Del libro "El Sagrado Corazón de Jesús", del P. Julio Chevalier MSC
EXCELENCIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Resumen del capítulo
I. Resumen de las maravillas percibidas en el Corazón de Jesús. - Corazón de un Dios, abismo de perfecciones, sede y órgano de su amor, fuente de sacramentos, causa meritoria de la redención, parte eminentemente noble de la sagrada Humanidad del Salvador, principio de su vida natural, propulsor de la sangre que lavó nuestros pecados, sede de la Caridad infinita, de todas las virtudes, como también de dolores inexpresables, tal es el Sagrado Corazón, donde todo es incomprensible, puesto que es el Corazón de un Dios.- Es María que lo formó de su propia sangre, y es allí que ella consigue, de donde obtiene todas las gracias que reparte entre nosotros.- Bendita seas Nuestra Señora del Sagrado Corazón!
II. Atribuimos gran importancia el demostrar que el Sagrado Corazón de Jesús, es verdaderamente la sede del amor.- Razón de esta importancia.- Influencia desastrosa de la filosofía de Descartes.- Esta filosofía rehúsa al corazón cualquier injerencia en la virtud.- Según él, el hombre no podría ser virtuoso sin la ciencia.- La doctrina cartesiana hace del cerebro el centro de las afecciones.- Los partidarios de esta doctrina, protestan contra la devoción al Sagrado Corazón, que afirman lo contrario.- Hicieron rechazar la proposición de los obispos y fieles piadosos que pedían a la Santa Sede la aprobación de esta devoción y causaron el retardo en la beatificación de la bienaventurada Margarita-María.- ¿Por qué se realizó durante el Pontificado de Benedicto XV (1914-1922). Más tarde Pío XI, puso su fiesta en el calendario universal)
I. Excelencia del Corazón de Jesús
(Terminemos este Capítulo, recopilando las maravillas que hemos contemplado en el Corazón de Jesús).
Este Corazón, unido indisoluble e íntimamente al alma y a la Persona sagrada del Salvador, es el Corazón de un Dios, donde reside, en su plenitud la caridad divina; y que merece las adoraciones de los ángeles y de los hombres. Es un abismo insondable de todas las perfecciones y de todas las virtudes posibles, el tesoro inexhaustible de todas las gracias. Está lleno de inteligencia, de sentimiento y de vida; se le considera como el principal órgano de los afectos del Verbo Encarnado, la sede de su amor y de sus misericordias, el centro de todos los sufrimientos interiores que soportó para nuestra salvación, la fuente de donde la Iglesia y los Sacramentos han emanado' y la causa meritoria de la Redención.2 Este es el objeto que se ofrece a nuestro culto! No puede haber otro más santo, más sublime, más divino y al mismo tiempo más dulce, más amable y más tierno.
Lo propio del corazón es difundir en todo el cuerpo una dulce y saludable influencia, que aporta a todos los tejidos el calor, el movimiento y la vida. Si cesa esa influencia del corazón, todo cesa en el hombre; si el corazón languidece, todo languidece. La función del Corazón de Nuestro Señor, en su vida mortal, fue pues la de sostener, por una acción continua, el cuerpo del Hombre-Dios, de comunicar a todos sus órganos, a todos sus sentidos, el calor, la vida, el movimiento y el vigor necesarios a sus funciones. La vida de Jesús dependía necesariamente de la influencia perpetua de su Corazón sagrado, y, en consecuencia, todas las acciones de este divino Salvador, todas sus palabras, todas sus miradas, todos sus pasos, todas sus sensaciones, todas sus operaciones, todas sus alegrías y penas, tenían por principio natural su Corazón adorable.
Jesucristo, como hombre, fue en todo semejante a nosotros, menos en el pecado3. El amó pues a la manera de los otros hombres y conforme a la naturaleza del hombre; su Corazón participó por lo tanto en su amor; y tuvo que sufrir sus impresiones, como los otros corazones, y aún más vivamente, si uno juzga por el sudor de sangre, en el huerto de los Olivos.
Hecho principalmente para amar, ese Corazón divino debía ser por su naturaleza, más especialmente sensible al amor, que a las otras afecciones del alma; y en consecuencia los efectos del amor sobre él, debían ser normalmente más vivos, que los de la tristeza, por ejemplo. Se puede decir del Corazón de Jesús, más verídicamente que de ningún otro corazón, que se abrasaba de amor. Es que, en realidad, es la función para la que había sido formado; desde el primer instante de la Encarnación , estaba inflamado de llamas, las más puras y ardientes, de la caridad; y no cesaron durante toda su vida; y seguirán ardiendo durante toda la eternidad. Hay que comprender cual es la excelencia del amor divino, para comprender cual debe ser la excelencia de un Corazón, cuya función es la de recibir las impresiones de este amor y de producir actos, de los que uno solo, hemos dicho, honra más a Dios, que el amor de todas las criaturas juntas, incluso las posibles, podrían honrarle durante toda la eternidad. Si, de acuerdo con el sentimiento universal y el lenguaje ordinario de los hombres, dictado por la naturaleza y sancionado por el Espíritu Santo, el corazón tiene una relación tan íntima y real con las virtudes del alma, que esas mismas virtudes son atribuidas al corazón como particularmente propias ¿qué diríamos aplicándolo al Corazón de Jesús?
