de Jesús. Veamos como se da en San José esta misteriosa unidad.
El Corazón de San José unido al Corazón de María, su Esposa
El corazón de San José vivió en plena comunión con el Inmaculado Corazón de María. Ella fue para el, igual que lo es para todos nosotros, el camino que lo condujo al misterio del Dios hecho Hombre. En el sueño del ángel, oyó éstas palabras: "No temas tomar contigo a María tu mujer porque lo nacido de ella es del Espíritu Santo." (Mt 1: 20) Con esto, es introducido no solamente en el misterio de la Encarnación, sino también en el misterio del corazón excepcional de la Virgen Santísima, escogida para ser Madre de Dios. San José se dio cuenta que el Mesías y Salvador, tan esperado por su pueblo, había de llegar al mundo a través del seno maternal de María, la mujer a quien Dios le había dado por esposa.
¿Cuál fue la respuesta de San José? "Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomo consigo a su mujer" (Mt 1:24). En otras palabras, San José se consagrá a María, a su persona, a su corazón, y a su misión. Accedió a la voluntad de Dios quien designó que el, y todo el genero humano, había de recibir al Redentor por manos de María. Mucho mas que todas las generaciones que llamarán bendita a la Virgen por las maravillas que Dios ha hecho en ella (cf. Lc 1:48-49), San José las supo ver, ponderar, y amar, levantandose así en su corazón, un profundo deseo de protegerla.
San José vivó en perfección la consagración al Inmaculado Corazón de María. Es él, el perfecto devoto de la Virgen, y nosotros debemos aprender de él. El es el primer ejemplo del mensaje que San Juan Eudes escuchó del Corazón Eucarístico de Jesús: "Te he dado este admirable Corazón de Mi Madre, que es Uno con el Mío, para ser Tu verdadero Corazón también...para que puedas adorar, servir y amar a Dios con un corazón digno de su Infinita Grandeza".
Debemos pedirle que nos enseñe como amar con todo nuestro corazón a la Santísima Virgen, a quien amó con todas las fuerzas de su corazón y de quien recibió, con profundo agradecimiento, el Sagrado Corazón de Jesús, el Salvador.
El Corazón de San José unido al Corazón de Jesús
Después del de la Virgen, el corazón de San José es el que mas cerca estuvo del Corazón del Redentor. San José amaba con verdadero amor paternal a Cristo. Su corazón estaba unido de tal forma al de Jesús, que mucho antes que San Juan se recostara sobre el pecho del Señor, ya San José conocía plenamente los latidos del Corazón de Cristo y aún mas, Cristo conocía perfectamente los latidos del corazón de su padre virginal, puesto que toda su niñez la pasó recostado del pecho de su padre, San José.
En esta comunión de "corazón a Corazón", ¿qué secretos insondables habrá descubierto San José en el Corazón de su Hijo? El Ángel le había revelado en sueño que el Hijo de María era quien "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1:21). Entendió que el Corazón del Emmanuel era un corazón humilde, misericordioso y redentor. Era el Corazón de Dios, formado por el Espíritu Santo, que vino a salvar a su pueblo. No para una salvación meramente temporal, sino mucho mas profunda; era la salvación del mal que había entrado en el corazón humano: el egoísmo, el desamor, la división, la injusticia.... el pecado.
Estos secretos insondables fueron conocidos plenamente por San José, por la intimidad de contemplación de los corazones de Jesús y María. Lo encontramos al lado de la Santísima Virgen en los misterios gozosos del Santo Rosario. Al convivir y contemplar lo que se desarrollaba en la vida de Jesús y en la vida de su esposa, su corazón crecía en admiración y amor a Dios y en ardientes deseos de participar plenamente en su obra.
II. San José y el Triunfo de los Dos Corazones
La presencia de San José en dos de las apariciones de la Santísima Virgen aprobadas por la Iglesia --Knock y Fátima-- muestran el deseo de Dios de que se reconozca a San José. En la aparición de Fátima vemos como Dios no dejó duda alguna de la importancia de San José en su plan para la conversión del mundo a través del Inmaculado Corazón de María. Fue la misma Virgen María la que anunció, en su aparición del día 13 de septiembre, de que en octubre no solo haría un milagro para que todo el mundo creyera, sino que San José vendría con el Niño Jesús a bendecir al mundo. La Virgen le dijo:
"Continúen rezando el rosario para obtener el fin de la guerra. En octubre, Nuestro Señor vendrá, así como nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen. San José aparecerá con el Niño Jesús y bendecirá al mundo."
¿Por qué Dios hizo de la presencia de San José en Fátima, un elemento visible en el misterio del triunfo que se avecina? Porque San José es el modelo para toda la humanidad de unión con los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Y ademas, lo que fue su misión en la tierra, continúa siendolo en el cielo: él fue y es el protector de los Dos Corazones. Él protegió el Corazón Inmaculado de María y el Sagrado Corazón de Jesús, que latía en el seno de la Virgen. Los protegió celosamente y por eso ellos triunfaron en su corazón. ¿Cómo no va a ser ahora quien los proteja, asegurando su triunfo en los corazones de todos los hombres?
San José, dado como protector de los Dos Corazones en el principio, es ahora encomendado por Dios como protector de toda la familia humana. De forma particular, San José es protector de todos aquellos que aman a los Dos Corazones, que se han unido a ellos y que promueven su pronto Reinado en la humanidad.
Es San José el que enseña de forma mas plena a los apóstoles de los Dos Corazones, a tener plena unidad interior con el corazón de Jesús y el de María, porque fue precisamente él, el tercer corazón, que se unió a ellos en amor, en servicio y en fidelidad.
Son los apóstoles de los Dos Corazones los que de una manera nueva deben acogerse a la protección de San José y pedirle a él que les enseñe a amar, a servir, a sacrificarse y a permanecer unidos a éstos Dos Corazones como él lo hizo toda su vida.
¡San José, Custodio de los Dos Corazones.... Ruega por nosotros!

