27/9/11

JESÚS ESTÁ EN TODAS LAS COSAS



   Per ipsum in ipso (Col. 1, 16)

    
Jesús está todo en todas las cosas (Col. 1, 16). Él es el Principio y el Fin; es el Alfa y la Omega. Era ayer, es hoy, y será por todos los siglos.

Es la Imagen del Padre, la figura de su Substancia, el Verbo de Dios. Es el lazo entre el Padre y el Espíritu Santo.

Jesús une y unifica en Sí mismo al mundo divino y al mundo creado. Eleva, santifica y transforma en su Persona a los mundos de la naturaleza y de la gracia, y los transporta con Él en el mundo increado de la gloria.

Jesús es el centro del mundo creado. Todo ha sido hecho por Él, todo subsiste, se desarrolla y se perfecciona por Él. Todo representa, figura y reproduce su vida, pasión, virtudes y perfecciones.

Jesús es el Primogénito de toda criatura. En el pensamiento del Padre celestial continúa la existencia del mundo para darle nuevas almas que transformar a su Imagen.

Jesús es el centro de la Historia. Escribe por medio de sus profetas la historia del Antiguo testamento, la sucesión de los imperios, las revoluciones y las guerras.

Aparecido en la tierra, indica por Sí mismo, con algunas palabras pronunciadas como al azar durante una conversación, el relato de los principales acontecimientos de la historia venidera.

Jesús es el centro de las preocupaciones del mundo. Como existía ayer, existe hoy y existirá siempre. Y cuando más la actual sociedad, indiferente u hostil, quiera alejar el problema religioso y prescindir de la Iglesia y de Cristo, tanto más se vuelven los ojos al Papa y crece y se consolida el poder y el prestigio del representante de Cristo.

Jesús es el foco de toda verdadera civilización. Donde Él reina reinan con Él la ciencia, el arte y la caridad. Por donde Él pasa son menos espesas las tinieblas, las costumbres menos feroces, y los hombres menos bárbaros. Donde Él aún no ha aparecido, dominan el paganismo, la idolatría y las tinieblas.

Cuando su estrella apareció a los Magos de Oriente, todos los pueblos paganos se hallaban sentados en las sombras de la muerte. El error reinaba como dueño; el padre de la mentira dominaba doquiera. Las fábulas más ineptas eran aceptadas como verdades indiscutibles y formaban el fundamento de la sociedad civil y familiar. Los vicios más monstruosos eran considerados como virtudes y tenían templo y divinidad. La esclavitud, la tiranía, la crueldad eran base de todas las instituciones. Doquiera reinaban las tinieblas, el vicio, la degradación de la mujer, la opresión del niño, la explotación del pobre.

¡Tiempo era que Jesús viniese a disipar estas tinieblas y a arrojar al príncipe de la mentira! Anunció su Evangelio en un apartado rincón del mundo; no eran sus oyentes más que gentes sencillas y sin cultura, sus discípulos eran pescadores; su doctrina fue rechazada por cuantos doctos e influyentes había en su patria y Él mismo, finalmente, fue clavado por sus enemigos en la cruz de la ignominia.

Mas no bien levantado en la cruz, atrajo hacia Sí todas las miradas; su doctrina se esparció por el mundo como reguero de luz, las tinieblas del paganismo se disiparon y los espíritus más distinguidos por su saber vinieron a inclinar su frente ante el Maestro de la verdad.

Pronto se depuraron las costumbres, los desiertos se poblaron de monjes y de vírgenes, debilitóse la esclavitud, endulzóse la tiranía de los señores, la crueldad dejó paso a la caridad cristiana, y la opresión de los débiles y pequeños se transformó en respeto, en protección y en amor.

La verdad de Cristo, por su solo brillo, transformó la sociedad, la familia y el individuo, y la civilización sustituyó a la barbarie.

(Fragmento de "EL AMIGO DIVINO", de Jos. Schrijvers)





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje su comentario aquí