¿Cuál debió ser la sublimidad de los sentimientos de un Corazón, en el que todo era digno de Dios y dónde está necesariamente reunido todo lo que es exigido por la excelencia de este Ser supremo?
¡0h Corazón Sagrado de Jesús! ¿Quién comprenderá jamás vuestras grandezas, la inmensidad de vuestro amor, el ardor de vuestro celo por la gloria del Altísimo, vuestra sumisión a su voluntad y vuestro dolor a la vista de los ultrajes cometidos contra la divina Majestad?
Y con relación a los hombres, ¿quién hará conocer las disposiciones de este adorable Corazón, quiero decir su Caridad, su bondad, su dulzura, su compasión, su paciencia, su misericordia? Y en cuanto a las virtudes, que tenemos el hábito de admirar más a menudo, como el coraje, la fuerza, la constancia, la generosidad, ¿quién podrá jamás expresar en qué grado de perfección las posee todas el Sagrado Corazón de Jesús? Todo es inefable, todo es incomprensible en este divino Corazón, porque es el Corazón de un Dios!
¡Qué magnífica visión nos ha hecho descubrir este estudio! Hemos visto esta cadena misteriosa que une el corazón del hombre al Corazón de Cristo, y el Corazón de Cristo, al Corazón mismo de Dios! Y el anillo sagrado que sirve de eslabón de unión... Es María, la que formó con su propia sangre, por la virtud el Espíritu Santo, el Corazón sagrado de Jesús... Comprendo la grandeza de su dignidad y el poder inefable que su divino Hijo le ha dado sobre su Corazón adorable. Comprendo también todo el interés que ella siente hacia los hombres, que son sus hijos.
¡Oh Corazón de Jesús! ¡Qué resplandores no arrojáis sobre los misterios de nuestra humanidad! Vos extraéis vuestra vida divina y vuestras bendiciones del seno del Padre Eterno, de las profundidades inaccesibles de su esencia, desde lo más recóndito de su persona. Esta vida y estas bendiciones, vos las ponéis en manos de María, para que de ellas lleguen hasta nosotros.
¡Oh Virgen Inmaculada, vos sois pues a justo título NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN! Seáis por siempre bendita!
II. Conclusión
El lector atento, que nos haya seguido en el curso de este estudio, habrá quedado impresionado por el pensamiento, casi único, que nos ha dominado: Mostrar y probar que el Corazón de Jesús es verdaderamente la sede de sus afectos sensibles y el órgano de su amor. Tal vez se ha sorprendido de nuestra insistencia, y nos habrá recriminado de haber insistido tanto sobre este punto, juzgando que es una cuestión de poca importancia y totalmente secundaria. Sin embargo, no es este nuestro punto de vista.
Hace más de dos siglos que se discute sobre ello. La ciencia moderna, impregnada de la desastrosa doctrina de Descartes, se ha adentrado en un camino deplorable, cuyos resultados tal vez no preveía. Con el célebre filósofo, hizo del cerebro el centro de todo, la sede única de la inteligencia y del amor. Pronto concibió falsos principios. A causa de ello, el alma pronto fue arrinconada y hasta negada; pero ¿cómo explicar las facultades intelectuales? Nada más fácil, dijeron: Es el resultado de una combinación química, cuyos elementos son fabricados por el cerebro. ¿Y el mismo cerebro, qué es? Dijeron: Una especie de pila eléctrica, que hace brotar en todo el cuerpo la luz de la vida. Desde entonces, el hombre no es más, a los ojos de nuestros sabios, que un animal perfeccionado. Atribuyendo al corazón solamente el cometido puro y simple de bomba aspirante-impelente, le niegan con Descartes toda injerencia en la virtud. Para ellos, como para el filósofo, "todos los vicios no proceden más que de la incertidumbre y flaqueza que acompaña a la ignorancia"4. De donde se colige que la ciencia tiene la primacía y que sin ella el hombre no puede ser virtuoso.