28/10/12

EN LA FIESTA DE CRISTO REY


Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús

(para ser rezada en la Fiesta de Cristo Rey)
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar: vuestros somos y vuestros queremos ser: y afin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido: muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón santísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, porque no perezcan de hambre y de miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del Islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad finalmente con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto; descienda también sobre ellos bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.
Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confin de la tierra no resuene sino esta voz: “Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud; a El se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Así sea.

21/10/12

EL CORAZÓN


Corazón


Fuente: www.Almundi.org


Aunque el corazón es un símbolo de extraordinaria riqueza, los diversos conceptos que hay de él podrían resumirse básicamente en dos: uno que llamaremos “débil” o moderno, y otro “fuerte” o clásico.

a) Concepto débil


Consiste en tomar al corazón como símbolo de la “afectividad” en general, entendida ésta como “conjunto de estados anímicos”, sin más precisiones. Es una noción cómoda y poco crítica, pues engloba por igual experiencias muy heterogéneas sin necesidad de distinguirlas. Por sus connotaciones psicológicas, además, tendría la ventaja de librar a la palabra “corazón” de romanticismos y fantasías, que la Modernidad desdeña como cosa de mujeres y niños. Este “corazón psicológico” está en consonancia con el racionalismo liberal, rasgo dominante de nuestra cultura, y también es típico de aquellas doctrinas éticas excesivamente ligadas a la Medicina. Así, cuando se habla del corazón como “sede de los sentimientos” se suele hacer abstracción de la realidad que éstos revelan, del fin a que apuntan o del fondo de que nacen; los sentimientos serían aprovechables pero no descifrables; cabría usarlos pero no leerlos; domesticarlos, pero no entenderlos. Este corazón-afectividad supone a los sentimientos mudos y opacos de por sí, “masa psíquica humanamente neutra”, cuyo valor ético les sobrevendría desde fuera por parte de la razón, como mano que modela la arcilla. Vistos así, lo importante sería su ductilidad más que su autenticidad, es decir, su aptitud para ser modelados más que su grado de transparencia: habría que usarlos como herramienta más que como ventana, pues a través de ellos no cabría ver más que espejismos o frivolidades.

En este planteamiento subyace una antropología dualista, cuyas raíces modernas son básicamente el racionalismo cartesiano y el puritanismo protestante, aunque también se debe al intelectualismo de fondo propio de toda la cultura occidental desde sus albores. Me refiero a la proverbial oposición entre cabeza y corazón, que en la práctica suele traducirse en discriminación hacia la mujer. En este sentido escribe Rafael Alvira: “La dialéctica entre la cabeza y el corazón está documentada en la historia del pensamiento al menos desde el siglo V antes de Jesucristo... La filosofía ha sido siempre construida y desarrollada en forma predominantemente ‘masculina’, puesto que, en la mencionada disputa, la simbología ha colocado también al hombre en la cabeza y a la mujer en el corazón” (Filosofía de la vida cotidiana, p. 100).
Este corazón entendido como afectividad se revela problemático apenas lo relacionamos con las dos potencias del alma, entendimiento y voluntad. Respecto a ellas nos vemos abocados a una disyuntiva: o bien relegamos la afectividad a la esfera de lo físico, como quiere el racionalismo, o bien la erigimos como una “tercera potencia” espiritual, que entiende y quiere a su manera. Esta última es la postura de insignes autores como Hildebrand, Stein, Guardini y Haecker, que siguen la línea de Pascal (“el corazón tiene razones que la razón no conoce”).

Parece más acertado, sin embargo, y más acorde con la tradición literaria, patrística y bíblica, entender el corazón no como una “tercera potencia” sino como un modo peculiar de entender y querer, más aún, el modo plenamente humano, en la misma medida en que es integrador, concreto, personalista y existencial. Estas son precisamente las notas que caracterizan al que hemos llamado “concepto fuerte” de corazón.

b) Concepto fuerte


El concepto débil descrito anteriormente es extraño a la gran tradición literaria de todos los tiempos, que es tanto como decir a la experiencia amorosa del hombre concreto. Para esta tradición y en particular para la Biblia, el corazón no es tanto afectividad como intimidad, siendo la intimidad el sentido de la afectividad: su verdad, su lógica, su fin. Ello implica reconocer en los sentimientos cierta “transparencia”, fundada en la unión substancial (córpore et ánima unus), por la cual las realidades más netamente espirituales comparecen sensiblemente: la vocación, la gracia, la fe, el compromiso, el pecado, etc. Esta misteriosa compenetración entre cuerpo y espíritu está al servicio del amor: en ella nos vivimos completamente libres para el don total de nuestra persona. En otras palabras, el corazón es tanto más auténtico cuanto más orientado a la comunión amorosa, pues el amor lo acrisola y afina. Obviamente el pecado empaña esta transparencia, y su amenaza es constante e insidiosa.

Desde el punto de vista ético, por consiguiente, es menester combinar la ascesis de los sentimientos con su atenta “lectura” a la luz de la reflexión, el diálogo, la oración y el acompañamiento espiritual: en una palabra, cultivando la interioridad. Este nexo entre dominio e interpretación de los sentimientos se encuadra en la gran tradición espiritual del cristianismo –que en este punto diverge netamente de la oriental– según la cual la lucha interior se abre de modo natural a la contemplación, y la ascética, a la mística.

Sólo en esta perspectiva es posible un sutilísimo discernimiento, imprescindible en la buena amistad, para deslindar nociones aparentemente afines, pero realmente distantes, tales como sensibilidad y sensiblería, intimidad y privacidad, franqueza e insolencia, ternura e infantilismo, fortaleza y dureza, romanticismo y cursilería, elegancia y afectación, misericordia y debilidad, lo femenino y lo mujeril, etc. Son matices de extraordinaria importancia para la convivencia, cuyo descuido torna incompresible el misterio de la mujer y obstruye su labor humanizadora.