¿Quién no quedará aturdido y casi espantado de tales doctrinas? Y es en nombre del progreso que son enunciadas. La filosofía cartesiana, que pretendía reformar la de nuestros grandes doctores de la Edad Media , debía fatalmente encallar en tan tristes consecuencias. A su aparición fue aceptada sin desconfianza; y, no insistiré bastante, hasta excitó un apasionamiento universal y acabó por seducir a espíritus eminentes, a menudo animados de las mejores intenciones. El corazón considerado hasta aquél momento como sede de los afectos, fue dejado de lado. El cerebro, consiguió todos los honores; se convirtió en el órgano primero, el órgano central, en torno del cual se despliega toda la actividad del hombre. Así, cuando el Sagrado Corazón manifestó su Corazón a Sta. Margarita María y que lo ofreció al mundo, como el órgano y símbolo de su amor, hubo protestas numerosas de la parte de los partidarios de la nueva escuela; y cuando los obispos y fieles pidieron la aprobación de esta devoción, Roma, teniendo en cuenta la fuerte oposición, denegó la súplica5. Fue bastante más tarde cuando accedió a la petición; pero no quiso pronunciarse sobre el fondo mismo de la cuestión, a causa de la divergencia de opiniones que existían aún entre los fisiólogos. La Iglesia no podía con todo estar en desacuerdo con su divino Fundador. Así, en sus oraciones, en su liturgia, no vacilaba en afirmar que el Corazón de Jesucristo era el horno de su Caridad, el centro de sus afectos6
No cabe duda que estas luchas fueron la causa, en gran parte, del aplazamiento tan largo de la beatificación de la piadosa Visitandina, porque hubiera supuesto dar a las palabras de la Santa , una sanción que la ciencia moderna rechazaba. El gran e inmortal Pío IX compelido por las necesidades de su época, no vaciló ante esta consecuencia y en un documento oficial, afirmó "que debemos venerar al Corazón de Jesús, como la sede de la divina Caridad: Ut Cor Illud sacratissimum divinae charitatis sedem omni honoris significatione colerent et venerarentur"7.
La cuestión podía considerarse resuelta, y los fieles esperaban a ver a la Beata , que iba a ser pronto canonizada, recibiendo en toda la Iglesia un culto solemne. La alegría dominaba todos los espíritus, pues entreveían el día no muy lejano cuando la devoción al Sagrado Corazón tomaría su impulso definitivo y se convertiría en el remedio de todos los males, produciendo los frutos de regeneración y de salvación anunciados por Jesucristo y tan impacientemente esperados8
¡Pero no! Aparecieron nuevos adversarios, que pretendían en nombre de la ciencia, que Pío IX no había definido nada, que se daba a las revelaciones de la Bienaventurada , demasiada importancia, que Nuestro Señor, al decir: He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, quería simplemente decir: He aquí el Corazón de Aquel que tanto ha amado a los hombres, y que la Iglesia en su liturgia, toma el Corazón del Salvador únicamente en sentido simbólico o figurado, y entonces hay que atenerse a los últimos descubrimientos de la fisiología, que hacen "del cerebro la sede exclusiva de la sensibilidad afectiva"9
Estas discusiones solo sirvieron para retardar algo más el triunfo de la Bienaventurada Margarita María y el establecimiento del reino social del Sagrado Corazón de Jesús. Pero el gran Papa que gobierna hoy (1900) la Iglesia , acaba de dar a la devoción al Sagrado Corazón su verdadero carácter, como veremos a continuación.
Nuestra pretensión, al tratar de demostrar que el Corazón de Nuestro Señor es verdaderamente la sede de su amor, ha sido la de ponernos de acuerdo con la tradición y los santos doctores, con el mismo Jesucristo y la Bienaventurada , con Pío IX, León XIII y los teólogos que enseñan esta verdad.
Que estas páginas puedan disipar las dudas que podrían existir aún en ciertos espíritus, agrupar todos los católicos en esa doctrina y provocar, bien pronto la canonización de la Virgen de Paray-leMonial. (Nota del T.= Benedicto XV, la canonizó en su Pontificado de 1914 a 1922. Pío XI, elevó la fiesta al rango de la Iglesia Universal ).
Notas
1. Latus ejus apperuit... ut illic quodammodo vitae ostium panderetur, unde sacramenta Ecclesiae manaverunt. (san Agustin in Joan. Evang., c. 19, trat. 120, n. 2). —Exivit sanguis enim et agua. Non sine causa vel casu hae fontes manarunt, sed quia ex hoc utroque Ecclesia constituta est. (san Juan Crisostomo, hom 85, in Joan. n. 3, t. 8, p. 463, éd. Migne).
2. Ad Opus Redemptionis generis humani Cor Jesu concurrit tanquam causa meritoria per sui vulnerationem. (De SS. Corde Jesu ejusque cultu, a L. Leroy, c. 1, q. 4, n. 56, p. 57).
3. Heb. 6, 25.
4. Descartes, cartas Vila y 48a a Madame Elisabeth.
5. Ver p. 46
6. Ver p. 47
7. Decreto Beatificación de santa Margarita María de Alacoque. 1864.
8. Pío IX. León XIII.
9. Claude Bemard.
(Nota del Traductor: Benedicto XV, la canonizó durante su Pontificado, de 1914 a 1922 y Pío XI, elevó su fiesta al rango de la Iglesia Universal ).
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