A continuación proponemos, sin pretensiones de exhaustividad, algunos aspectos de este corazón-intimidad o “concepto fuerte”: Morada interior y lugar del encuentro.

Con la analogía de la “profundidad”, “ahondamiento”, etc., a que alude la palabra intimidad (de ‘intimus’, superlativo del latín ‘interior’) evocamos aquella distancia que hay entre el ser y el aparecer: siempre soy más de lo que parezco, aún no soy quien debo, mi espíritu redunda más allá de mi cuerpo, etc. En este sentido necesitamos hablar de un “dentro” o “centro escondido” para referirnos a la verdad de la persona: eso es el corazón. De ahí que el Catecismo de la Iglesia, recogiendo una tradición milenaria, lo describa como “morada donde habito y me adentro” (cfr n. 2563). Se trata de una interioridad vivificante, como la del corazón fisiológico: no se ve pero da vida a lo que se ve. Es, pues, el lugar donde la persona late y mana, desde donde vive. También lo llama el Catecismo “lugar del encuentro” porque permite a los amigos ser morada el uno para el otro, inhabitar recíprocamente, hasta el punto de exclamar: “¡qué alegría vivir sintiéndose vivido!” (Pedro Salinas). La traducción externa de esta vivencia íntima la constituye el arte de la hospitalidad, que es una cierta plasmación visible del propio corazón.

De lo dicho deducimos que el corazón realiza en su sentido más puro el concepto de “habitar”. ¿Qué significa esta palabra sino “existir para adentro y desde dentro”? No en vano su etimología latina (frecuentativo de ‘habeo’, haber) pone en relación las siguientes palabras: a) ‘habitación’, como creación de la arquitectura y la decoración; b) ‘haber’, como sinónimo de ‘tener’, por ejemplo utensilios y herramientas; c) ‘hábito’, como sinónimo de vestido, indumentaria; d) ‘hábito’ como virtud, autodominio, fuerza moral. Estos haberes proceden todos de la habitación última y radical que es el corazón.

Órgano de la integración.


A diferencia del concepto débil o psicologista, el fuerte se inserta en una verdadera teoría del amor, pues es el amor el que revela la intimidad, la ahonda y la orienta al don de sí. A la luz del amor, fuerza integradora y reveladora por excelencia, el hombre aparece en su concreción y singularidad, en su proyección histórica y en su dramatismo. La vida, en efecto, se hace intensa cuando se vive de corazón. Esta plenitud o excelencia viene dada por tres movimientos, que constituyen su latido: integrarse por las virtudes, conocerse por el diálogo, darse por el amor. En estos tres actos, simultáneos e interdependientes, se afianza el totum humano: carne y espíritu, memoria y proyecto, tiempo y eternidad.

A partir de este proceso de integración “hacia dentro” se abre de modo natural otro “hacia fuera”, configurando la convivencia y la cultura. En efecto, el temple ético, la lucha ascética, la finura de espíritu (integración hacia dentro), hacen a la persona capaz de conciliar categorías y órdenes aparentemente incompatibles (integración hacia fuera): lo abstracto y lo imaginario, lo femenino y masculino, lo público y lo privado, lo familiar y lo profesional, el trabajo y el descanso, lo práctico y lo teórico, etc. Y lo logra además actuando “de corazón”, mediante una bien entrenada espontaneidad, que es al mismo tiempo dominio de sí y don de Dios.



Organo del sentido.


En el corazón la verdad comparece en forma de sentido, que no es lo mismo que sentimiento. El sentido es “lo que las cosas quieren decir”: a qué llaman, qué preguntan, adónde llevan. Ciertamente está expuesto a ofuscaciones y engaños, consecuencia del pecado, pero eso no impide al corazón ser el órgano del sentido. Con él alcanzamos niveles de verdad inaccesibles a la razón abstracta: hay cosas, en efecto, que sólo entendemos cuando lloramos, reímos, contemplamos, besamos, jugamos, descansamos, soñamos...; y son, además, las fundamentales de la vida.

Para captar el sentido hay que tomarse en serio la realidad, lo cual no es tan fácil como parece: hay que aceptarla como viene, asumirla sin deformarla, arriesgarse a ella, responderla con honradez. Sólo un corazón bien templado es capaz de sentir la verdad, que es el modo más perfecto de comprenderla: si no hiere ni acaricia ni apremia, en una palabra, si no es dramática, apenas es una verdad sino un dato.

Pero pocas veces sentido y sentimiento coinciden. Se requiere, además de un severo ejercicio de sinceridad, cierta conversión interior. A esto se refiere la antítesis carne/piedra de la que habla la Sagrada Escritura (Ezequiel 11, 19; 36, 26). La expresión “corazón de piedra”, en contra de lo que parece, no se refiere al hombre de carácter frío y duro sino al embotado por el vicio, insensible para el misterio, aunque sea psicológicamente emocionable y sentimental. E inversamente ocurre con el “corazón de carne”, imagen que profetiza la perfecta Humanidad de Cristo en la que estamos llamados a participar.

Es de notar que la plenitud de lo humano se expresa aquí en términos de ternura para el sentido, netamente diversa de la “ternura sentimental”. En efecto, la experiencia sensible de la verdad es señal de cierta integración cuerpo-espíritu, aunque sea esporádica e imperfecta, que experimentamos como un don. Así ocurre en la contemplación mística (“conocimiento sabroso e intuitivo de la verdad”, “simplex intuitus veritatis”), a la que está llamado el cristiano corriente.

La distinción entre “ternura para el sentido” y “ternura sentimental” es de capital importancia para apreciar la perspectiva femenina de la ética, librándola de prejuicios inveterados. Esta perspectiva se caracteriza por: a) La mujer discierne mejor entre “dato” y “sentido”, verdad de algo y verdad de alguien; el varón en cambio suele interpretar la “ternura para el sentido” como “blandura emocional”. b) La mujer comprende de manera más honda y espontánea la dimensión estética de la vida y por tanto su ingrediente contemplativo.

Como resumen de todo lo expuesto transcribimos el punto n. 2563 del Catecismo de la Iglesia Católica, que formula con excepcional claridad lo que aquí hemos llamado “concepto fuerte” de corazón:

“El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo "me adentro"). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza”.

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"Corazón sacratísimo de Jesús, paciente y de infinita misericordia, ten piedad de nosotros. Corazón sacratísimo de Jesús, lleno de bondad y de amor, ten piedad de nosotros. Corazón sacratísimo de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, ten piedad de nosotros. Corazón sacratísimo de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren, ten piedad de nosotros...».

4/10/12

SAN FRANCISCO DE ASÍS Y LA ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA

Leído en FRANCISCANOS
LA ESPIRITUALIDAD DE SAN FRANCISCO
DE ASÍS
por Gratien de París, o.f.m.cap.


Advertimos al lector que, del amplio aparato de notas que lleva el libro, aquí suprimimos muchas de ellas, así como las numerosas referencias bibliográficas.
Al descender la gracia divina sobre una naturaleza tan bien provista de dones intelectuales y tan adornada de cualidades físicas y morales como la de Francisco, debía producir una espiritualidad en extremo fecunda. Fue tal la influencia ejercida por esta espiritualidad en el movimiento franciscano y por él en la vida religiosa de los siglos posteriores, que es indispensable conocerla bien a fondo.
Elementos esenciales de toda vida espiritual son: 1.º, un ideal particular; 2.°, un conjunto de ideas y sentimientos que de él derivan; 3.°, caracteres que la especifiquen; 4.°, frutos que le sean propios.
Nuestra vida espiritual consiste en tender a la perfección, o lo que es lo mismo, en esforzarnos por conseguir nuestro fin mediante la unión con Dios según la doctrina de Jesucristo. Desde los primeros días de la Iglesia no han cesado sus obispos y doctores de presentarnos a Jesús como el modelo acabado del cristianismo, y de explicarnos en sus sermones y en sus comentarios a la Santa Escritura las funciones y los fundamentos de la vida espiritual. Difícilmente se hallará algo más variado que la aplicación de estos principios, porque aun cuando la doctrina predicada y practicada por Cristo es necesariamente el ideal a que todas las almas cristianas deben aspirar, ni todas se inspiran en ella de la misma manera, ni todas beben el amor de Dios en la misma fuente principal, ni producen todas idénticos frutos. De ahí esa maravillosa diversidad de espiritualidades en el seno de la Iglesia Católica.
I. Ideal de San Francisco
Las diversas fases de la conversión de San Francisco nos hicieron ya asistir a la génesis de su ideal. Primeramente, una fe viva y sencilla iluminó su alma, no bien el sentimiento religioso se hubo despertado en ella; bajo los rayos de esta luz, el temor de Dios y el arrepentimiento se apoderaron de él. Más tarde, la visión de Jesús Crucificado enciende en su corazón un amor ardiente, que le comunica la valentía necesaria para someterse a las purificadoras pruebas del propio renunciamiento, ineludible preliminar de toda vida perfectamente cristiana. Y, por último, este encendido amor le lleva a la imitación de Cristo. El amor fue quien reveló a Francisco -que no había cursado las escuelas teológicas- las excelencias y grandezas del dogma de la Encarnación. Que de él estaba plenamente penetrado, nos lo dicen sus cartas, sus reglas, sus admoniciones casi en cada una de sus páginas. El Verbo hecho carne es el centro de su vida: Jesús, el Hijo de Dios, es para él en verdad el mediador entre Dios y los hombres, el autor de nuestra salvación, el fundamento de nuestra esperanza, Aquel por quien y en quien es necesario orar, el camino, la verdad y la vida, la luz del mundo... nuestro modelo.
Imitar a Cristo, será, pues, el ideal de San Francisco de Asís. Su principal deseo, dice Tomás de Celano, su intención más elevada y su resolución suprema, era el observar en todas las cosas el santo Evangelio, practicar la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, seguir sus huellas e imitar sus ejemplos (1 Cel 84). «¡Oh, cristianísimo varón -exclama San Buenaventura-, que en su vida trató de configurarse en todo con Cristo viviente, que en su muerte quiso asemejarse a Cristo moribundo y que después de su muerte se pareció a Cristo muerto! ¡Bien mereció ser honrado con una tal explícita semejanza!» (1).
San Francisco no se contenta ni con una imitación parcial o puramente externa, ni con una fácil y remota semejanza. Su constante ambición fue la de evitar el fariseísmo y profesar una religión verdaderamente interior. «El espíritu de la carne -decía- quiere y se esfuerza mucho en tener palabras, pero poco en las obras; y no busca la religión y santidad en el espíritu interior, sino que quiere y desea tener una religión y santidad que aparezca exteriormente a los hombres» (1 R 17). «¡Ay de aquellos que se contentan de solas las apariencias de vida religiosa!» (2 Cel 157). Para él, imitar a Cristo no consiste solamente en regular su conducta tomando por norma de vida los preceptos y consejos evangélicos más o menos mitigados por los consejos de la prudencia humana, sino en hacer suyas propias las ideas de Cristo, en sentir y pensar como Él pensaba y sentía y obrar como Él obraba.

14/9/12

HOY 14 DE SEPTIEMBRE


Visto en BLOG DE RADIO SAN MIGUEL ARCÁNGEL

EXALTACIÒN DE LA SANTA CRUZ





Crux mihi certa salus

Crux est quam semper adoro

Crux Dómini mecum

Crux mihi refugium

Orémus
Deus, qui nos hodierna die exaltationis Sanctae Crucis annua solemnitate laetificas: praesta, quaesumus; ut cuius mysterium in terra cognovimus, eius redemptionis praemia in coelo mereamur.
Per eúmdem Christum Dominum nostrum...Amen

8/9/12

CUMPLEAÑOS DE NUESTRA SEÑORA SANTÍSIMA, NUESTRA MADRE DEL CIELO


Leído en MILES CHRISTI

MARÍA SANTÍSIMA HABLA SOBRE SU NATIVIDAD

 Natividad de Santa María (anónimo)

A un alma escogida, llamada Agustín del Divino Corazón, la Santísima Virgen le reveló detalles desconocidos de Su vida. Y hoy, con motivo de la fiesta de su Natividad, los queremos compartir con vosotros. (Tomado del libro "MARÍA, ARCA DE LA SALVACIÓN")

Mi madre, Ana, sufrió desplantes, agravios y burlas por su infertilidad; mi padre padeció el desprecio de uno de los sacerdotes cuando llegó al templo a presentar una ofrenda.Mis padres, siendo tan buenos sufrieron al verse señalados, al sentirse criticados, relegados.

Joaquín, mi Padre, se dirigió al lugar más alejado de sus rebaños, cerca de la montaña del Hermón, montaña hermosa, adornada de verdes pastizales, sembrada de esplendidos árboles frutales. Allí permaneció triste y apesadumbrado por algún tiempo.La angustia de Ana, mi madre, fue extrema al ver que no regresaba. 

Mi madre sumida en la aflicción, rogaba a Dios que al menos su buen esposo volviera, así quedara estéril, pero se le apareció un Ángel diciéndole que el Señor había oído su oración, oración que subió como incienso a la Casa de Padre, oración que le cambiaría la vida porque en Jerusalén a la entrada del Templo, bajo la puerta dorada, del lado del valle de Josafat encontraría a Joaquín, oración que allí sería escuchada, ofrenda que ahora sí sería bien recibida, porque en su vientre empezaba a florecer una azucena pura de hermosura sin igual. 

Mi madre agradeció a Dios por sus beneficios, regresó a su casa con su corazón rebosante de alegría. Después de mucho orar se quedó dormida pero un rostro luminoso, junto a ella, le hizo despertar; ser celestial que escribía con letras de oro y letras rojas brillantes que su fruto sería único, que la fuente de esa concepción era la bendición recibida de Abraham. Su vientre contenía el vaso más purísimo, su vientre se abría para recibir un fruto santísimo, fruto que de capullo pasaría a ser la rosa más preciosa de cualquier jardín, rosa que perfumaría el mundo entero con la exquisitez de su aroma.

Como se acercaba mi alumbramiento, mi madre se arrodilló y recitó un cántico, y oró profunda y largamente. De pronto un resplandor celestial llenó la habitación, moviéndose alrededor de Ana, mi madre. La luz tomó la forma de la zarza que ardía junto a Moisés sobre el monte Horeb. La llama penetraba el interior de mi madre. Al instante ella me recibía en sus brazos, me envolvió en su manto y me apretó contra su pecho. Y las mujeres que la acompañaban entonaron juntas un canto de acción de gracias. Mi madre me levantó en el aire para ofrecerme a Dios y la habitación se inundó de luces multicolores y se escuchaba a los Ángeles que cantaban.

Más tarde entró Joaquín, mi padre, y arrodillándose lloró de alegría porque sabía que la recién nacida era un portento de Dios para la humanidad. Me tomó en sus brazos y entonó un cántico de alabanza, cántico que resonaba armoniosamente, cántico de júbilo porque su corazón estaba rebosado de la presencia de Dios, cántico acompañado de las flautas y de las cítaras de los Santos Ángeles, Ángeles que sabían que la niña acabada de nacer era un prodigio de la mano de Dios porque cambiaría el transcurso de la historia. De ella se hablaría por generaciones sin fin.

Hijos míos, os narro parte de mi vida para que comprendáis la elección que hizo Dios en Mí desde mucho antes de nacer. Abrid vuestros ojos y reconoced el gran misterio de mi Inmaculada Concepción.